¿Un sacerdote Tinder? Suena curioso, ¿cierto? Pues por más extraño que le parezca es real. Se trata de Fernando Cuevas, un cura de España que se dedica a unir jóvenes que comparten intereses.
A falta del arco y la flecha de cupido, el sacerdote les pide a los interesados en encontrar pareja que llenen un formulario, en el cual deben especificar detalles simples pero relevantes en su metodología: nombre, apellidos, edad, año de nacimiento, estatura, estudios, trabajo actual, aficiones, virtudes, carencias, cómo le gustaría que fuera la otra persona, grado de compromiso con la Iglesia y realidad o movimiento eclesiástico en el que se forma.
Cuevas ya celebró 270 matrimonios que él mismo presentó y hasta el momento ninguno de se ha divorciado. Cuando el sacerdote recibe los formularios completados inicia su labor de “match” o emparejamiento.
Para él, los puntos claves son la estatura y el lugar de residencia, pues a su consideración, el hombre siempre debe ser más alto que la mujer. En cuanto a la ciudad donde vive, el cura aseguró que la distancia sí importa. “A un tío de Cádiz no le paso a una tía de Galicia. Si para conocerla tiene que ir en AVE [tren bala] da pereza”, explicó a El Español.
De acuerdo con el sacerdote, luego de revisar esos dos puntos continúa con las personalidades, las cosas en común de los interesados y envía a la persona su posible candidato idea. Si la persona está de acuerdo, pasa su ficha al otro solicitante y en caso de que también lo apruebe hay un “match”.
“Le paso su número y le digo a la persona que se pondrán en contacto con ella en 24 horas. Y ahí quedarán o harán lo que les dé la gana. Yo ya ahí me olvido. Mi labor ha terminado”, comentó el sacerdote al medio citado.
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¿Cómo inició su interés por formar parejas?
Todo comenzó cuando hace 13 años el cura caminaba junto a su amigo Salva por las calles de Valencia. Mientras daban un paseo un grupo de jóvenes se dirigieron al sacerdote, quien en ese entonces era el capellán de la prelatura del Opus Dei, para hacerle unas consultas sobre el colegio donde residían.
En ese momento Salva quedó impresionado con la belleza de una de las mujeres y, consiente del compromiso de las jóvenes con la Iglesia, le pidió al cura que hiciera de celestino y le presentara a aquella mujer que lo dejó enamorado. Fue así como cinco meses después, Cuevas ofició la boda de Salva y esa joven, de nombre Geles, con quien sigue casado actualmente.
A partir de ese momento inició su pasión por juntar personas creyentes con intereses en común. Días después de la exitosa unión, Marta, una amiga de la novia, se acercó al padre y le hizo una curiosa petición: “Estuve en la boda de Geles y me dijo que se habían conocido gracias a usted. A ver si a mí también me encuentra a alguien”, le pidió la mujer.
El sacerdote no tardó mucho para ponerse manos a la obra y rápidamente le presentó a Luis, con quien Marta se casaría meses después. Al mejor amigo de Luis, Jordi, le presentó a una excompañera que es profesora y también acertó. “Eso fue rodando y rodando”, comentó el cura al medio español.