SAO PAULO (AP) — La capital del estado tropical de Maranhao quedó prácticamente paralizada el martes, tras convertirse en la primera ciudad brasileña en implementar medidas de confinamiento con la esperanza de evitar que la pandemia de coronavirus rebase al sistema de salud de una de las entidades más pobres del país.
Aproximadamente 1,5 millones de personas en Sao Luís y tres ciudades aledañas han sido confinadas a sus casas, salvo para realizar algunas labores esenciales, como comprar víveres y acudir a farmacias. La mayoría de los negocios han suspendido sus actividades, al igual que las escuelas y el transporte público. Los parques están cerrados, y los residentes no pueden salir a ejercitarse.
Horas después de que la orden entró en vigor, el secretario de salud del estado de Maranhao, Carlos Eduardo Lula, dijo que la capital parecía una “ciudad fantasma”. Casi nadie estaba en las avenidas principales, señaló. La policía colocó algunos controles en las calles más concurridas, y aquellos que desearan pasar tenían que demostrar que realizaban trabajos esenciales o tener un recibo de un supermercado o farmacia.
El decreto del gobernador Flávio Dino durará 10 días, en un principio, y se aplica sobre una quinta parte de la población del estado.
La orden se produjo pese a la insistencia del presidente Jair Bolsonaro de que sólo los ancianos y otras poblaciones que corren alto riesgo deberían quedarse en casa. El mandatario y sus simpatizantes han criticado a los funcionarios locales que impusieron medidas más estrictas ante el aumento de casos de coronavirus.
En la mayoría de la gente, el nuevo coronavirus causa síntomas leves o moderados. Pero en algunos, sobre todo en ancianos y personas con enfermedades preexistentes, puede provocar cuadros más graves, e incluso la muerte.
Aunque no es tan restrictivo como las órdenes impuestas en algunas partes de Asia, el decreto de Dino tiene el objetivo de mantener a las personas en el interior tanto como sea posible. Los temores por el inminente cierre provocaron compras de pánico la semana pasada, aunque los supermercados y farmacias seguirán abiertos.
“No buscamos un cierre total, hemos mantenido el nivel básico de actividades y estaremos observando”, comentó Dino durante una videollamada con The Associated Press el martes.
Con una población de 7,1 millones de personas, el estado ha confirmado 4.530 casos, la mayoría dentro y en los alrededores de Sao Luís. Más de 270 personas han fallecido a causa del virus. Los expertos aseguran que la poca aplicación de pruebas en Brasil significa que las cifras oficiales son menores a las reales.
La orden de confinamiento se presentó justo en momentos en que los casos de coronavirus están abrumando a los hospitales de la ciudad, de acuerdo con Lula, quien comentó a la AP que el sistema de salud local se enfilaba al colapso. Definió eso como no tener ni una sola vacante, algo que espera evitar al aumentar el número de camas y, ahora, al mantener a la gente en sus casas.
En marzo, la mayoría de los gobernadores brasileños recomendaron a la gente que permaneciera en casa, pero no establecieron sanciones por incumplimiento.
El nuevo decreto para Sao Luís incluye multas por el equivalente de hasta 360 dólares.
Otros estados sopesan medidas similares. El gobernador del vecino estado de Pará, Hélder Barbalho, anunció horas más tarde una cuarentena en 10 de los municipios con mayor número de infecciones detectadas de la entidad, incluyendo la capital, Belém, en la desembocadura del río Amazonas. La medida permanecerá en vigor por 10 días a partir del 7 de mayo.
En tanto, el gobernador de Río de Janeiro Wilson Witzel considera imponer confinamientos en zonas de alto riesgo, de acuerdo con reportes del diario O Globo.
En contraste, el gobernador del estado de Santa Catarina, Carlos Moisés — aliado de Bolsonaro — comenzó a relajar las restricciones y más tarde circularon imágenes de personas en un centro comercial que fue reabierto el 22 de abril en la ciudad de Blumenau. Las autoridades de sanidad han observado un repunte reciente de casos de COVID-19 en la ciudad y en el estado.
“Tenemos un desafío nacional, pero el gobierno federal continúa saboteando las gestiones para enfrentarlo”, comentó el gobernador Dino. Bolsonaro “hace que nuestro trabajo sea más difícil”, manifestó.
Al igual que en otras partes del mundo, el debate sobre la respuesta al coronavirus se ha tornado político. Bolsonaro ha criticado a los gobernadores por restricciones demasiado estrictas; en su intento por retirarlas, se ha enfrentado reiteradamente con los tribunales, parte de las crecientes tensiones entre las instituciones brasileñas.