Rio Grande do Sul. La deforestación destinada en buena medida al cultivo de soja contribuyó a la gravedad de las inundaciones devastadoras en el sur de Brasil. La vegetación nativa desempeña un papel clave en la retención del agua, coinciden expertos, que piden reconstituirla.
El estado de Rio Grande do Sul vivió en las últimas semanas un desastre climático inédito, con zonas urbanas y rurales arrasadas por ríos desbordados debido a los grandes volúmenes de lluvia.
Fue el cuarto y peor evento climático extremo que sufrió la región en menos de un año. Científicos relacionan este fenómeno con el calentamiento global y con la deforestación sufrida en las últimas décadas en la región.
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“Tenemos un componente global de cambio climático y uno regional, que es la pérdida de vegetación nativa. Esta aumentó la intensidad de las inundaciones”, afirma el biólogo Eduardo Vélez, de MapBiomas, un consorcio climático de ONG y universidades brasileñas.
Entre 1985 y 2022, Rio Grande do Sul, un motor de la economía brasileña gracias a su actividad agropecuaria, perdió 3,6 millones de hectáreas de vegetación nativa, un 22%, según un estudio de la red liderado por Vélez. La vegetación, mayoritariamente arbustos, retrocedió en beneficio de las tierras de cultivo, especialmente de soja, de la que Brasil es el primer productor y exportador mundial.
También se deforestó para extender los campos de arroz o la silvicultura, basada en el monocultivo de árboles como pino y eucalipto para su explotación económica, indica el estudio publicado este mes en base a datos recopilados por satélite.
Vía libre al agua
Esta pérdida hizo que, con las intensas lluvias, el agua corriera más libremente, porque la floresta nativa “asegura su infiltración en el suelo” y evita la acumulación en la superficie, dice Jaqueline Sordi, bióloga y periodista especializada en cambio climático radicada en la región.
Además, la vegetación ejerce de capa que protege el suelo al impedir que el agua lo arrastre.
El color amarronado del agua que afectó al 90% de los municipios de un territorio del tamaño de Ecuador, incluida su capital, Porto Alegre, “muestra hasta qué punto se perdieron toneladas y toneladas de suelo”, explica Vélez.
Este lodo se acumula ahora en los lechos de los ríos, sumándose a la tierra ya depositada con las inundaciones de los últimos tiempos.
Esto, a su vez, provoca que los cauces vayan perdiendo profundidad y, por tanto, que los desbordes se produzcan más fácilmente cuando llueve fuertemente. Es como un pez que se muerde la cola.
Reforestar
Recuperar la vegetación nativa es clave para contener nuevas inundaciones, que se agravarán y se volverán más frecuentes con el cambio climático, destacan los expertos.
“Además de las medidas de reubicar a la población que vive en zonas de riesgo y de reconstruir la infraestructura, es muy importante que se implementen políticas de recomposición de vegetación nativa”, según Vélez.
El Instituto Escolhas, especializado en desarrollo sostenible, calculó en un estudio el año pasado que Rio Grande do Sul debería reforestar 1,16 millones de hectáreas de manera “urgente” para que la floresta desempeñe sus funciones medioambientales.
Para Vélez, no existe actualmente ninguna iniciativa “de peso” en ese sentido en Rio Grande do Sul, que en 2023 firmó con otros estados del sur y sureste de Brasil un pacto para reforestar 90.000 hectáreas de vegetación hasta 2026.
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‘Abrir los ojos’
A nivel federal, la situación empeoró bajo el gobierno del expresidente ultraderechista Jair Bolsonaro (2019-2022), gran aliado de los intereses del agronegocio y escéptico del cambio climático, dice Sordi.
En ese periodo, “se facilitaron los permisos y Rio Grande do Sul se benefició mucho de ello. Se creó una especie de autorización automática” de deforestación para cultivos, “sin necesidad de estudios independientes” medioambientales, explica.
Un concejal local del Partido Liberal de Bolsonaro, Sandro Fantinel, suscitó polémica la semana pasada al defender cortar los árboles “cinco metros a cada lado” de las carreteras principales del interior de la región, porque, sostuvo, con las raíces encharcadas y su peso, provocaron desmoronamientos en esos lugares.
Para Sordi, desastres como el actual tienen el potencial de “abrir los ojos” de la sociedad ante la ciencia y sus “señales”. “A veces solo se presta atención cuando llega el problema”, mencionó.