Río de Janeiro. El cambio climático duplicó las probabilidades de que ocurrieran las inundaciones que devastaron el sur de Brasil en mayo e intensificó las lluvias causadas por el fenómeno de El Niño, informaron científicos este lunes.
El equivalente a tres meses de lluvia cayó sobre el estado de Rio Grande do Sul en dos semanas en un evento extremadamente raro, que se espera que ocurra solo una vez cada 100-250 años, según un estudio publicado por el grupo World Weather Attribution (WWA).
El diluvio, que se prolongó varios días desde finales de abril, sumergió ciudades, incluida la capital del estado, Porto Alegre, y su aeropuerto internacional. Afectó a más del 90% de los municipios de esa región, que tiene el tamaño de Ecuador.
La catástrofe dejó 172 muertos y 600,000 desplazados.
Los investigadores estimaron que el cambio climático hizo el evento más del doble de probable y entre un 6% y un 9% más intenso, según un comunicado del WWA.
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Por otra parte, los efectos del fenómeno El Niño hicieron que las precipitaciones fueran hasta un 10% más intensas, agregó la red mundial de científicos que evalúa la relación entre los fenómenos meteorológicos extremos y el calentamiento.
“Lo aterrador de estas inundaciones es que nos muestran que el mundo necesita estar preparado para eventos tan extremos que no se parecen a nada de lo que hayamos visto antes”, dijo Maja Vahlberg, consultora de riesgo climático del Centro del Clima de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.
Regina Rodrigues, investigadora de la Universidad Federal de Santa Catarina, dijo que el desastre mostró que incluso cuando El Niño está en una fase de debilitamiento, como ocurre actualmente, puede ser extremadamente peligroso.
“El cambio climático está intensificando el impacto de El Niño en el sur de Brasil al hacer que un evento extremadamente raro sea más frecuente e intenso”, afirmó.
De las cuatro mayores inundaciones que sufrió en su historia Porto Alegre, “tres ocurrieron en los últimos nueve meses”, dijo Rodrigues en una conferencia de prensa.
“Esto es muy raro”, precisó.
Falsa sensación de seguridad
Rio Grande do Sul es particularmente vulnerable a las inundaciones debido a su vasto sistema fluvial que recorre gran parte de su territorio.
Porto Alegre se encuentra a orillas del Guaiba, donde confluyen cinco ríos antes de desembocar en una de las lagunas de agua dulce más grandes de Sudamérica, la Laguna de los Patos.
Sin embargo, hasta 2023, la región pasó seis décadas sin sufrir ninguna inundación importante.
Este período de calma pudo brindar a los habitantes una falsa sensación de seguridad, sugirió Vahlberg.
A pesar de contar con un amplio sistema de protección contra inundaciones en Porto Alegre, construido tras las graves inundaciones de 1941 y 1967 y diseñado para soportar niveles de agua de hasta seis metros, Vahlberg sostiene que la falta de mantenimiento hizo que comenzara a fallar a los 4,5 metros.
Este sistema fue criticado por algunos habitantes de la ciudad por obstaculizar la vista del Guaiba.
Además, hubo falta de inversión y, en los últimos años, presión para desmantelarlo por completo.
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‘Amortiguar el impacto’
Una semana antes del evento en Rio Grande do Sul se emitieron alertas, pero es posible que no llegaran a la mayoría y “la población puede no haber comprendido la gravedad del impacto esperado”, sostuvo Vahlberg.
Los científicos subrayaron que la deforestación para dar paso a la agricultura y a la rápida urbanización también “empeoró los efectos”.
El estudio de WWA citó datos que muestran que el 22% de la vegetación nativa del estado se ha perdido en menos de cuatro décadas, gran parte de ella sustituida por plantaciones de soja.
Al menos 240 asentamientos informales, 80 comunidades indígenas y 40 de descendientes de africanos esclavizados (conocidas como quilombolas) se vieron gravemente afectadas por las inundaciones.
“Implementar políticas que hagan menos vulnerables a las personas, aumentar la protección contra las inundaciones y restaurar los ecosistemas naturales para amortiguar el impacto de las fuertes lluvias son algunas formas en que los gobiernos pueden evitar pérdidas humanas y limitar los daños de estos eventos”, subrayó Vahlberg.