La Palma. Antes de salir huyendo por la erupción del volcán Cumbre Vieja en las islas Canarias, Yahaira García tuvo solo tiempo de cargar en su vehículo una mochila con unas pocas pertenencias esenciales, algunos recuerdos y sus animales, entre ellos cabras, gallinas y conejos.
Tras una noche “tan mala, de tantos terremotos”, García no lo dudó y dejó su casa el domingo sobre las 3 p.m., poco antes de que arrancara la erupción.
“En el trayecto nos enteramos de que había explotado el volcán”, cuenta por teléfono.
La mujer, de 34 años, se fue de allí a buscar a sus padres y a todos sus animales: “cuatro cabras, dos cochinos, 20 gallinas, 10 conejos, cuatro perros y una tortuga”, para ponerlos a resguardo.
Lo consiguieron: “Estoy nerviosa, preocupada, pero estamos a salvo”, cuenta.
En esta isla de casi 85.000 habitantes, que compagina la fuerte actividad turística con la agricultura, las autoridades difundieron también imágenes de las fuerzas del orden movilizando a cabras y otros animales en sus camionetas.
La erupción no ha dejado, por el momento, ninguna víctima, pero alrededor de 5.500 personas han sido movilizadas de sus viviendas, mientras que “unas cien casas” han quedado destruidas por el río de lava que este lunes bajaba hacia la costa.
La lava descendía devorando jardines y casas a su paso, según mostraban las imágenes de los servicios de emergencia y de algunos vecinos en las redes sociales.
El sábado, “mi casa vibraba demasiado, parecía que se iba a caer”, cuenta Yahaira, aliviada ahora que sabe que su domicilio quedó intacto.
“Al final, salió la lava por el otro lado”, explica sobre un desenlace que no era; sin embargo, el esperado. Temía que esas imágenes “durísimas” que ha visto de otras casas, se repitieran en la suya. Aún así, persisten los interrogantes.
“No tenemos ni idea de cuándo vamos a volver”, relata.
‘Tres minutos’
Cuando se iba, Yahaira pudo ver la columna de lava, esa masa “naranja que explotaba” y sintió moverse la tierra. “Y ese ruido, de cuando el mar está muy malo, con muchas explosiones”.
Un sonido descrito igualmente por Miriam Moreno, de 39 años, otra vecina de Los Llanos: “como si hubiera aviones encima, o cuando se enciende la cocina de gas”.
Miriam no ha sido finalmente evacuada, pero se atrincheró en su casa con “mochilas de emergencia preparadas”, tal y como pidieron las autoridades, “con agua, comida”.
Desde su ventana, dice que puede ver la enorme columna de humo y oler “ese olor raro” provocado por las toneladas de dióxido de azufre que arroja el volcán.
Asimismo, teme sobre todo quedar atrapada en la isla, en medio de los gases tóxicos, si la situación empeora y se cierra el espacio aéreo.
Angie Chaux, que vive también en el municipio, no estaba en su casa cuando las autoridades instaron a los vecinos a irse. Cruzándose “a muchos coches, mucha gente”, llegó cerca de su casa a las 4:30 a.m. pero la carretera estaba cerrada.
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“Fue muy rápido. La Policía nos ha dejado pasar y nos dijo ‘tenéis 3 minutos’, nos dijeron que había que irse ya” con su marido y su niño de tres años, confió Chaux.
Chaux, de 27 años, sigue la situación por televisión y se da cuenta de que la lava no está más que a 700 metros de su casa. “Estoy nerviosa porque no sabemos qué va a pasar”, confesó.
La mayoría de las 5.500 personas movilizadas no saben cuándo podrán volver a casa.