Moscú. Una explosión equivalente a 500 bombas atómicas como la de Hiroshima estremeció hace 90 años Siberia y abrió uno de los grandes enigmas del siglo XX: qué pasó aquel 30 de junio de 1908.
Clasificado como el mayor meteorito que jamás haya caído en la Tierra, el fenómeno de Tunguska, llamado así por el río en cuya cuenca se produjo, sigue suscitando apasionadas discusiones de los científicos, que el pasado 30 se reunieron en la ciudad siberiana de Krasnoyarsk para volver a cruzar versiones e ideas.
Sin duda, la más curiosa pertenece al científico y escritor ruso de 92 años Alexánder Kazantsev, convencido de que hace nueve decenios sobre Siberia estalló una nave espacial extraterrestre.
La falta de cráter en el epicentro de la catástrofe, el hecho de que ninguna de las más de 200 expediciones hallase un solo fragmento del cuerpo celeste y la posición de los árboles, caídos hacia el exterior del enorme círculo de 60 kilómetros y que permanecieron en pie en su centro, demostró que la explosión se produjo sobre la superficie terrestre.
Los más de 1.000 especialistas del Observatorio de Irkutsk, que observaron la caída del cuerpo celeste sobre Tunguska, dejaron evidencia de las sorprendentes "maniobras" que realizaba a lo largo de su trayectoria.
"¡Era un objeto pilotado!", volvió a afirmar Kazantsev en una entrevista que publicó el martes el diario Komsomolskaya Pravda.
"Energía interna"
El científico cita al famoso investigador del fenómeno de Tunguska, Alexei Zolotov, quien llegó a la conclusión de que semejante explosión, equivalente a 15 megatones, solo podía producirse como consecuencia de "una energía interna", cuyo carácter no llegó a determinar.
Kazantsev, sin embargo, no descarta que fue una explosión nuclear y arguye que los cortes de los árboles que sobrevivieron al estallido evidencian que después su crecimiento fue 10 veces más rápido.
Hace dos años, la expedición del investigador moscovita Vadim Chernobrov descubrió en la zona enormes mosquitos mutantes con cuatro patas en vez de seis.
Chernobrov, entrevistado por el periódico Moskovski Komsomoletss, relató que su expedición descubrió que el 80 por ciento de los árboles sobrevivientes presenta huellas propias de quemaduras eléctricas, semejantes a los que dejan los rayos.
Kazantsev también recuerda que el 11 de diciembre de 1955, antes del lanzamiento del primer satélite, el astrónomo estadounidense John Gree descubrió diez objetos artificiales en la órbita terrestre.
Tras calcular sus velocidades y trayectorias, afirmó que todos se dirigían hacia un mismo punto.
Kazantsev no descarta que podría tratarse de "sondas y una nave matriz", pues "sería ingenuo suponer que una enorme nave interestelar intentase aterrizar".
"Lo más probable es que el cuerpo celeste que cayó en Tunguska fuera una sonda, mientras que la nave principal se quedó en órbita y permaneció allí hasta 1955, cuando fue vista por Gree", dice.
Recientemente, el profesor en Geología y Mineralogía Alexandr Portnov volvió a afirmar a Komsomolskaya Pravda que lo que cayó en la remota zona de Tunguska era un enorme "iceberg espacial", compuesto por gases congelados de ácido carbónico, hielo y metano.
Preguntado por ambas versiones, Chernobrov recordó que estas son tan solo dos de las casi 200 hipótesis existentes, a las que cada año se añaden nuevas.
El es autor de una: a las 7 de la mañana de aquel 30 de junio un platillo volador entró en la atmósfera para efectuar, a juzgar por el estruendo, un aterrizaje de emergencia.
El tiempo dentro de la nave coincidía con el terrestre, por lo que los habitantes de nuestro planeta pudieron ver lo que realmente sucedía, la caída del ovni.