Kabul. Los talibanes buscan dotar a Afganistán de un “gran Ejército” que incluiría en sus filas a oficiales y soldados que hayan servido al anterior régimen, declaró el lunes un responsable encargado de supervisar el proceso.
Latifullah Hakimi, un alto cargo del Ministerio de Defensa, explicó también que consiguieron reparar la mitad de los 81 helicópteros y aviones abandonados e inutilizados por las fuerzas estadounidenses y sus aliados durante su precipitada salida del país en agosto.
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Hakimi detalló que los talibanes se armaron con 300.000 armas ligeras, 26.000 armas pesadas y 61.000 vehículos militares. Tras tomar Kabul, los talibanes decretaron una amnistía general y aseguraron que no pesaban ninguna amenaza sobre los militares o trabajadores del anterior gobierno.
No obstante, la mayoría de los antiguos altos cargos del gobierno y del Ejército dejaron el país durante las operaciones que permitieron evacuar a 120.000 personas. Y los que se quedaron evitan identificarse por miedo a las represalias.
A finales de enero, un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) acusó a los talibanes de matar a más de un centenar de antiguos colaboradores del anterior régimen y de las fuerzas de seguridad afganas, así como a personas que trabajaron con las tropas extranjeras.
Sin embargo, Hakimi aseguró que se aplicó bien la amnistía. Aunque no se aprecia la integración de los antiguos soldados en el día a día, los talibanes nombraron a dos médicos, altos cargos del servicio de salud del antiguo Ejército nacional (un general y un coronel), en puestos importantes del Ministerio de Defensa.
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“Seguimos con nuestro trabajo para formar un Ejército”, declaró Hakimi. “Los profesionales, incluidos pilotos e ingenieros, personal de servicio, de logística y de la administración (del anterior régimen) tienen su puesto en el sector de la seguridad”, explicó.
“Crearemos un Ejército en función de las necesidades y de los intereses del país”, afirmó Hakimi. Pero no precisó cómo se financiará, en un país cortado de la ayuda internacional (que financiaba el 80% del presupuesto afgano), y al que Estados Unidos congeló $9.500 millones en activos del Banco Central afgano guardados en el país.