Brasilia. Las divisiones políticas sobre la estrategia para combatir la pandemia de coronavirus atrasan la respuesta de Brasil, con consecuencias que se perfilan como aun más trágicas que la complicada situación por la que atraviesa el país, alertan especialistas.
Brasil superó el fin de semana la marca de 10.000 muertos y 150.000 infectados, pero los científicos afirman que los números podrían ser hasta 15 veces superiores debido a la falta de pruebas de diagnóstico.
Desde el inicio de la emergencia sanitaria, el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro ha minimizado su gravedad y critica a diario a los gobiernos locales que impusieron medidas para frenar la circulación de personas a modo de prevención.
Incluso destituyó a su ministro de Salud por divergencias sobre la política de aislamiento social.
“Cuando existe una cacofonía, un desacuerdo muy grande de liderazgo en las políticas públicas, cuando estas son cuestionadas y no se logra un consenso mínimo, lo que sigue suele ser una tragedia”, alerta el historiador brasileño Sidney Chalhoub, profesor en la Universidad de Harvard.
Chalhoub recuerda el caso a fines del siglo XIX de Hamburgo, por entonces el mayor puerto de Alemania, donde se produjo un brote de cólera que dejó más de 10.000 muertos.
“La última gran epidemia de cólera en Europa fue totalmente causada por la división de la élite política local y por el predominio de una visión de los intereses económicos, que se sobreponían a los intereses de la salud pública, y eso causó una catástrofe económica mucho mayor”, señala.
Cita también la revuelta popular de 1904 contra la vacunación obligatoria antivariólica en Río de Janeiro, por entonces capital de Brasil, sobre la que se montaron intereses políticos para derrocar al gobierno, con un saldo de 30 muertos y una nueva epidemia de la enfermedad.
Una encuesta del Instituto Datafolha de fines de abril reveló que 67% de los brasileños cree necesario que las personas permanezcan en sus casas para evitar la propagación del virus, incluso con las consecuencias económicas que eso provoca.
En el último mes, simpatizantes de Bolsonaro realizaron caravanas en varias ciudades para pedir el fin de las medidas de aislamiento social y denunciar al Congreso y a la corte suprema, que han intentado limitar algunas acciones del mandatario.
El canciller Ernesto Araújo, que se define como "antiglobalista", denuncia intenciones de "usar la pandemia para instaurar el comunismo". "Como si no bastase el coronavirus, tenemos que enfrentar también el comunovirus", tuiteó el mes pasado.
Ideología contra ciencia
Pero la pandemia está alterando rasgos de la polarización izquierda-derecha, que llegó a su apogeo con la elección de Bolsonaro en 2018, según un estudio conducido por el politólogo Carlos Pereira, de la Fundación Getulio Vargas.
Entre los casi 8.000 encuestados que se definieron de derecha o centroderecha, el 56% se mantuvo fiel a las opiniones de Bolsonaro, pero un 40% discordó de su actitud frente a la pandemia.
“Cuanto más cercano alguien se halla de una persona contaminada o de un fallecido por el virus, más distante se coloca de la postura de Bolsonaro” y más favorable se muestra al aislamiento, expresa Pereira, quien ignora si se trata de un cambio duradero.
Para la socióloga Débora Messenberg, de la Universidad de Brasilia, ahora “el debate es sobre democracia y autoritarismo”.
“Tenemos un gobierno de extrema derecha, antidemocrático”, que ha dado alas a un segmento de la sociedad ligada al ‘ideario fascista’", manifiesta Messenberg al referirse a las protestas contra el Poder Legislativo y las agresiones contra periodistas y enfermeras por parte de manifestantes progobierno.
También científicos del prestigioso centro de investigación en salud pública Fiocruz recibieron amenazas en las redes sociales tras divulgar los resultados iniciales de un estudio sobre la cloroquina, medicamento antiviral que ha sido destacado por Bolsonaro como un tratamiento efectivo, aunque no existan estudios que lo comprueben.
"La democracia es mucho menos sólida de lo que imaginábamos. Y no es solo en Brasil que no ha echado raíces. La democracia liberal está en crisis en el mundo entero", señala Messenberg.
Chalhoub apunta otro agravante: la pandemia llega en un momento en que grandes países como Estados Unidos y Brasil son gobernados por líderes que "militan contra el conocimiento", en el que "la opiniones se defienden inventando hechos".
“Se construye una visión completamente nociva de una contradicción irremediable entre la catástrofe en la salud pública y la catástrofe económica, lo que lleva a una confirmación de ambas”, sentencia.