Roma amaneció desierta este jueves debido al coronavirus covid-19, con buses fantasma circulando por calles vacías y en la cual sólo se escuchaba el repicar de las campanas de las iglesias y el graznido de las gaviotas. Una estampa que se repetía en multitud de ciudades del país.
Se acabó el café en la barra del bar, pues hasta las cafeterías bajaron la persiana el jueves, después de que el gobierno ordenara el cierre de todos los comercios que no sean esenciales, en un intento de frenar la propagación del coronavirus.
"Maldito coronavirus, ahora nos quitan hasta el café, ¿pero en qué mundo vivimos?", exclama indignado Roberto Fichera, de unos 80 años, decepcionado frente a su bar favorito, a dos pasos del Coliseo.
Al menos él está en la calle. El argentino Osvaldo Alzari, de 70 años, lleva días sin salir de casa. "Estoy encerrado desde hace cinco días. Me parece un escenario de ciencia ficción, de cuento distópico", confiesa al teléfono, desde su apartamento romano.
Una primavera anticipada, con el cielo azul y un sol brillante pero suave, reina en toda la península, desde los Alpes hasta Sicilia, la mejor estación para conocer sus célebres monumentos y hermosos paisajes.
Pero este jueves, los lugares más emblemáticos, como la Catedral, el Coliseo, la plaza Navona, el Panteón o la plaza de San Pedro, que suelen estar atestados de turistas todo el año, presentaban estampas dignas de postal, sin visitantes.
Los contagios en Italia superan los 12.000 casos, con más de 827 personas fallecidas -casi todos en el norte de la península-, pero se teme que se propague al resto de la península, por lo que el gobierno adoptó medidas draconianas.
Muchos turistas, intuyendo que la situación podía agravarse, cancelaron sus viajes en las últimas dos semanas.
Un ejemplo para el mundo
"El mundo entero nos está mirando. Italia está demostrando que es un gran país (...) un ejemplo positivo", afirmó la víspera el primer ministro, Giuseppe Conte, al anunciar más restricciones.
"Necesitamos que 60 millones de italianos hagan sacrificios grandes y pequeños", dijo.
En Florencia, una pareja de turistas admira la majestuosa catedral antes de emprender el regreso a su país.
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"Todo está cerrado, nos vamos para nuestra casa", suspira Alex Gross, un alemán de 32 años, mientras su prometida, nerviosa, comprueba en el móvil que el vuelo siguiera programado.
"¡Ojalá no lo cancelen!", exclama.
Los pocos turistas que quedan en la península tienen dos opciones: permanecer en su hotel, ya que no pueden ir ni a museos ni a teatros, o volver a casa.
Además de ordenar el cierre de museos, monumentos y comercios no esenciales, el gobierno pidió que, en las próximas dos semanas, la gente solo abandone sus casas cuando sea estrictamente necesario.
"Es un deber nacional", comenta por su parte Stefano, un mecánico del barrio romano del Trastevere.
“Volvernos a abrazar”
Muchas aerolíneas decidieron suspender sus rutas hacia y desde Italia y algunos países, incluyendo varios de América Latina, impusieron restricciones a los pasajeros provenientes de ese país.
"No sé si vamos a poder salir de Milán. Nadie sabe lo que está pasando", lamenta Nick Manager, un estadounidense que deambula por la inmensa estación central de la capital lombarda.
Ni en los canales de Venecia, en el norte, ni en el yacimiento arqueológico de Pompeya, en el sur, hay gente.
El silencio reina sobre la plaza romana Campo de' Fiori, cuyo mercado suele estar a rebosar por la mañana y sus terrazas, llenas de estudiantes extranjeros.
El turismo, que representa el 13% del PIB italiano y emplea a cerca de un millón de personas, ha sido uno de los grandes damnificados de la epidemia.
Nicola, director de un hotel florentino que rechazó dar su apellido, confiesa: "el 90% de nuestras reservas han sido canceladas".
Según la asociación profesional de hoteleros italianos Federalberghi, las reservas se redujeron un 80% a nivel nacional, entrañando pérdidas de 2.500 millones de euros aproximadamente.
La cifra no incluye las pérdidas registradas en otros sectores relacionados, como el transporte, restaurantes y tiendas.
El ejecutivo cuenta con un fondo excepcional para hacer frente al daño causado a la economía por la epidemia, pero el primer ministro no especificó cómo será distribuido.
"Espero que podamos salir de esto y que en unas semanas, en unos pocos meses, los turistas regresen a Italia, aún más numerosos que antes", dice con optimismo Agostino Ferrara, de 52 años, propietario del restaurante Spada, en el centro de Florencia.
“Lo lograremos, para que mañana podamos volvernos a abrazar”, concluyó Conte en su alocución nacional.