Los parlantes de los pasillos del hospital San Rafael de El Salvador, designado para atender a pacientes de coronavirus en estado grave o crítico, anuncian la muerte de uno de los ocho internados en la unidad de cuidados intensivos.
El ambiente "es bastante delicado, y nosotros tenemos que tener mucha contención emocional cuando atendemos a los pacientes que literalmente vienen ahogándose", cuenta la doctora Sara Córdova, al guiar el recorrido de un periodista de la AFP por los corredores poco iluminados de este hospital, ubicado en la ciudad de Santa Tecla, 10 km al oeste de San Salvador.
"Este es un hospital covid-19", proclama Córdova, de 32 años y vestida con un traje amarillo de protección especial. Y "cada día van aumentando los casos", dice, explicando que de momento hay 17 pacientes con la enfermedad en el área de hospitalización.
Con un personal médico y de servicios de 700 personas, muchos de ellos alojados en un hotel pagado por el gobierno para evitar ir a casa y contagiar a sus familias, el San Rafael ha atendido al menos a 100 pacientes de covid-19 que presentan estado de "grave a crítico".
El Salvador mantiene desde el 21 de marzo una cuarentena domiciliar obligatoria ordenada por el gobierno de Nayib Bukele y criticada por la oposición, en medio de gran tensión política. Y acumulaba hasta el domingo 1.413 casos de COVID-19, con 30 fallecidos y 476 recuperados.
Emociones, sensaciones, miedos
Tras anunciar del fallecimiento, el sistema de parlantes del hospital San Rafael convoca al personal encargado del protocolo de evacuación de cadáveres. Poco después se observa una cama vacía en la unidad de cuidados intensivos.
Para el personal sanitario, ingresar a esta unidad para constatar el estado de los pacientes, que permanecen en coma inducido a la espera de que reaccionen positivamente al tratamiento, significa enfrentar el temor al virus y el protocolo para protegerse es riguroso.
Hasta 40 minutos demoran en prepararse con sus trajes protectores, guantes y mascarillas, y también en sellar cualquier flanco con esparadrapos para evitar la filtración del virus. El peligro mayor a contraerlo está en el momento de despojarse de los trajes herméticos.
Pero para el director del centro médico, Yeerles Luis Ramírez, de 48 años de edad -23 de ellos en la red hospitalaria pública-, la clave para obtener mejores resultados en el día a día está en "el manejo de emociones, sensaciones, miedos" de pacientes, médicos y enfermeras.
Así como "disponer de la voluntad férrea en todo el personal multidisciplinario", asegura a la AFP.
Para el manejo emocional, el personal sanitario en algunos casos ha requerido de la atención de psiquiatras, quienes ya han ordenado psicoterapias o la administración de medicamentos.
Trajes herméticos, turnos cortos
Además, en este ambiente de elevada tensión, médicos, enfermeras y personal especializado son relevados tras jornadas de cuatro horas, como una medida especial adoptada por lo hermético de los trajes, que no dejan pasar suficiente oxígeno y que ya causaron algún desmayo.
El Hospital San Rafael, con 26 pacientes curados, encabeza en El Salvador la recuperación de los casos más grave de covid-19, según su director.
Su "mayor satisfacción" ha sido ver salir del hospital a pacientes que permanecieron de ocho a 12 días internados con ventilación y que "salen adelante".
Salvar a los pacientes "nos impulsa a seguir en la batalla, en la que todavía falta algún trecho bastante grande" por recorrer, reflexiona Ramírez, a la vez que pide "colaboración" de la población en la prevención para que lleguen menos casos y no se desborde la sala de emergencia.
"El paciente más peligroso no es el ventilado, es el paciente que no tiene ningún síntoma y que a lo sumo tiene pérdida del olfato dos días (...), pero es potencialmente infectante", dice.
A través de su mascarilla, un paciente de covid-19 del hospital San Rafael que no quiso dar su nombre, se encomienda a Dios: "Es bastante duro" lidiar con esta enfermedad, dice.
Asegura que su familia le espera y por eso confía en “salir de esto”.