Lima. “¿De qué vamos a vivir ahora?” se preguntan con pesar los pescadores del Callao, tras el derrame de al menos 6.000 barriles de crudo de la petrolera española Repsol en la costa central de Perú, atribuido por la empresa al oleaje causado por la erupción volcánica en Tonga.
Portando redes de pesca y aves marinas muertas por el crudo, cientos de pescadores artesanales de Ventanilla –un distrito situado al norte del puerto del Callao (vecino a Lima)– acudieron durante la semana a las puertas de La Refinería La Pampilla de Repsol, para protestar por los daños en la flora y fauna marinas causados por el derrame ocurrido el sábado.
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“De qué vamos a vivir ahora, esa es nuestra preocupación. Hemos perdido nuestra fuente de trabajo y no sabemos cuándo puede acabar esto”, dijo a la AFP Miguel Ángel Núñez, quien lideraba la protesta. ”Queremos que reconozcan el daño. El derrame fue causado por una negligencia de los señores de Repsol”, aseguró Núñez.
En la costa de Ventanilla vive una diversidad de peces, como lenguado, lornas y chitas, que son utilizados para preparar ceviches, el plato bandera de este país famoso por su gastronomía. Perú exigió el miércoles a Repsol “resarcir” los daños por el derrame de petróleo.
Según la Cancillería, “esta terrible situación ha puesto en peligro la flora y fauna en dos áreas naturales protegidas” que incluyen la Reserva Nacional del Sistema de Islas, Islotes y Puntas Guaneras, Islotes de Pescadores y la Zona Reservada Ancón.
El Ministerio del Ambiente confirmó que fueron afectados más de 174 hectáreas (equivalentes a 270 canchas de fútbol) en la franja de playa–litoral, y 118 de superficie en el mar. “Nos encontramos en un momento muy crítico en materia ambiental. Estamos en uno de los lugares afectados por el derrame de petróleo que ha significado el desastre ecológico más preocupante de la costa peruana en los últimos tiempos”, dijo a la prensa el presidente Pedro Castillo, tras firmar un decreto que declara de interés nacional la “emergencia” por el cambio climático, en una playa golpeada por el derrame.
“Condenamos el desastre ambiental provocado por la refinería La Pampilla, a cargo de Repsol. El daño ecológico en nuestro litoral es inadmisible. Desde el Estado, se han dispuesto las acciones penales, civiles y administrativas a fin de cautelar la soberanía y bienestar del país”, indicó luego en twitter el mandatario.
‘¿Qué vamos a hacer?’
“Esta catástrofe no va a ser de uno o cuatro meses va a durar por años. Hoy en día no tenemos trabajo. ¿Qué vamos a hacer?”, expresó a la AFP el pescador Roberto Carlos Espinoza. Al menos 1.500 pescadores artesanales se ganan la vida en esta zona. Antes del derrame cada uno conseguía entre 50 a 120 soles diarios (entre ¢8.000 y ¢19.000).
“El derrame ha afectado toda biomasa de flora y fauna. Ellos han faltado con su plan de contingencia y dejaron avanzar el derrame, por eso están muriendo las aves”, agregó Espinoza. Los hechos ocurrieron el sábado en la Refinería La Pampilla durante el proceso de descarga del buque tanque “Mare Dorium”, de bandera italiana y cargado con 985.000 barriles de crudo. Ese día hubo fuerte oleaje en la costa del Pacífico americano tras la erupción en Tonga.
La contaminación se extendió a las playas de los distritos de Ancón, Santa Rosa y Chancay por las corrientes marinas. Por su parte el Ministerio de Salud identificó que 21 playas del litoral fueron afectadas, y recomendó a la ciudadanía no acudir pues tienen calificación “no saludable”.
Dos años para limpiar
Brigadas de trabajadores de Repsol con trajes blancos, botas y guantes, recogieron el hidrocarburo vertido sobre las orillas y peñascos de la playa Cavero en Ventanilla, una de la más afectadas. Cerca de esta playa, que luce cubierta por un gran ‘manto negro’, está la barriada Pachacútec.
Los obreros utilizaron palas y esponjas largas para recoger el petróleo en bolsas de plástico y barriles, mientras decenas de miembros de la Marina custodiaban las playas. El operativo se realizó bajo el sol inclemente del verano austral y, según los testigos, el olor a hidrocarburos era fuerte.
“Trabajar con esto (petróleo) no es fácil, pero lamentablemente uno necesita el empleo”, dijo a la AFP el trabajador Giancarlo Briceño tras sacar una bolsa repleta de crudo. “Es duro, es bastante tóxico, arde la cara”, declaró otro trabajador, Pedro Guzmán, tras lamentar la muertes de las aves marinas. “Con los equipos adecuados y trabajando de la manera correcta, la limpieza demoraría al menos dos años”, explicó el científico peruano Marino Morikawa.
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La fiscalía peruana abrió una investigación por el presunto delito de contaminación ambiental contra los representantes legales y funcionarios de la refinería. Las multas podrían alcanzar los $34,5 millones de dólares, advirtieron las autoridades.
“El Estado va a ser inflexible, habrá una sanción de acuerdo con la omisión o acción que haya cometido la empresa”, afirmó el ministro del Ambiente, Rubén Ramírez. Por su parte, la vocera de Repsol en Perú, Tine van den Wall Bake Rodríguez, negó que la empresa sea responsable del derrame. “No podemos decir quién es el responsable” de este “lamentable incidente”, aseguró.
La Pampilla tiene una capacidad de procesamiento de 117.000 barriles diarios, más de la mitad del volumen total de refinación de Perú, según la propia petrolera española.
Condenamos el desastre ambiental provocado por la refinería La Pampilla, a cargo de @Repsol. El daño ecológico en nuestro litoral es inadmisible. Desde el Estado, se han dispuesto las acciones penales, civiles y administrativas a fin de cautelar la soberanía y bienestar del país.
— Pedro Castillo Terrones (@PedroCastilloTe) January 20, 2022