“Ya no hay amenaza nuclear de Corea del Norte (...) Ahora todos pueden sentirse más seguros”.
La proclama la hizo el presidente Donald Trump a su regreso a Estados Unidos, luego de la reunión en Singapur –el 12 de junio– con el máximo dirigente norcoreano, Kim Jong-un.
Tanto optimismo, empero, choca con la realidad advertida previamente por expertos en política internacional y temas de seguridad: las negociaciones para concretar el compromiso de Pionyang de deshacerse de su arsenal nuclear no serán un camino recto, de fácil tránsito, y la historia no se encarga de demostrarlo.
En 1994 y en el 2005, el régimen comunista de Corea del Norte llegó a acuerdos con Washington a cambio de desmantelar su programa nuclear, los cuales terminaron en nada.
Trump dirigió esta semana sus baterías contra China, el aliado estratégico de Corea del Norte, al culparla por la lentitud en las conversaciones. Acusó a Pekín de usar las disputas comerciales con Washington para ponerle palos a la rueda e, inclusive, de proveer “dinero, combustible, fertilizantes y otros productos básicos. ¡Eso no ayuda!”
“(Kim) tiene suficiente poder para negociar y se ha convertido en una carta estratégica en las relaciones entre Estados Unidos y China”. Carlos Murillo Zamora, analista
La irritación del inquilino de la Casa Blanca vino después de que él mismo anunció, la semana anterior, la suspensión de un viaje del secretario de Estado, Mike Pompeo, a Pionyang para otra ronda de negociaciones.
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Otro hecho confirma que negociar con Kim es una ruta escabrosa: la anterior visita de Pompeo a la capital del país asiático se saldó en rojo. Corea del Norte reprochó las “condiciones codiciosas" de Estados Unidos respecto a la desnuclearización, aunque el jefe de la diplomacia norteamericana habló de conversaciones “muy productivas” y de progresos “en casi todos asuntos centrales”, sin especificar.
Por el momento, Pompeo sigue en casa.
Contrincante hábil
La dificultad para plasmar el compromiso de Kim con la desnuclearización, suscrito en al cumbre de Singapur, pasa por ir de lo general a lo concreto; es decir, un calendario y una hoja de ruta que puntualice cómo se lleva a cabo y, sobre todo, a cambio de qué Corea del Norte renunciaría a un arsenal que Kim considera su escudo para la supervivencia del régimen instituido por su abuelo, Kim Il-sung.
Y alcanzar ese objetivo pasa, además, por ver qué entiende cada parte sobre desnuclearización: para Washington es que Pionyang se deshaga de ese tipo de armamento; los norcoreanos quieren fuera de la península el paraguas nuclear con el que la superpotencia garantiza la seguridad de Corea del Sur.
Trump, quien se vanagloria de su habilidad como negociador producto de su experiencia en el mundo de los negocios inmobiliarios, topa en estos momentos con un Kim menos ideológico y más egocéntrico que su padre, Kim Jong-il, y su abuelo, y que dispone de un equipo con espuela para el pulso con los norteamericanos, consideró Carlos Murillo Zamora, especialista en Relaciones Internacionales.
“Trump está encontrando a un rival al cual no puede manejar, por eso ya no lo ataca directamente (como meses antes de la reunión). Busca responsabilizar a otros y llama a China que le pida a Corea del Norte cumplir”, agregó.
Además, el gobernante norcoreano sabe que con armas nucleares que son capaces, inclusive, de alcanzar territorio estadounidense, tiene fuerza para negociar.
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“Me parece muy complicado que Kim abandone la única cosa que lo hace importante, las armas nucleares”, dijo el exsubsecretario de Estado norteamericano Richard Armitrage, días antes del encuentro en Singapur.
Del mismo criterio es Siegfried Hecker, científico especialista en armamento nuclear, quien para el mismo momento hizo la observación de que era “inimaginable” una desnuclearización inmediata de Corea del Norte, la cual equivaldría “a una supuesta rendición”.
Para ambos, forjar el trato que Trump quiere puede requerir años y etapas.
Frente a un gobernante estadounidense deseoso de mostrar avances que respalden su aseveración de que “ahora todos pueden sentirse más seguros”, Kim Jong-un posiblemente está jugando con el tiempo y ello explicaría el reclamo de Trump a Pekín.
“Kim ha estado muy silencioso en estas negociaciones y no hecho amenazas de disparar misiles, no responde a los ataques como lo hacía semanas antes de la cumbre. Sin duda, está midiéndolo y ese es el gran problema que tiene Trump: si no le ponen atención y no responden a sus ataques, se descontrola y entonces comienza a buscar a quién responsabilizar”, explicó Zamora, director del Doctorado en Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad de Costa Rica.
El pasado como alerta
Tampoco debe pasarse por alto que anteriores negociaciones con Corea del Norte sobre su programa nuclear fueron infructuosas, pese a que este país suscribió compromisos con Estados Unidos y otros países en ese sentido.
En 1994 y luego dos años de negociaciones, los, dos países firmaron en Ginebra un acuerdo por medio del cual Pionyang se comprometía a desmantelar su plan de armas atómicas a cambio de que Estados Unidos, Corea del Sur y Japón le suministrasen ayuda para construir dos reactores nucleares de agua ligera. Ocho años después, el pacto zozobró y Kim Jong-il proclamó el derecho de su país a dotarse del arma nuclear.
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Nuevamente, en el 2005 y en el 2007, el Gobierno norcoreano firmó compromisos en el mismo sentido. Estados Unidos y otros países ofrecerían asistencia en materia de cooperación, ayuda energética y seguridad como contrapartida. Pionyang renegó y, más bien, a partir del 2006 imprimió vigor a las pruebas de misiles y ensayos nucleares tras abandonar el Tratado de No proliferación Nuclear que había rubricado en 1985 y que abandonó en el 2003.
Ahora, en otro intento por conseguir la desnuclearización, las negociaciones están detenidas y, por otra parte, informes de inteligencia estadounidense advierten de que el país asiático trata de ocultar parte de su arsenal, a la vez que ha continuado la producción de uranio enriquecido. Según esos reportes, el propósito de Kim Jong-un sería conservar parte de su reserva nuclear.
Antes de la cumbre en Singapur, Corea del Norte destruyó el sitio de pruebas atómicas de Punggye-ri (donde realizó seis), pero –de acuerdo con fuentes de la inteligencia norteamericana– continúa en operación una planta para enriquecer uranio y un centro de investigación.
Estados Unidos ha sido contundente en que un acuerdo de desnuclearización debe ser completo, irreversible y verificable, y que de ninguna manera aceptará que ese país tenga el arma atómica.
Tras dejar Singapur, Trump ensalzó el compromiso de Kim de hacer realidad una península coreana sin ese armamento. Queda por ver si Kim III romperá los precedentes de su padre y de su abuelo.