Texas. Este 27 de abril, Melissa Lucio podría convertirse en la primera mujer latina en ser ejecutada en el estado de Texas. En 2008, fue encontrada culpable por un jurado del condado de Cameron del asesinato de su hija de dos años, Mariah Elizabeth Álvarez.
En su momento, el jurado determinó que Melissa había “golpeado y torturado” a su hija hasta la muerte. Sin embargo, ahora, después de que la mexicana—estadounidense pasara 14 años en la cárcel, sus abogados sostienen que una nueva revisión del material probatorio del caso demuestra que Melissa “es inocente y fue presionada para entregar una confesión bajo presión”.
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Para lograr que la ejecución se suspenda o, por lo menos, se aplace por 120 días más, la defensa de Melissa presentó una solicitud de clemencia ante la junta de perdones y fianzas del estado de Texas.
La solicitud, que cuenta con el apoyo de más de 80 legisladores estatales tanto demócratas como republicanos y de cuatro de los miembros del jurado que sentenció a la mujer en su momento, deberá ser aprobada por la junta de perdones y por el gobernador del estado Greg Abbott.
Los miembros del jurado que firmaron la solicitud de clemencia argumentaron que tenían “serias preocupaciones” de que se les hubiera ocultado información durante el juicio inicial, y aseguraron apoyar una reducción de los cargos.
Pobreza extrema
“Éramos una gran familia y estábamos muy unidos”, le contó a BBC Mundo John Lucio, el hijo mayor de Melissa. “Desde que ocurrió este accidente ha habido una gran división entre todos nosotros. Simplemente no ha sido lo mismo en estos últimos 15 años”.
En el 2007, Melissa llevaba una vida difícil en el condado de Cameron, en el estado de Texas, con su esposo de entonces, Robert Antonio Álvarez, y sus 12 hijos. En conversación con BBC Mundo, Sandra Babcock, una de las abogadas defensoras de Melissa, describió la situación de la familia como de “pobreza extrema”.
“Les cortaban la electricidad, se mudaron al menos 26 veces en un periodo de 5 años. Incluso, durante un tiempo, el único acceso que tenían al agua era a través de la manguera de sus vecinos o la de la iglesia,” cuenta Babcock. “Vivían en un tipo de pobreza que normalmente no se relaciona con personas viviendo en Estados Unidos”.
‘Un accidente’
Según las declaraciones de Melissa a la policía, durante una de esas mudanzas, el 15 de febrero del 2007, la niña Mariah se quedó sin supervisión adulta mientras sus padres estaban ocupados. En ese entonces, la familia vivía en un pequeño apartamento de dos habitaciones en el segundo piso de un edificio localizado en la ciudad de Harlingen.
Melissa explicó durante el interrogatorio que, cuando se dio cuenta que Mariah no estaba en el apartamento, salió a buscarla y la encontró llorando al pie de las escaleras, con algo de sangre en los dientes de abajo.
Sin embargo, al no encontrar otras heridas, Melissa continuó con las tareas del día. Dos días después, el 17 de febrero, a las 7 p. m., el papá de la niña llamó al servicio de emergencias 911 porque Mariah no estaba respirando. La pequeña de 2 años se quedó dormida en la cama de sus papás y nunca volvió a despertar.
Juicio contra Melissa
“Lo que vimos en el momento de su juicio es que hubo un afán de juzgar. Los fiscales y la Policía asumieron que Melissa era culpable basándose en su presunción de cómo se ve una madre en duelo”, explicó la profesora Babcock.
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“No se reconoció que Melissa estaba experimentando síntomas de su desorden traumático debido a que toda su vida fue víctima de abuso sexual infantil y violencia por parte de sus parejas”.
Momentos después de enterarse de la muerte de su hija, Melissa Lucio fue interrogada por cinco agentes de policía durante más de cinco horas, sin permitirle comer, beber o dormir: “La fastidiaron y la regañaron y le gritaron hasta que finalmente accedió a sus demandas y a la insistencia de que era culpable de hacerle daño a su hija”.
“Debió haber una investigación libre, exhaustiva y eso no fue lo que pasó”, dijo la abogada. Y a pesar de la presión de los agentes, durante el interrogatorio Melissa negó en más de 80 ocasiones distintas haber asesinado a su hija.
El caso de los fiscales se basó en la confesión de la mujer tras el duro interrogatorio, en el testimonio de uno de los agentes, quien dijo que estaba “seguro” de que la era culpable, y en las heridas que tenía el cuerpo de Mariah a la hora de su defunción.
Lo que es distinto hoy, cuenta la abogada defensora, es que por primera vez desde que Melissa fue sentenciada, hubo una revisión científica de la evidencia: “Lo que hemos encontrado es que no hay fundamentos científicos para su condena”.
