Oslo
Los noruegos irán a las urnas el próximo lunes para una jornada de elecciones legislativas en las que la derecha populista antiinmigración podría acceder al gobierno a expensas de la saliente coalición de izquierda, dos años después de la masacre de Utoya, en la que murieron 77 personas.
A unos días de la primera elección nacional desde la matanza del 22 de julio de 2011, las encuestas auguran la victoria del Partido Conservador de Erna Solberg, partido de derecha dispuesto a formar una alianza con el Partido del Progreso (FrP), del cual fue miembro Anders Behring Breivik, el autor del ataque de Utoya.
Tercero en las intenciones de voto detrás de los laboristas del primer ministro Jens Stoltenberg y de los conservadores, el FrP se perfila como indispensable en la formación de una mayoría parlamentaria del bloque "burgués", conformado también por dos pequeños partidos centristas, los democristianos y los liberales.
"No apoyaremos a un gobierno del que no formemos parte", advirtió la jefa del Partido del Progreso, Siv Jensen.
Alejado del poder desde su creación hace 40 años, este partido ha ganado respetabilidad con el tiempo, aunque aún suscita reacciones negativas.
Si bien este partido de derecha condenó claramente los actos de Breivik -que se decía en lucha contra la "invasión musulmana" y la convivencia de diversas culturas- y atenuó su propio discurso sobre "la galopante islamización" de la sociedad noruega, aún aboga a favor de una política de inmigración restrictiva.
Favorita para tomar las riendas del país, Erna Solberg, de 52 años, deberá lograr compaginar sus exigencias con aquellas, antinómicas, de los centristas.
Los cuatro partidos de derecha coinciden en su deseo de hacer caer a la izquierda, pero aún no han acordado el perímetro del nuevo gobierno ni un programa preciso, dos temas que dependerán del peso respectivo de cada uno a la salida de las urnas.
Por el momento, el escenario más probable es la constitución de un gobierno minoritario compuesto por el Partido Conservador y el Partido del Progreso, con el apoyo de los dos partidos centristas en el Parlamento.
"Noruega necesita un nuevo camino", declaró Solberg durante la campaña, que se basó principalmente en la salud, la educación, el transporte y temas fiscales.
Frente a la derecha, la coalición de Stoltenberg, en el poder desde 2005, es víctima de un desgaste del poder.
Sin embargo, en teoría, las condiciones para un tercer mandato están reunidas: prosperidad económica, una situación de casi pleno empleo y una calidad de vida entre las mejores del mundo para sus 5 millones de habitantes.
Además de la producción de hidrocarburos, el Estado noruego posee el mayor fondo de pensiones soberano del mundo, estimado en casi 750.000 millones de dólares.
"Las cosas van bien en Noruega, pero la gente está cansada de tener los mismos dirigentes", explica Johannes Bergh, investigador del Instituto de investigación social de Oslo. "Ocho años de poder ininterrumpido es algo inusual en Noruega".
Objeto de una enorme ola de simpatía justo después de los ataques perpetrados por Breivik, Stoltenberg, de 54 años, se ha visto debilitado frente a las críticas contra las fallas del aparato de Estado reveladas por la tragedia.
Breivik mató a 77 personas el 22 de julio de 2011 al hacer primero explotar una bomba cerca de la sede del gobierno en Oslo y al abrir fuego contra jóvenes que se encontraban reunidos en una concentración de la Juventud laborista de la isla de Utoya.
Algunos sobrevivientes del tiroteo de Utoya votarán por primera vez el lunes, pero el tema del 22 de julio fue un tema tabú durante la campaña.
Pero, según los analistas, los dados ya están lanzados. "Sólo algo realmente extraordinario podría impedir una alternancia", afirma el politólogo Bernt Aardal de la Universidad de Oslo.