París. Dos meses atrás, Usman vivía sus peores horas desde que recibió asilo en Francia. Su padre había estado secuestrado durante tres días por los talibanes, un ejemplo de los abusos cometidos por los islamistas desde que retomaran el poder.
“Golpearon a la puerta de nuestra casa en plena noche y le ordenaron seguirlos. Lo encerraron en un pequeño cuarto oscuro, donde lo golpearon”, señaló este exalto funcionario, quien solicitó testimoniar bajo seudónimo.
Usman, evacuado por Francia junto a su esposa e hijos tras la caída de Kabul, además, solicitó que no se brinde el nombre de su provincia, para no poner en mayor peligro aún a su padre y al resto de familiares. Los secuestradores eran talibanes, afirmó. “Le dijeron a mi padre que era un ‘kafir’ (infiel en árabe), que yo había ayudado a los estadounidenses, por lo que iban a incautar nuestras tierras para otorgárselas a sus muyahidines”.
Durante tres días, los varones de la familia de Usman, acompañados de dignatarios de su población, abogaron por los desaparecidos frente a las nuevas autoridades, contó. La maniobra dio frutos. El anciano fue liberado de noche en las afueras de la localidad. “Querían matarlo. Fue un milagro”, suspiró Usman, carcomido por la “culpa” de haber abandonado a sus seres queridos.
Dado que el poder de los talibanes aún no ha sido estructurado siguiendo a una única autoridad, “nos dijeron que uno de sus grupos había sido persuadido de liberar a mi padre. Pero que otros grupos podrían hacerlo (secuestrarlo) nuevamente”, explicó Omar (también seudónimo), hermano de Usman, quien vive en Francia desde el 2020. “Desde entonces, todas las mañanas me despierto con la angustia de que esta historia se repita”, añadió.
‘Rumores’
Mirwais Afghan, director del sitio Khabarial.com (reporter.com en pastún), con sede en el Reino Unido, confirmó la información: “el padre fue liberado gracias a jefes tribales”.
En Afganistán, estos secuestros, un verdadero flagelo bajo el viejo régimen, disminuyeron con los talibanes, aunque aumentó el número de desapariciones forzadas, frecuentemente fatales, destacó.
También son acusados de perpetrar ajustes de cuentas fatales, a veces erróneos, puesto que algunos aprovechan el cambio de régimen para zanjar con sangre disputas no políticas.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) acusó el martes pasado a los islamistas de haber ejecutado desde agosto al menos a 72 exmiembros de las fuerzas afganas y a otros vinculados al gobierno anterior. Palabras que los talibanes calificaron de “rumores infundados”.
En Khabarial.com, sitio de “propaganda” hostil según los talibanes, los artículos sobre asesinatos perpetrados por los islamistas son publicados casi cotidianamente.
Solamente entre el 10 y 15 de diciembre, Khabarial.com informó sobre la muerte de cuatro miembros de las exfuerzas de seguridad, una mujer y dos niños en seis episodios ocurridos en cuatro provincias diferentes.
“Las cifras verdaderas son más elevadas que las de la ONU”, afirmÓ Mirwais Afghan, que por su parte ha contabilizado más de 550 muertos en los últimos cuatro meses, sólo en 8 de las 34 provincias afganas, merced a una red de corresponsales que tiene en el país. Datos que este experiodista de la BBC aseguró siempre recontar, pero que aún no se pudo verificar.
“El mes pasado decapitaron a un familiar, un expolicía. Aún no ha sido encontrada su cabeza”, continuó. “Inclusive, yo no he publicado esta historia. Entonces, ¿quién va a enterarse?, preguntó.
‘Limpieza’
Majeed Qarar, exdiplomático afgano que actualmente vive en Canadá, también ha escrito un número impresionante de tuits macabros. “Solamente en mi cuenta de Twitter se pueden encontrar 200 muertos”, subrayó. Informaciones que dice verificar de manera sistemática con familiares de las víctimas y funcionarios del régimen anterior que aún están en Afganistán.
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A fines de noviembre, Human Rights Watch (HRW) atribuyó a los talibanes un centenar de asesinatos o desapariciones forzadas en sólo cuatro provincias.
Los nuevos amos, además de crímenes relacionados a su “vendetta” contra sus enemigos recientes, “decidieron hacer una limpieza de todos aquellos que ven como un obstáculo en el futuro”, “sobre todo afganos letrados y antimulás”, denunció Qarar.
A pesar de que muchos medios de comunicación extranjeros evacuaron a su personal local y la prensa afgana no cubre estos crímenes, por temor a represalias, “decenas de personas mueren todos los días”, indicó Samira Hamidi, de Amnistía Internacional (AI).
“Por cierto, ya no hay combates (entre fuerzas gubernamentales y talibanes), pero la población no conoce la calma. La violencia se encuentra por doquier”, arguyó. “Y la gente está tan asustada que se calla. Nadie puede protegerla”, se lamentó.