San José. A pesar de los 15 días transcurridos, Juan José Chavés Pérez aún no logra sacar de su memoria los gritos de auxilio que escuchaba a corta distancia, ni la imagen de cadáveres de niños abrazados tratando de protegerse unos a otros. Ya todo acabó. Este martes 19 de junio, San Miguel de Los Lotes fue declarado camposanto, según informó el entrevistado vía telefónica.
El oficial Juan José Chávez Pérez está al mando de la 60.º compañía de bomberos voluntarios de Guatemala, ubicada en el municipio de Palín, Escuintla. El domingo 3 de junio estaba en su base, a unos 24 kilómetros de Los Lotes, cuando recibió una llamada por radio: el volcán de Fuego había lanzado una explosión de cenizas y arena y había enterrado algunas casas de ese pueblo.
Como era la regla, se preparó para lo peor, pero lo peor, ese día, se quedó corto.
“Las explosiones de la mañana parecieron normales, siempre el volcán lanzaba sus descargas de ceniza y arena. Por eso nadie salió de su casa, por eso hallaron los cuerpos de familias enteras abrazándose. Solo los perros percibieron el peligro, y según el relato de algunos vecinos, empezaron a salir del pueblo. Lo que se vivió esa tarde fue la expulsión de fluidos piroclásticos, que formaron una correntada".
“Cuando llegué con mi personal se me vinieron muchas cosas a la mente. Uno piensa lo peor porque así se prepara psicológica y mentalmente. Teníamos información sobre el tipo de explosión, incluso ya sabíamos que otros bomberos, con su base más cercana, ya estaban en el lugar, pero nadie puede estar suficientemente preparado para el horror que vimos ese día”.
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“La verdad es que es algo muy difícil de contarlo porque nunca había pasado algo así en esta región de Guatemala. Estuvimos sacando heridos y quemados de aldeas como El Rodeo y de San Miguel Los Lotes hasta las ocho y media de la noche. Uno quiere hacer más, pero no se podía, el acceso era casi imposible debido a la arena caliente (148 grados Celsius). Fue muy dificil rescatar gente, escuchábamos los gritos y no podíamos entrar, porque nuestros zapatos no resistían el calor. Las botas de muchos bomberos se empezaban a derretir”.
“Muchas personas murieron tan solo al respirar el aire caliente, intentaron refugiarse dentro de sus casas, pero no había lugar seguro. Casas de tres niveles quedaron soterradas. Hubo lugares donde la arena tenía 10 metros de alto. El acceso era imposible. Se oían los gritos a lo lejos, en las casas enterradas. Comenzó a llover y debimos retirarnos ante el mayor peligro”.
"Lo que más me afectó fue encontrar los cadáveres de niños abrazados, tratando de refugiarse. Es que eran niños...”.
“Volvimos a trabajar el lunes (4 de junio) a las 5:30 de la mañana y ese día logramos rescatar 38 cadáveres. Estaban tan cocinados que cuando intentamos sacarlos se separaban los pedazos de tejido graso, y músculos. Se quedaban pegados en la superficie. Al abrir las casas, había un vapor...
"Hallamos familias completas, niños abrazados en sus habitaciones, debajo de sus camas. Nosotros teníamos la esperanza de encontrar personas vivas, pero no fue así. Se marcó el área afectada para distribuir la búsqueda entre diferentes cuerpos de bomberos, el ejército, la policía civil y el organismo estatal de atención de desastres (Conred)."
“El martes (5 de junio) volvimos a trabajar a las seis de la mañana. Yo estaba a cargo del grupo 5, formado por 20 bomberos de diferentes compañías. A la una de la tarde entramos a la zona 0, encontramos partes de cuerpos. Otro deslave de arena nos obligó a huir. Debimos dejar el equipo, las palas, y comenzamos a correr sonando el silbato de alarma para evacuar el área. Al final de esa carrera, empecé a preguntar por los bomberos a mi cargo, nadie me daba razón. Los hallé como a 5 o 6 kilómetros, todos estaban bien. Me puse a llorar, fue una oportunidad que Dios me dio, a nadie le pasó nada”.
San Miguel de Los Lotes era un pueblo rodeado de plantaciones de caña de azúcar, mayoritariamente dedicado a la agricultura. Una pequeña parte trabajaba en empresas de maquila, ingenios y empresas de construcción.
El lugar quedó inhabitable porque en medio de la comunidad pasaba una carretera que comunicaba dos departamentos. Quedó cubierta de arena. Ahora la lluvia la utiliza como su nuevo cauce.
La agencia AP cuenta que los rastros de vida de esa mañana del domingo quedaron por ahi, congelados en el tiempo debajo del manto gris. “En una casa, una sartén y una espátula están sobre la cocina. Los restos de un típico desayuno en la Guatemala rural –una canasta de tortillas, un tazón de frijoles, jarras de café– están sobre la mesa, todo cubierto de grumosa ceniza volcánica.
San Miguel Los Lotes y El Rodeo, del municipio de Escuintla, ya no volverán a albergar campesinos. Hay 3.613 refugiados en 18 centros en espera de ser reubicados en otra región. dejando atrás un cementerio para 110 muertos y, quizá, para 200 desaparecidos.