El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, arribará a Cuba en el Air Force One mañana. Con una agenda con la que pretende añadir un eslabón más al proceso de normalización de relaciones diplomáticas entre ambas naciones, la visita de Obama a la isla caribeña comparte muchas similitudes y también diferencias con el viaje que realizó su homólogo Calvin Coolidge en 1928.
Coolidge, el trigésimo mandatario de la república estadounidense, fue el primer y único cabecilla de la Casa Blanca en visitar Cuba mientras todavía estaba en funciones gubernamentales. Además, lo hizo antes de la Revolución Cubana. Y sí, en 2002 el expresidente Jimmy Carter viajó a la isla, pero ya no mandaba en la oficina de Washington. Así las cosas, Obama será apenas el segundo dirigente gringo en poner sus pies en la tierra del son.
Fue en enero de 1928, hace 88 años, cuando Coolidge visitó a Gerardo Machado, entonces presidente de Cuba. Si bien las circunstancias eran diametralmente distintas, el mensaje que Coolidge expresó durante esa visita tiene lugares en común con el discurso de Obama, que ha hecho de las relaciones con la isla una de sus prioridades, incluso solicitándole al Congreso que cierre la base militar de Guantánamo dos veces (la solicitud más reciente sigue en proceso) y facilitando el acceso de estadounidenses al país y el de los cubanos a sus bancos.
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De acuerdo con el Miller Center de la Universidad de Virginia, en 1928 Estados Unidos tenía gran control sobre la política y la economía cubana, como parte de su gran influencia en América Latina durante la primera mitad del siglo XX. De hecho, entre 1920 y 1928, las inversiones estadounidenses en distintos países latinos aumentaron de $1.260 millones a ¢3.520 millones.
Esto causaba cierto resentimiento por parte de los líderes latinoamericanos, quienes se encontraron con Coolidge en la sexta Conferencia Panamericana (precursora de la Organización de los Estados Americanos), justamente celebrada en La Habana, en enero de ese año.
“En un viaje raro, el presidente Coolidge personalmente viajó a La Habana para hacer frente a la conferen-cia y extender una sucursal de aceitunas”, recuerda el Miller Center. “Si bien la visita no significó un cambio político inmediato, reflejó el comienzo de la concientización sobre la necesidad de un cambio, el cual finalmente llegó cuando Franklin Roosevelt anunció políticas de no intervención en 1933”.
A diferencia del vuelo en el Air Force One que hará Obama, el trayecto de Coolidge a Cuba fue un tanto más engorroso. El presidente tuvo que viajar de Washington a Florida en tren, para llegar a Key West (el punto más al sur de Estados Unidos) y de ahí trasladarse a Cuba en un buque. El viaje, en total, duró 32 horas.
En su biografía sobre Coolidge, la escritora Amity Shlaes describe la recepción del presidente en Cuba como “la más calurosa que habían dado a un líder extranjero”.
“Miles de personas se subieron al castillo del Morro y a los tejados de los edificios, estirando el cuello para echar un vistazo al acorazado USS Texas cuando este entraba al puerto. Cada balcón cerca del puerto estaba lleno de familias vitoreantes”, escribió Shlaes. Se dice que incluso sonaron varios cañonazos de bienvenida.
Machado los recibió en el palacio presidencial y los invitó a visitar su finca en el sur de la ciudad, además de una plantación de azúcar. Ya propiamente durante la Conferencia Panamericana, la paz fue el tema central del discurso que dio Coolidge.
“No es deseable que todos intentemos ser iguales”, dijo el presidente en la conferencia. “El progreso no se asegura a través de la uniformidad y similaridad, sino a través de la multiplicidad y la diversidad. Todos deberíamos intentar mantener nuestras propias instituciones y costumbres, preservar la pureza de nuestro idioma y literatura, y fomentar los ideales de nuestra cultura y sociedad”.
25 años después, arrancó la Revolución Cubana.