Revisión de la evidencia
Lo que hizo la defensa de Melissa durante el proceso de apelación fue someter la evidencia del caso, que según argumentó Babcock no fue tenida en cuenta durante el juicio inicial, a una nueva revisión por parte de un grupo interdisciplinario de reconocidos expertos. Durante ese análisis, los expertos llegaron a conclusiones que dan una nueva lectura a los hechos.
Por ejemplo, para el reconocido patólogo forense Thomas Young, las heridas que presentaba el cuerpo de Mariah eran consistentes con una caída como la que Melissa le describió a los agentes de policía en su momento, debido a que la niña padecía de un raro trastorno de coagulación.
En la petición de clemencia, la defensa de Melissa también criticó fuertemente la metodología utilizada por la especialista forense Norma Jean Farley, quien durante el juicio testificó que la única causa posible del fallecimiento de Mariah era el abuso.
“La doctora Farley falló al no considerar la historia médica previa de Mariah, la cual incluía dificultad para caminar y caídas documentadas (causadas por un trastorno), al igual que una herida traumática cerebral anterior; información sobre el comportamiento de Mariah días antes de morir, incluyendo exceso de sueño y una pérdida de apetito, los cuales eran consistentes con trauma a la cabeza luego de una caída accidental”, argumentó la defensa en la solicitud.
Según el documento, la doctora Farley también falló al no tener en cuenta el trastorno de coagulación de Mariah durante sus testimonios.
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Según la defensa de Melissa, durante el juicio tampoco se llamó a testificar al psicólogo clínico John Pinkerman, quien revisó los vídeos de más de 5 horas del interrogatorio de la mujer y concluyó en ese momento que las características psicológicas de Melissa la hacían proclive a aceptar la culpa debido al estrés de la situación.
Y para Pinkerman, cuando Melissa admitió a los investigadores “ser responsable” a escasas horas de la muerte de su hija, parecía estar asumiendo responsabilidad por “la configuración entera del abuso y la negligencia médica por parte de la familia”, más no por haber golpeado a su hija hasta la muerte.
Lo que salió mal
Babcock dijo que el juicio de Melissa tuvo una infinidad de errores que se pudieron evitar. “Melissa tenía un abogado nombrado por la corte porque ella no podía pagar su propia defensa y su abogado no estaba preparado”, aseguró la abogada.
“El jurado nunca vio la evidencia exculpatoria, en parte porque el abogado nunca sometió el caso de la fiscalía a una examinación profunda, y porque los fiscales mismos fueron perezosos y corruptos”.
La acusación de corrupción, la abogada argumentó, se refiere al hecho de que el fiscal encargado de la investigación, fue sentenciado a 13 años de prisión por su responsabilidad en un esquema de sobornos en el sistema judicial de Texas. Sin embargo, esa condena no estuvo relacionada con el caso de Melissa.
“Yo creo que una de las razones por las cuales tantas personas están ofendidas es porque empiezas a pelar las capas y te das cuenta que es un caso de incompetencia de la defensa, es un caso de fiscales corruptos, es un caso de injusticias”, aseguró Babcock.
Desintegración de su familia
En el momento del arresto de su madre, John tenía 17 años. “Cuando todo esto ocurrió nuestra familia se dividió. Una prima de mi madre recibió la custodia de mis hermanos pequeños, algo que fue bueno porque cuando se graduaron del colegio, les fue muy bien en San Antonio, Texas”, comentó John.
“Los grandes, que estábamos cerca a la mayoría de edad, fuimos los que perdimos. Ser el hijo mayor fue muy difícil, no solo por la responsabilidad sino porque quería volver a ver a nuestra familia junta”. A sus 32 años, John cuenta que lleva algo más de un año fuera de prisión, y que durante un tiempo, intentó organizar su vida: regresó a la escuela, empezó a correr maratones y triatlones.
“Pero cuando el 16 de enero recibí la fecha de la ejecución de mi madre, todo empezó a salir mal para mí. Todo se convirtió en ‘¿qué puedo hacer por mi madre?’”. “Fue muy duro. No me podía concentrar. No he estado corriendo, no he estado entrenando, no he estado cumpliendo ninguno de los objetivos que tenía para este año. Y para volver a la escuela, voy a tener que ver cómo terminan las cosas con mi madre”.
John organizó varios plantones buscando que su madre sea liberada y dice que continuará luchando hasta el último momento. “Yo no estoy aquí para estar gritando. Yo solo estoy aquí para hacer lo que pueda por mi madre. No quisiera tener que hacerlo, enfrentarme a esto, pero no solo me ha afectado a mí, sino a mis hermanos también”.
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