Roma. Casi 40 millones de italianos iniciaron este lunes un nuevo confinamiento por el aumento de los contagios debido a las variantes de coronavirus, con Roma y Milán desiertas y divididas entre la tristeza y la esperanza.
“Me siento muy triste. No me lo esperaba. Pasar de zona amarilla, con la cafetería abierta, a zona roja fue algo inesperado”, manifestó Ana Cedeño, del popular bar-cafetería del Cinque, en el corazón del barrio romano de Trastevere.
Dos italianos de tres, en una población de 60 millones, residentes en 11 de las 20 regiones, deberán permanecer confinados hasta el 6 de abril en lo que se denomina “la zona roja”.
“La esperanza es que en estas semanas las cosas cambien. Hemos perdido mucho dinero, porque nuestros clientes habituales no vienen. Tenemos abierto solo para llevar, y veremos qué pasa”, agregó la ecuatoriana Cedeña, compañera del propietario, con algo de optimismo.
Un año después del primer confinamiento, las calles de Roma están de nuevo vacías, el silencio reina y solo pueden abrir algunas tiendas, entre ellas supermercados, lavanderías, farmacias, librerías y quioscos, mientras las escuelas fueron cerradas.
Unos 6,9 millones de estudiantes deberán estudiar a distancia, cerca de 8 de 10, según los cálculos de la página en Internet Tuttoscuola (Todoescuela) y no se excluye que el número aumente en caso de que los contagios en las regiones en zona naranja (intermedia) aumenten y superen el índice semanal de 250 por cada 100.000 habitantes.
“Estamos casi como en el año pasado”, expresó un camarero de una céntrica cafetería de Corso Sempione de Milán al canal de televisión Rainews24.
Situación grave
La capital económica de Italia, entre las ciudades más azotadas por el coronavirus, cumple las nuevas restricciones impuestas debido al temor de que los casos desborden los hospitales y en particular las unidades de cuidados intensivos.
Las nuevas restricciones costarán a la economía italiana cerca de 80 millones de euros ($95 millones) diarios en consumos, según la confederación de comerciantes, Confesercenti.
Paralelamente, los controles de la Policía se multiplicaron debido a que en los últimos días se pusieron de moda las fiestas clandestinas de jóvenes en apartamentos arrendados para la ocasión.
“El último fin de semana de libertad”, como han sido llamadas esas reuniones sociales al ritmo de vino y cerveza, costaron multas a grupos de jóvenes de Roma y Milán.
Plazas, locales, parques, playas fueron severamente controlados durante el fin de semana ya que se teme que el pico de los contagios pase de los 26.000 casos diarios a 40.000 a final de mes.
“Se han adoptado las medidas con base en evidencias científicas, los datos requieren precaución”, explicó Mario Draghi, al aprobar el viernes su primer confinamiento como jefe de Gobierno.
Dilema con AstraZeneca
Además de las repercusiones económicas, los italianos encaran la tercera ola de coronavirus con otro dilema: renunciar o no a vacunarse con Astrazeneca.
“Las dudas me asaltan. No sé hasta qué punto nos mienten o nos manipulan sobre esa vacuna. Yo tengo cita para vacunarme el miércoles”, reconoció con tono algo angustiado el ítalo-argentino Livio Dusserre, de 74 años.
En muchas ciudades de Italia se han levantado voces contra el fármacode la empresa anglo-sueca y las reticencias se multiplican después de que las autoridades suspendieron por precaución algunos lotes en varias regiones y muchos prefieren la elaborada por BioNTech/Pfizer o Moderna.
En total, 2.003.391 de italianos han recibido las dos dosis de vacuna y 6.715.732 la primera, según datos del Ministerio de Salud.
Durante el confinamiento, el gobierno quiere aprovechar para acelerar la campaña de vacunación y superar así la emergencia para poder relanzar la economía, puntualizó Draghi.
Solo Cerdeña es considerada la "isla feliz", ya que quedó libre de restricciones. Las autoridades locales aplican rígidos protocolos para evitar que el virus se cuele y arruine la temporada de turismo del verano boreal, principal fuente de sustento.
Con 102.000 fallecidos por la pandemia, el Ejecutivo optó por decreto confinar a toda Italia del 3 al 5 de abril, con el fin de blindar los días de fiesta de la Semana Santa.