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El gobierno de El Cairo cambió el palo por la zanahoria y liberó a un millar de integristas islámicos que rechazaron desde la cárcel los llamados de al-Qaeda para que continuaran por la senda del terrorismo.
La excarcelación no es la primera, pero sí la más importante de radicales musulmanes en los últimos años. Entre los beneficiarios figura Karam Zuhdy, implicado en el asesinato, en 1981, del presidente Anuar Sadat y antiguo correligionario de Ayman Zawahri, actual número dos de la red terrorista de Osama bin-Laden.
La medida se comenzó a aplicar el domingo y oficialmente se justifica por la celebración, el 6 de octubre, del aniversario 30 de la Guerra de 1973 contra Israel –que en Egipto se celebra como una victoria sobre el Estado hebreo–, pero analistas locales piensan que tiene mayor calado político.
Todos los excarcelados pertenecen a Yamá Islamiya, principal grupo armado egipcio y responsable entre otros del ataque terrorista que en 1997 costó la vida a 58 turistas en Luxor.
La mayoría de ellos dirigió en mayo desde la prisión un comunicado a los jóvenes musulmanes para que rechacen tomar parte en actos terroristas.
“Los asesinatos de mujeres y niños son ilegítimos y los prohíbe el Islam”, se precisó en el texto, que fue una respuesta al llamamiento que Zawahri había realizado la víspera para que “los creyentes atenten contra EE. UU. y sus aliados”.
Zuhdy aprovechó la ocasión para pedir perdón al pueblo egipcio por sus años de vida sangrienta.
Miembros ambos en 1981 de la organización terrorista Yihad que perpetró el asesinato de Sadat, tanto Zawahri como Zuhdy fueron detenidos en la oleada represiva desatada por el magnicidio, pero desde entonces no han vuelto a cruzarse sus caminos.
Zawahri recuperó pronto la libertad y se exilió para fundar al-Qaeda con bin-Laden; Zuhdy continuó en la cárcel, donde se unió a la Yamá Islamiya, con la que ha acabado acogiéndose, a los 51 años, a los beneficios del arrepentimiento.
Aparte de intentar reinsertar en la sociedad a los exactivistas, las autoridades egipcias tratan con su medida de gracia de cortar los vínculos entre las bases integristas y los líderes del movimiento que se encuentran en el exterior.
