En un emirato conocido por sus espectaculares centros comerciales y su gusto por el lujo, Dana Alhammadi tiene múltiples opciones para encontrar sus productos de belleza en Dubái. Pero la joven busca otra forma de consumir y prefiere un barrio alternativo, Alserkal.
En Kave, café y tienda de productos artesanales que reivindica una “conciencia medioambiental”, Dana mezcla bicarbonato de sodio y aceite de coco en un pequeño bol para confeccionar ella misma un desodorante.
"Es verdaderamente bueno saber cómo conseguir algo natural y dejar de utilizar productos químicos", celebra la joven empleada pública emiratí vestida con una abaya, el largo vestido negro que utilizan las mujeres del Golfo.
“Estoy feliz de que se lancen estas actividades en los Emiratos”, insiste Dana, que frecuenta por primera vez los hangares de Alserkal, un pequeño barrio cultural establecido en 2008 por el mecenas emiratí Abdelmonem bin Eisa Alserkal, en Al Qoz, una zona industrial alejada que alberga depósitos y residencias obreras extranjeras.
La familia Alserkal, que hizo fortuna en los sectores inmobiliario y de la ingeniería, apoya diferentes proyectos culturales que se enmarcan en las ambiciones de Dubái de convertirse en la capital cultural regional, o más aún.
El emirato se prepara para albergar la Exposición Universal 2020, y ha invertido estos últimos años miles de millones en el sector cultural, como la apertura a fines de 2017 de una sucursal del museo del Louvre parisino en Abu Dhabi.
“Ecosistema”
Luego del descubrimiento de petróleo en el Golfo, Dubái mutó en apenas medio siglo de un desierto árido que vivía de la pesca y el comercio de perlas a una plataforma de importación y exportación, un centro financiero, un nudo aéreo y un destino turístico apreciado por los amantes de los hoteles de lujo y los rascacielos gigantes, como Burj Khalifa, la torre más alta del mundo.
Pero esta ciudad Estado busca ahora romper con su imagen de templo del consumismo superficial y la frivolidad. Cada vez más, el emirato valoriza las tradiciones emiratíes favoreciendo al mismo tiempo el surgimiento de una joven escena artística moderna en una de las ciudad más cosmopolitas del mundo, en la que el 90% de la población es extranjera.
En las callejuelas y los hangares renovados de Alserkal, estudiantes de arte preparan su primera exposición, fotógrafos se concentran en el objetivo de sus aparatos, mientras que unos visitantes emiratíes en vestimenta tradicional o jóvenes vestidos a la moda hipster se pasean por galerías de arte en cafés "bio".
En un emirato de Dubái conocido sobre todo por sus centros comerciales, sus islas artificiales y sus rascacielos, la directora Vilma Jurkute describe a Alserkal como un "ecosistema" y "una suerte de alternativa, formando por completo parte de la ciudad desde hace una década".
"Es una comunidad de emprendedores en la literatura, las artes, el cine, el teatro (...) que ha formado un pilar esencial de la economía de la cultura para Dubái pero también para la región", dice a la AFP esta joven lituana, que se jacta de estar al frente de la "más importante concentración de galerías de arte" en Oriente Medio.
Clientela de “nicho”
Galerías, oficinas compartidas o incluso una fábrica de chocolate artesanal, Alserkal dice apoyar a más de 70 proyectos de jóvenes creadores y emprendedores de todas las nacionalidades y albergar unos 500 eventos culturales, generalmente gratuitos, que atraen a medio millón de visitantes por año.
El barrio alberga al Akil, el primer y único cine de arte del Golfo, donde los afiches de grandes clásicos árabes y un pequeño café acogedor se oponen a las oscuras salas de los centros comerciales que proyectan producciones estadounidense o de Bollywood.
Para la directora adjunta de Akil, Luz Villamil, el objetivo es ofrecer al público de Dubái “otra experiencia de cine”, a veces con debates al final de la proyección. Una alternativa que atrae sobre todo a una clientela de “nicho” ávida de cine de autor europeo o árabe.