Madrid. El principal candidato opositor en las últimas elecciones presidenciales de Venezuela, Edmundo González, se prepara para regresar a Caracas y asumir el cargo de jefe de Estado. Aunque evita especular sobre cuándo o cómo ocurrirá su retorno, asegura que no contempla ser investido mientras permanece en el exilio.
“Absolutamente no”, afirma en una entrevista con esta agencia, en la que recalca que no renuncia a volver al país del que salió a inicios de setiembre para solicitar asilo en España. El próximo 10 de enero es la fecha clave, ya que ese día termina el mandato de Nicolás Maduro y debería asumir el vencedor de los comicios del 28 de julio.
El chavismo proclamó a Maduro como ganador, ignorando las demandas de la oposición interna y de gran parte de la comunidad internacional para que presentara las actas que respalden su supuesto triunfo. “Yo fui el ganador con más de siete millones de votos y aspiramos a que se respete la voluntad popular”, subraya González, quien sostiene que su ventaja habría sido mayor si todos los venezolanos en el exterior hubieran podido participar.
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González asumió la candidatura tras la inhabilitación de María Corina Machado, vencedora de las primarias, y de su reemplazo inicial, Corina Yoris. Desde España, continúa abogando por “recuperar la democracia y la institucionalidad” en Venezuela, lo que implica, según él, que Maduro no tome la banda presidencial el 10 de enero.
El diplomático desea asumir el “mandato constitucional” y anhela regresar al país. Sin embargo, evita comentar posibles ofrecimientos de apoyo de otros países para facilitar su retorno. Tampoco aclara los detalles de cómo podría concretarse su regreso. “No sabemos por qué vía voy a llegar”, ironiza. Añade que no quiere plantear escenarios hipotéticos, como la formación de gobiernos en la sombra o la réplica de estrategias usadas por Juan Guaidó.
Guaidó fue reconocido como presidente interino por más de 50 países en 2019, apoyado en su rol como presidente de la Asamblea Nacional, entonces controlada por la oposición. Según González, la diferencia clave ahora radica en que su elección representa “la expresión de la soberanía popular” a través de las urnas.
Ante los retos de las próximas semanas, González se mantiene optimista. La discusión sobre su posible reconocimiento como presidente electo se intensifica en la escena internacional. Países como Italia y Estados Unidos ya lo han reconocido como vencedor. González aclara que no ha tenido contacto directo con Donald Trump, próximo presidente de Estados Unidos, aunque confirma que han existido comunicaciones entre sus equipos.
Diálogo con Maduro
González considera que las sanciones no son el único factor de presión y pide a la comunidad internacional que insista en respaldar a la oposición venezolana. Afirma que el Gobierno de Maduro aceptará en algún momento la “soberanía popular” y no descarta el diálogo.
Consultado sobre un posible diálogo con Maduro, González responde: “Estamos dispuestos a negociar una transición en paz para Venezuela”. Sobre las garantías que podrían ofrecerse a líderes chavistas, promete únicamente “una transición en paz”.
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Papel de María Corina Machado
González, diplomático que hasta este año estuvo alejado de la política activa, asumió formalmente la campaña liderada por Machado. Desde el exilio, mantiene una relación “muy cordial” con ella, a quien considera “la líder de este proceso”.
Machado, quien sigue en Venezuela, permanece en un lugar desconocido debido a la creciente presión jurídica y policial en su contra. Desde allí, ha instado a la oposición a mantenerse unida y seguir presionando para lograr el cambio de gobierno en la fecha prevista, según González.
La dirigente utiliza las redes sociales para convocar movilizaciones, como las previstas para este domingo en varias ciudades del mundo, incluidas España y Venezuela. En Madrid, los opositores se reunirán frente a las instituciones europeas para exigir mayor presión internacional contra el chavismo.
González, por su parte, defiende las manifestaciones como una herramienta legítima. “En sociedades democráticas, no tienen absolutamente nada de extraño. No es un comportamiento antidemocrático, al contrario”, concluye.