A primera vista, el Esequibo es un territorio cubierto de bosque casi por completo, tanto así que sus escasos 100.000 habitantes se concentran en pequeñas poblaciones asentadas a lo largo de la costa del Atlántico.
Pero en esos 159.500 km² –poco más de tres veces Costa Rica–, hay mucho más que fauna y flora, y este “más” es lo que explica por qué es el foco de una añeja disputa territorial cuya génesis hunde sus raíces en la Colonia, cuando Venezuela y Guyana (entonces Guayana Británica) eran parte de dos imperios europeos antagónicos.
En Esequibo hay también riquezas naturales, como agua abundante para generación eléctrica, y minerales: petróleo, cobre, níquel, hierro, oro y coltán (indispensable en la industria aeroespacial, de telecomunicaciones y microelectrónica).
Y fue uno de estos tesoros, el petróleo, el que acaba de reactivar el viejo contencioso en el noreste de Suramérica.
El descubrimiento de crudo en un bloque de 26.000 km² en el océano Atlántico, dado en concesión por Guyana a la empresa estadounidense Exxon, provocó una viva reacción de Caracas, que considera ilegal esta decisión por estar ubicado en un territorio que es objeto de reclamación.
La excolonia británica, en cambio, rechaza esa protesta pues el Esequibo es “guyanés”.
Desde la Colonia. En cierta forma, el conflicto actual es una herencia de las rebatiñas que enfrentaron a las potencias europeas en las tierras que hallaron a partir del siglo XV.
España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra extendieron sus disputas al Nuevo Mundo.
Así, lo que hoy es Guyana, independiente desde 1966, estuvo en manos holandesas, con el visto bueno español, y luego pasó a ser parte del Imperio británico.
Venezuela sostiene que este reconoció como frontera el río Esequibo, pero exploradores ingleses penetraron hacia el oeste, atraídos por las riquezas y el valor estratégico de las tierras.
Este es el meollo del argumento de Caracas, que también acude a documentos históricos que incluyen al Esequibo como parte de lo que fue la Capitanía General de Venezuela.
Emancipado de España en 1811, el joven país pronto trató de solucionar el asunto de ese límite.
Parecía haber quedado resuelto en 1899 con el Laudo Arbitral de París que dio la razón a Londres, lo que representó la pérdida de casi 160.000 km² y la frontera en el punto que Guyana reconoce como válida.
El contencioso sigue vigente toda vez que Venezuela desconoció –en 1962– como “nulo e irrito” ese laudo al alegar irregularidades jurídicas y presentación de mapas alterados por parte del Reino Unido, así como supuestas presiones a un juez.
Intentos bilaterales desde 1966 han resultados infructuosos y hoy el asunto está en manos de la Secretaría General de Naciones Unidas.
Verde, dorado, negro... El lío va más allá de un asunto con viejas raíces históricas.
Tiene un componente muy importante, clave: las riquezas que encierra el territorio.
El petróleo es una de ellas y el descubrimiento de este en aguas en disputa trajo el diferendo de vuelta al primer plano.
Exxon recibió una concesión a cambio de $200 millones para explorar y extraer crudo durante 10 años en Guyana. En mayo, la empresa anunció el hallazgo de crudo en un bloque en el océano Atlántico, que según el Gobierno de Georgetown alberga reservas por 700 millones de barriles.
Para ese país, acuerdos como aquel se enmarcan dentro de su política de impulso al desarrollo económico en territorio suyo. En el caso del petróleo, según el ministro de Estado, Raphael Trotman, el recurso puede dar un vuelco radical para la economía, dado que el valor de esa reserva puede alcanzar los $40.000 millones (12 veces el producto interno bruto), según sus cálculos.
Además, el bloque Stabroek, donde se descubrió el petróleo, se halla en una cuenca entre Guyana y Surinam, que según el Servicio Geológico de Estados Unidos es la segunda mayor área del mundo con crudo sin explorar.
Guyana defiende los tratos con socios “para explorar y explotar recursos vivientes o no vivientes en su jurisdicción”, entre los cuales incluyen Esequibo y la plataforma marina.
Solución lejana. Venezuela, por su parte, sostiene que el bloque Stabroek está en aguas en litigio y que su vecino no puede autorizar exploraciones y explotaciones económicas allí ni en el Esequibo, por ser zonas en disputa.
Para el gobierno de Nicolás Maduro, detrás de la tensión actual están los intereses de la Exxon, y advirtió de que recurrirá a la diplomacia y el Derecho Internacional “para defender y salvaguardar la soberanía e independencia (...) en el marco del diferendo limítrofe” en el Esequibo.
Caracas acudió esta semana a Naciones Unidas para plantear al secretario general, Ban Ki-moon, que active una comisión de buenos oficios para que medie.
Venezuela prefiere que el diferendo se solucione con la intervención de ese foro o por medio del Acuerdo de Ginebra de 1966 que estableció una comisión mixta para los límites.
Guyana, en cambio, quiere zanjar el caso en la Corte Internacional de Justicia de La Haya ..
Según el exembajador venezolano ante Naciones Unidas, Emilio Figueredo, la última instancia debe ser “un procedimiento judicial que no necesariamente sería la Corte de La Haya”. Antes, dice, el Acuerdo de Ginebra contempla, además de la negociación y los buenos oficios, el arbitraje y, por último, La Haya.
La reticencia se explica pues Venezuela teme perder allí. “El Gobierno sabe que los oficiantes no han servido y dudo que vaya a ir a La Haya, donde sí se toman decisiones y donde podemos perder”, expresa Freddy Álvarez, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Central de Venezuela.