Atlanta. “No soy un nazi”, afirmó este lunes Donald Trump en respuesta a quienes lo acusan de ser “fascista” y de querer gobernar Estados Unidos de manera autoritaria si gana las elecciones presidenciales en ocho días.
Los ataques personales se han vuelto la norma en la recta final de los comicios más reñidos de la historia contemporánea de Estados Unidos.
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La vicepresidenta y candidata demócrata, Kamala Harris, insiste en que su rival, el expresidente Trump, representa un peligro.
Estas elecciones no son como las de 2016 o 2020 porque “hay mucho en juego”, asegura.
Trump “es aún más inestable y más desquiciado, y ahora quiere un poder sin control”, declaró Harris este lunes en un acto en Michigan (norte), uno de los siete estados clave que podrían decidir el resultado electoral, junto con Pensilvania, Wisconsin, Georgia, Carolina del Norte, Arizona y Nevada.
“Y esta vez, no habrá nadie allí para detenerlo, ni siquiera la Corte Suprema, que hace meses le dijo al expresidente que es esencialmente inmune haga lo que haga en la Casa Blanca”, añadió, días después de llamarlo “fascista”.
Trump ha calificado a los migrantes como “asesinos” y “terroristas” y sostiene que “envenenan la sangre del país”, pero negó que aspire a convertirse en un líder autoritario al estilo de “Hitler”.
Polémica
“La nueva línea de Kamala (Harris) y su campaña es que todos los que no votan por ella son nazis. Somos nazis”, afirmó ante una multitud en Atlanta.
Trump relató que su padre le aconsejó no usar nunca las palabras “nazi” ni “Hitler”, y criticó a los demócratas por emplearlas.
“Dicen que soy Hitler y luego dicen que soy un nazi. No soy un nazi, soy lo opuesto a un nazi”, afirmó en Georgia.
Hace unos días, su exjefe de gabinete en la Casa Blanca, John Kelly, declaró al New York Times que Trump encajaba en la definición de fascista y que en una ocasión le dijo que Adolf Hitler “también hizo algunas cosas buenas”.
Harris respaldó las declaraciones de Kelly, un exgeneral de los Marines, y acusó a Trump de admirar “a los dictadores”.
Desde el domingo, una nueva polémica estalló por comentarios racistas de algunos oradores en un mitin de Trump.
“Hay una isla flotante de basura en medio del océano en este momento, creo que se llama Puerto Rico”, afirmó el humorista Tony Hinchcliffe, quien también se burló de los latinos diciendo que “les encanta hacer bebés”, además de parodiar a judíos y palestinos y mofarse de un hombre negro, utilizando el estereotipo de que a los afroestadounidenses les gusta la sandía.
“Lo mejor”
El equipo de campaña de Trump se distanció del comentario del comediante, lo que llevó a artistas como Bad Bunny, Ricky Martin, Marc Anthony y Jennifer Lopez a apoyar a Harris.
“Esta broma no refleja la opinión del presidente”, afirmó una de las portavoces de Trump.
César Viera, de 18 años, asistió al mitin de Trump en Atlanta con una bandera de Estados Unidos sobre sus hombros.
Los comentarios en el Madison Square Garden no le parecieron ofensivos. “Soy latino también y voy a votar por Trump”, declaró a la AFP, convencido de que “es sencillamente lo mejor para la economía en este momento”.
Más de 47 millones de estadounidenses ya han votado por anticipado, incluido el presidente Joe Biden, quien lo hizo este lunes en el estado de Delaware (noreste).
Las tensiones crecen, avivadas por el miedo a que Trump pueda negarse a reconocer una derrota, como lo hizo en 2020.
La preocupación aumentó después de que un incendio destruyera cientos de votos anticipados depositados en una urna supuestamente segura en un distrito altamente competitivo en el noroeste del estado de Washington.
Otra urna fue dañada horas antes en Portland, Oregón, en un “acto intencionado”, según la policía.
Harris, empatada en las encuestas con Trump, no desperdicia ninguna oportunidad para denunciar la retórica del republicano.
“Está centrado y realmente obsesionado con sus quejas, consigo mismo y con dividir a nuestro país”, afirmó este lunes.
Este martes, la exfiscal de 60 años pronunciará lo que su equipo de campaña llama un “alegato final” contra Trump en Washington, en el mismo lugar donde el expresidente arengó a sus simpatizantes antes de que atacaran el Capitolio el 6 de enero de 2021.