Río de Janeiro. AFP y AP El doctor Ivo Pitanguy, uno de los cirujanos plásticos más destacados del mundo y quien ayudó a hacer de Brasil un destino frecuente de ricos y famosos que buscaban mejorar su apariencia, falleció a los 93 años.
El renombrado cirujano, que alojaba a sus pacientes en su isla de Angra dos Reis, en el estado de Río de Janeiro, cargó, durante un trecho, la antorcha de los Juegos Olímpicos en una silla de ruedas, el viernes, en la víspera de su muerte.
Pitanguy mantuvo siempre su lista de clientes en secreto, pero según numerosos reportes de prensa, celebridades como Sofía Loren, Gina Lollobrigida, Farah Diba, Jackie Onassis y Elizabeth Taylor se rindieron ante su mágico bisturí.
En una entrevista concedida al diario ‘O Globo en el 2010, aseguró ser un “entusiasta” de la curva que va del seno a la cadera, que “lleva al infinito” y es la “marca de la feminidad”.
También es conocido por haber realizado miles de operaciones gratuitas a mujeres pobres, en el hospital público de Santa Casa da Misericordia.
El incendio de la carpa de un circo en 1961 en Nitéroi, al otro lado de la bahía de Guanabara en Río de Janeiro, fue el momento más importante de su carrera.
Pitanguy, por entonces un joven médico que trabajaba en Urgencias y se había especializado en cirugía plástica, operó durante tres días seguidos a centenares de quemados.
Llamado también el “filósofo de la cirugía plástica”, Pitanguy decía que los tratamientos de belleza pueden ayudar, como ocurre con el psicoanálisis, a derribar barreras interiores. Dicho de otra forma, los cambios físicos externos puede aumentar la autoestima en la gente.
“El sufrimiento del individuo no es proporcional a la deformidad y sí al trastorno a su armonía que puede provocarle convivir con su imagen”, dijo una vez al defender el derecho de los seres humanos a alterar su cuerpo o su rostro.
Refinado y de sólida formación, este hombre de baja estatura y delgado, no por ello dejaba de admitir que el culto más importante no es al cuerpo sino “a la inteligencia”.
Autor de más de 1.800 publicaciones, entre libros, capítulos de libros, conferencias y artículos científicos, trabajó incansablemente por lograr que la profesión fuera más respetada, y formó a cientos de jóvenes cirujanos.
La excesiva preocupación con el cuerpo “no es culpa de la cirugía plástica, sino del marketing que vende la imagen de la juventud, de la belleza”, lamentó una vez en Madrid, hace una década.
La cirugía estética es “para sentirse bien con uno mismo, no para los otros”, decía.
Lo que más le gustaba de las mujeres era la cintura. Sin embargo, se negaba a reconocer cuál era para él la mujer más bella. “Nunca digo cuál es la mujer más bella, porque cuando cito a una no nombro a las otras y me pongo triste”, explicó.