La Habana. La electricidad se restablece lentamente en Cuba este jueves, mientras los cubanos intentan superar el impacto del huracán Rafael, que golpeó con fuerza el oeste de la isla. Las autoridades evalúan los daños materiales sin reportar pérdidas humanas.
Rafael azotó el oeste de Cuba el miércoles, apenas dos semanas después de la mortal tormenta Oscar, que dejó ocho muertos en el este de la isla durante un apagón nacional de cuatro días. Los vientos de Rafael, de 180 kilómetros por hora, provocaron la desconexión del sistema eléctrico nacional.
“Se logró establecer el sistema eléctrico entre el centro y oriente del país”, informó la presidencia en X.
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El presidente Miguel Díaz-Canel realizó un balance de daños este jueves y tenía previsto recorrer las zonas más afectadas. “Hasta ahora no se ha reportado la pérdida de vidas humanas”, dijo el mandatario en una reunión del Consejo Nacional de Defensa, citado por el noticiero estatal.
Las provincias de La Habana, Mayabeque y Artemisa “trabajan aceleradamente en los celajes de las líneas para evaluar daños y restablecer la conexión al sistema eléctrico nacional lo antes posible”, informó la presidencia.
La carretera de La Habana a Artemisa amaneció con torres de alta tensión caídas y estructuras de metal retorcidas. Las calles de algunos poblados aparecieron llenas de ramas, tejas y pedazos de concreto de fachadas de casas que no resistieron la embestida del huracán.
Cubanos afirman que ‘saben sobrevivir’
“No es fácil, esto lo ha devastado; la torre del estadio de béisbol se cayó también, todo, todo destruido”, declaró a esta agencia Elías Pérez, albañil retirado de 65 años y residente de Artemisa, una ciudad de unos 60.000 habitantes.
“Hay que seguir”, agregó. “Quien no tenga balita (garrafa de gas) tiene que inventar con carbón y seguir adelante”, comentó en referencia a quienes ahora cocinan con leña.
En esa misma localidad, el ciclón derribó el árbol de chirimoya y se llevó varias tejas de la casa de Natalia Martínez, una repartidora de comida de 63 años. “Malísimo, apenas dormí porque estaba muy preocupada”, relató, aunque mantiene el optimismo. “Sabemos sobrevivir, estamos casi todo el tiempo sin luz”, añadió sobre los constantes cortes de electricidad en su pueblo. “Si nos la ponen cuatro veces en 24 horas, es mucho”.
Lidia, un ama de casa de 49 años, expresó su desánimo. “Se va el huracán y tenemos otro apagón. No tendremos agua, ¿cómo vamos a cocinar?, ¿qué agua vamos a tomar?”, comentó frente a su casa en Candelaria, un poblado a 40 kilómetros de playa Majana, punto de entrada de Rafael el miércoles en la tarde. “No hay esperanza. Cuando se han vivido tantas cosas horribles, uno se pregunta: ¿qué país puede desarrollarse así?”, reflexionó.
Huracán Rafael se aleja de Cuba
En La Habana, donde viven dos millones de personas, resultaron afectadas 77 viviendas, 21 centros educativos y siete hospitales, según informó el gobierno. Los vecinos salieron con escobas, palas y cubos a remover ramas, basura, lodo y pedazos de cemento de las calles.
Rafael ingresó el miércoles en la tarde como ciclón de categoría 3 en la escala Saffir-Simpson. El ojo del huracán impactó con toda su fuerza en playa Majana, en la provincia de Artemisa, vecina de La Habana, y abandonó la isla tras dos horas y media de destrucción, dejando una estela de árboles, postes, cables y escombros en las calles, incluidas las de la capital.
El Centro Nacional de Huracanes de EE.UU. (NHC), con sede en Miami, informó que Rafael “sigue alejándose del oeste de Cuba” y advirtió sobre posibles marejadas, vientos y lluvias que aún podrían afectar la isla.
La aerolínea nacional informó en redes sociales sobre el restablecimiento de operaciones en los aeropuertos de La Habana, Varadero, Cienfuegos y Villa Clara, en el centro del país.
Desde el apagón masivo, el país enfrentó numerosos cortes de luz debido al déficit crónico de generación eléctrica. En septiembre de 2022, la isla ya había sufrido un apagón generalizado tras el paso del huracán Ian por el occidente cubano.
Cuba atraviesa su peor crisis económica en treinta años, con escasez de alimentos, medicinas y combustible, y una inflación en aumento.