Río de Janeiro. Brasil arde, y no solo en la Amazonia. Casi dos tercios del territorio del mayor país de América Latina están afectados por el humo de los incendios forestales fuera de serie.
Favorecidos por una sequía extrema, estos fuegos son “una demostración de la gravedad del cambio climático”, aunque son provocados por “criminales”, sostuvo la ministra de Medio Ambiente, Marina Silva.
Esto es lo que se sabe sobre esta ola de incendios.
Dimensión de la crisis
Según datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), desde principios de año se identificaron 188.623 focos de incendios en Brasil. Esta cifra casi alcanza el total del año pasado (189.926).
La situación se agravó en setiembre, con 61.572 focos registrados en 17 días, frente a 46.498 en el mismo mes de 2023.
En la Amazonia, el número de incendios registrados en setiembre ya supera el total del mismo mes en 2019 (31.412 frente a 19.925), cuando los fuegos en la mayor selva tropical del mundo generaron indignación global y pusieron en la mira al expresidente Jair Bolsonaro.
Aunque las cifras de 2024 aún no alcanzan el récord de 2007 (393.915 focos en todo el año), los incendios de este año afectan múltiples regiones de Brasil al mismo tiempo, lo que complica su control, explica Ane Alencar, directora científica del Instituto de Investigaciones Ambientales de la Amazonía (Ipam).
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Causas de los incendios
“Influye el cambio climático, conjugado con el fenómeno de El Niño”. Esto favorece que “el país viva un período de sequía prolongada desde junio del año pasado”, explica Suely Araujo, coordinadora de políticas públicas del Observatorio del Clima, una red de oenegés.
En estas condiciones de sequía extrema, “para que un incendio se propague basta una chispa, pero esa chispa la enciende un ser humano”, señala Alencar.
Por lo tanto, la mayoría de estos incendios tienen un origen delictivo.
Uno de los casos más comunes es el de los ganaderos que utilizan las quemas para limpiar los pastos.
Normalmente, esta práctica tradicional sólo se permite previa autorización del estado en el que se encuentran las tierras. La crisis actual llevó a su prohibición absoluta en todo el país.
“Probablemente sea la ley menos respetada en Brasil”, lamenta Alencar.
Con la sequía, un incendio que debería quedar acotado escapa del control del agricultor que lo provocó, con consecuencias catastróficas.
Otro escenario, según los expertos, es que algunos grandes incendios son iniciados por actores dentro del poderoso sector agroindustrial para quemar bosques públicos y apropiarse de las tierras transformándolas en pastos.
Por último, un perfil más difícil de precisar: el individuo que, por motivaciones aún por determinar, busca “sembrar el caos”, según el director de la Policía Federal encargado del Medio Ambiente, Humberto Freire.
“Algunas personas utilizan el fuego como un arma, cometiendo delitos para apropiarse de tierras o para llamar la atención”, resume Alencar.
La ministra Marina Silva, por su parte, denuncia el “terrorismo climático” de “criminales” que “aprovechan el cambio climático” para provocar incendios en beneficio propio.
Respuesta del gobierno
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva reconoció que Brasil no estaba preparado para enfrentar esta ola de incendios. Ha liberado 514 millones de reales ($93 millones) para combatirlos.
“Las autoridades deberían actuar más, en todos los niveles”, opina Araujo, quien dirigió el Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama) entre 2016 y 2019. Señaló que, aunque la ministra de Medio Ambiente hace lo posible, otros ministros deberían involucrarse más, y el gobierno necesita mejorar la coordinación con los gobernadores.
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Perspectivas futuras
“Si tienes incendios provocados por el hombre y no actúas para detenerlos, (las tierras) seguirán ardiendo hasta que llueva. Y la previsión es que la sequía dure hasta octubre”, advierte Karla Longo, investigadora del INPE.
“Se supone que la temporada de lluvias comienza en la segunda quincena de octubre (...), pero es posible que se retrase dada la excesiva sequedad del suelo y las condiciones de baja humedad atmosférica”, advierte Ricardo de Camargo, profesor de meteorología de la Universidad de Sao Paulo.