Las chinches son pequeños insectos parásitos que se alimentan de la sangre de los humanos y otros animales. Si bien no representan una gran amenaza, sí pueden llegar a ser fastidiosas. Aunque no todas son tan inofensivas. Existe un tipo de chinche gigante que es el terror de algunos animales acuáticos.
Se trata del Lethocerus grandis, una chinche acuática gigante que mide hasta 10 centímetros y puede llegar a devorar peces, serpientes, sapos e incluso tortugas y patos. Existen 150 especies diferentes repartidas por zonas subtropicales y tropicales de todo el mundo.
Un reciente estudio, dirigido por Shin-ya Ohba, profesor adjunto de entomología en la Universidad de Nagasaki (Japón), ha profundizado en esta especie, analizando su inigualable capacidad depredadora.
Ohba se considera un apasionado de estos animales, a los que viene estudiando desde hace años. Así por ejemplo, en 2011 pudo grabar por primera vez cómo uno de estos especímenes atrapaba y se comía una tortuga.
Con la recopilación obtenida, el investigador a identificado que la estrategia que usan las chinches gigantes inicia de manera sigilosa.
Por su color marrón, se confunden con las plantas y el suelo, ventaja que aprovechan para sujetarse de la hojas y ramas marinas mientras, camufladas, esperan a su presa. Pueden permanecer largo rato bajo el agua gracias a una protuberancia ubicada de la parte posterior de su cuerpo que se extiende hasta la superficie y les permite respirar, como si se tratase de un tubo de buceo.
Cuando ya tienen la presa al alcance, se arrojan sobre ella con mucha violencia y la atrapan con las patas delanteras mientras la aseguran firmemente con las traseras. Luego, le clavan una suerte de aguijón, que inyecta un veneno a través del cual paralizan a la víctima. Tras esto empieza lo peor: absorben los fluidos del botín, que muchas veces continúa con vida.
Instinto paternal
Pero no todo en estos insectos es tan sanguinario. Al contrario de lo que ocurre normalmente en el reino animal, para las chinches acuáticas gigantes la tarea de cuidar de los huevos le corresponde al macho, quienes pueden incluso cargar en su espalda con las futuras crías.
"Tienen sistemas de apareamiento únicos, que involucran la competencia femenina, y exhiben cuidado paternal, en donde los machos asisten a los huevos puestos por las hembras en plantas emergentes (Lethocerinae) o sobre sus espaldas (Belostomatinae)", explica Ohba.
La investigación también señala que, en algunas especies, las hembras se encargan de comerse los huevos de otras madres. “Al destruir los huevos de una competidora, una hembra puede conseguir a su pareja y asegurarse de que el macho cuide de sus huevos”, añade.
Con todo, las chinches son necesarias para mantener la estabilidad en los ecosistemas en los que habitan, ya que ayudan a conservar el equilibrio de la cadena trófica. Depredan algunos animales y, a su vez, son el alimento de otras especies más grandes, incluidas las personas, que, en zonas como el sudeste asiático, se las comen fritas o hervidas.