Ciudad de Guatemala. Luego de ser expulsados por el régimen, 135 presos políticos nicaragüenses intentan rehacer sus vidas en el exilio. Sin embargo, en medio de la incertidumbre sobre su futuro deben lidiar con las cicatrices físicas y emocionales que les dejaron meses de encierro.
“Estar en una cárcel de Daniel Ortega es estar muerto en vida”, asegura Jason Noel Salazar, quien permaneció año y medio en una celda de máxima seguridad en el sistema penitenciario La Modelo, en Tipitapa, luego de ser secuestrado durante un operativo policial.
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Al igual que Salazar, otros dos nicaragüenses que fueron desterrados a Guatemala, el pasado 5 de setiembre, relataron a La Nación las amenazas, torturas y tratos denigrantes que sufrieron en prisión por atreverse a alzar la voz contra los abusos del gobierno.
Instalados en un hotel de la Zona 10 de la capital chapina, Pedro José Gutiérrez González, Jason Salazar y Víctor Tikay realizan trámites para obtener el estatus de refugiados en Estados Unidos. Ellos aseguran que vivieron “un infierno” y por eso piensan con pesar sobre los 45 presos políticos que están en manos de la tiranía.
A continuación, parte de la conversación que los tres hombres sostuvieron, el pasado miércoles, con un enviado de este diario en Ciudad de Guatemala:
Tortura constante y sistemática
Jason Noel Salazar, de 28 años, es un activista en la denuncia de las violaciones a los derechos humanos en Nicaragua. Es integrante de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia y, además, fue uno de los miembros fundadores del Movimiento Universitario 19 de Abril.
Salazar fue detenido el 4 de abril del 2023 en un operativo masivo realizado por policías y paramilitares del régimen. Dice que no opuso resistencia para evitar que su familia se viera afectada, pero asegura que a partir de ese momento comenzó la peor pesadilla de su vida.
Daniel Ortega convirtió al país en su finca privada.
— Jason Noel Salazar, activista estudiantil y político
“La tortura empieza desde el momento de la captura, porque es extremadamente agresiva y desproporcionada. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los presos políticos somos ciudadanos pacíficos que simplemente alzamos la voz contra lo que sucede en el país.
“Cuando ves un despliegue militar tan grande al ser capturado, ahí comienza todo”, afirma.
Durante los 17 meses que permaneció en la cárcel, afirma haber sufrido interrogatorios intimidantes casi a diario. Salazar califica esas sesiones como torturas psicológicas en las que los carceleros lo hacían sentir que su vida no valía nada y que se pudriría en la cárcel
“El objetivo de ellos es entender dos cosas: si algún país financia las protestas y quién está detrás de nosotros, además de por qué no estoy de acuerdo con Ortega. Es todo lo que quieren saber”, explica.
El activista sostiene que cada día que pasó encerrado resultó interminable y emocionalmente desgarrador ya que, como preso político, no tenía claro “cuándo podría salir de ese infierno” pues “todo depende de un capricho de Daniel Ortega o Rosario Murillo”.
Asegura que los presos comunes tenían más beneficios que ellos dado que tienen facilidades para conseguir televisores, radios y hasta teléfonos celulares para romper la monotonía de la cárcel. En cambio, ellos enfrentaban una tortura constante y sistemática.”Nosotros fuimos desconectados del mundo exterior; no sabíamos nada de lo que ocurría fuera, solo veíamos barrotes, guardias y uniformes”, detalla.
Las visitas eran un privilegio arbitrario pues, según indica, a algunos presos políticos nunca se les permitió recibir a nadie mientras que otros solo podían tener de vez en cuando encuentros de 20 minutos con sus familiares, pero bajo estrictas medidas de vigilancia.
La Modelo: Las celdas del infierno
Pedro José Gutiérrez González estuvo preso dos veces. La primera detención se extendió del 4 de julio de 2018 al 30 de diciembre de 2019, y fue liberado gracias a una gestión realizada por el nuncio designado por el Vaticano en Nicaragua.
Él se describe como creyente católico y comerciante dedicado a la compra y venta de vehículos. Fue detenido nuevamente en 2023 por pedir la liberación de monseñor Rolando Álvarez, quien fue expulsado por el régimen luego mantenerlo más de 500 días en prisión.
“Lo que voy a decir no es una exageración: las celdas de máxima seguridad de La Modelo son un infierno, ahí pega el sol todo el día. Parece que fueron construidas en ese lugar a propósito, porque llueve muy pocas veces al año. El calor y la humedad son asfixiantes”, describe Gutiérrez.
Nosotros, los presos políticos, no somos los traidores a la patria; los traidores son esos dos monstruos que dirigen la tiranía en Nicaragua
— Pedro José Gutiérrez González, activista religioso
El comerciante cuenta que durante su segundo encierro lo tuvieron esposado durante los primeros tres meses.
“El agua en el día a día era escasa. Para bañarse, se disponía de cinco minutos y, en promedio, de cuatro litros. Además, las oportunidades de ir a los patios para tomar el sol eran limitadas, y no había un horario definido para saber cuándo se podría salir. Todo era imprevisto e incierto”, recuerda.
Comer era parte de la tortura
Víctor Tikay es un reportero independiente originario de Nandaime, un pequeño municipio del departamento de Granada, al sur de Nicaragua. Cuenta que permaneció “secuestrado” durante 17 meses en una celda de máxima seguridad de La Modelo.
Conocido como “el periodista del pueblo”, Tikay fue detenido por la dictadura el 6 de abril de 2023. ¿Cuál fue el motivo de su captura? El día anterior este excorresponsal de Canal 10 cubrió periodísticamente una procesión religiosa prohibida por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Estuve 17 meses secuestrado en una celda de máxima seguridad por cubrir una procesión en el año 2023. La democracia de un país se mide por el respeto al ejercicio de informar sin persecuciones
— Víctor Tikay, periodista originario de Nandaime, Nicaragua.
El comunicador afirma que convivió en una celda con más de 20 presos políticos y que las condiciones insalubres en que se encontraban los hacían derrumbarse emocionalmente. “En las cárceles de Daniel Ortega, si uno no se aferra al Señor, es difícil sobrevivir”, asegura.
Cuenta que cada tiempo de comida era parte de la tortura pues con frecuencia les daban alimentos en mal estado, con partes de insectos como cucaracha. “Para alimentarse, había que preparar la mente y pensar que lo que se estaba comiendo era una pata de pollo”, recuerda.
“La comida era parte del infierno, venía con exceso de bicarbonato. ¿Sabe por qué? El bicarbonato nos inflaba y así no parecíamos desnutridos, pero eso también nos enfermaba”, describe Tikay.