Washington. Donald Trump regresa a la Casa Blanca con la intención de demoler los cimientos de las actuales políticas medioambientales de Estados Unidos, favorecer los combustibles fósiles y abandonar cualquier tipo de liderazgo internacional en la lucha contra el cambio climático.
Su victoria en las elecciones estadounidenses se produjo días previos al inicio de la COP29, en Azerbaiyán, el 11 de noviembre. En esta reunión, la ONU busca avanzar en los objetivos de la lucha global contra la crisis climática.
Así pues, la noticia de la segunda presidencia del republicano es una de las más desesperanzadoras que muchos delegados de la COP29 querían escuchar: la llegada al poder de un negacionista del cambio climático.
En 2020, durante su primer mandato (2017-2021), Trump retiró a EE. UU. del Acuerdo de París al rechazar la ciencia y calificar la crisis climática como un fraude. Cuatro años después, sus opiniones no solo no han cambiado, sino que su negacionismo se ha visto reforzado. En agosto de este año, durante una entrevista con el empresario Elon Musk en la red social X, Trump expresó su rechazo frontal a este tema.
No entiendo por qué la gente habla de calentamiento global o cambio climático y no de ‘calentamiento nuclear’”, explicó en referencia al arsenal de armas nucleares que poseen varios países.
“Para mí el gran problema no es el cambio climático, sino el poder nuclear”, añadió entre palabras de aprobación de Musk.
Proyecto 2025
El Proyecto 2025, redactado por el laboratorio conservador Heritage Foundation y que es considerado por numerosos analistas como la guía de ruta para la segunda presidencia de Trump, dedica un capítulo a la Agencia de Protección Medioambiental (EPA en inglés), una de las principales herramientas de Washington para luchar contra la crisis climática.
Este acusa a EPA de ser “un caldo de cultivo para la expansión de la influencia y el control del Gobierno federal en toda la economía”, infiltrada por activistas que ignoran “la voluntad del Congreso”, por lo que plantea una radical reestructuración “para volver a lo básico” y que se implementará desde el primer día de Trump en la Casa Blanca con una orden ejecutiva.
Fiel a su papel como material explosivo para demoler la arquitectura reguladora de Estados Unidos, el Proyecto 2025 también aboga por la desaparición de la Administración Nacional Oceanográfica y Atmosférica (NOAA en inglés), que entre otras misiones estudia el clima y vigila los océanos.
Aunque Trump se quiso distanciar del Proyecto 2025 durante la campaña electoral, pocos dudan que el republicano deshará tanto como pueda el andamiaje legislativo y normativo que constriñe a los sectores más contaminantes y favorece la economía verde.
En octubre, en un mitin, el entonces candidato aseguró que en cuanto vuelva al poder el 20 de enero van a “perforar, cariño, perforar”, en referencia a la expansión del sector petrolífero.
El republicano también quiere cancelar la Ley de Reducción de la Inflación del actual presidente Joe Biden, que destina centenares de miles de millones de dólares a descarbonizar la economía del país.
Pero una cosa son las intenciones y otra los hechos. El movimiento medioambientalista estadounidense ya tiene una estrategia para intentar frenar a Trump. Básicamente, una “guerra de guerrillas jurídica”.
“En la primera presidencia de Trump, Sierra Club presentó más de 300 demandas judiciales que bloquearon muchos de sus intentos de eliminar las protecciones medioambientales”, declaró el jueves en una rueda de prensa Ben Jealous, director ejecutivo de Sierra Club.
“Nuestra operación no solo está preparada, sino que ya está en marcha para asegurar que quienes intentan abusar del poder del Gobierno tengan que rendir responsabilidades”, añadió.
Líderes de otras organizaciones medioambientales también destacan que aunque Trump puede sacar de nuevo a EE. UU. del Acuerdo de París, su presidencia solo durará cuatro años y el próximo presidente podrá reintegrar al país en el tratado el primer día de su mandato, como ya hizo en 2021 Biden.