Vinieron de Oriente Medio y de África, deseosos de paz, seguridad y mejor vida. Huyeron de situaciones traumáticas, creadas por la violencia y la pobreza, y se arriesgaron a morir en un viaje inseguro a través el mar Egeo. Su sueño: encontrar asilo en Europa, su “tierra prometida”.
Pero, pronto, chocan con un despertar inesperado para ellos. Apenas en la puerta de Europa, el panorama no es tan grato.
El sobrepoblado campo de Moria, ubicado en la isla griega de Lesbos, es testigo cada día de las condiciones infrahumanas en las que viven más de 11.000 refugiados y migrantes, en su mayoría afganos, iraquíes y sirios, quienes han salido de sus países natales a causa de guerras, opresión política, pobreza y, en general, un mejor vivir en el continente Europeo.
En un principio, cuando estalló la crisis migratoria en el 2015 que llevó hacia Europa a más de un millón de migrantes, Grecia constituía solamente una tierra de tránsito.
Esta situación cambió con el progresivo cierre de las fronteras europeas internas por parte de países como Austria, Hungría y Alemania, en principio, medida que también imitaron Eslovenia, Macedonia, Serbia y Croacia.
Grecia se convirtió en una de las principales puertas de entrada al Viejo Continente, al igual que Italia.
Estos dos países, ambos miembros de la Unión Europea (UE), se constituyeron en “puntos calientes”: por su ubicación geográfica son los primeros territorios al alcance de migrantes procedentes de África y Oriente Medio. Por ello se abrieron centros de tránsito para acogerlos.
Sin embargo, ese carácter de lugar de pasó cambió con un polémico acuerdo que firmaron la Unión Europea y Turquía en marzo del 2016.
Según lo pactado, cuyo fin era frenar los cruces de migrantes a través del mar Egeo, Turquía debe admitir a toda persona que llegue irregularmente a las costas griegas, al tiempo que obliga a la UE a reasentar a un ciudadano sirio por cada sirio reenviado a Turquía. Además, el bloque debe dar ayuda financiera a los turcos para atender a esa población.
Sin color de rosa
Después de tres años del acuerdo y una interminable burocracia para hacerlo efectivo, Grecia se ha convertido en un limbo para muchos migrantes, que son confinados durante años en campos como el de Moria, en condiciones paupérrimas, mientras esperan que se resuelva su situación legal.
El campo de Moria, diseñado para acoger a 3.100 personas, alberga hoy a alrededor de 11.000. No es difícil imaginar las consecuencias: la gente debe esperar más de cuatro horas para conseguir comida, muchos viven en cabinas móviles o en tiendas de campaña que deben compartir cuatro familias (un promedio de 17 personas en cada una) e inclusive debajo de carpas de lona impermeable. Además, rodeados de basura.
LEA MÁS: Sobrepoblación en Lesbos obliga a enviar a más de 600 refugiados a otros albergues en Grecia
Esos albergues se convierten en auténticos congeladores durante el invierno, al no contar con electricidad, calefacción ni agua caliente. En el verano, sus ocupantes sufren con las altas temperaturas.
Diversas organizaciones humanitarias como Médicos Sin Fronteras (MSF) han denunciado en repetidas ocasiones, las condiciones de vida insalubres en las que viven los migrantes. Son tan extremas que en el área principal de Moria los habitantes disponen de un inodoro por cada 72 personas y una ducha para cada 84, lo cual facilita la aparición de males gastrointestinales, la propagación de virus y la proliferación de enfermedades en la piel.
Hundreds of migrants disembark at #Lesbos in record high single day arrival (Footage filmed on Friday) pic.twitter.com/nxD7IvJDoG
— Ruptly (@Ruptly) August 31, 2019
Como si lo anterior no fuese suficiente, lo moradores sufren padecimientos respiratorios causados por los gases lacrimógenos que lanzan los policías dentro del campamento para sofocar los constantes altercados.
Sigue la pesadilla... Dentro de las vallas de este campo de refugiados, hay otros peligros: por ejemplo, las agresiones sexuales, los ataques con navaja y los robos son frecuentes.
El hacimiento es causa de incidentes que muchas veces se salen del control de los policías y ese clima de tensión atormenta a los miles de niños, mujeres y hombres allí. Muchos de ellos llevan años de no saber lo que es una vida digna.
Los intentos de suicidio son muy frecuentes. Según MSF, todas las semanas atienden varios casos de personas de todas las edades, incluidos niños, que han intentado quitarse la vida. En una actividad grupal en el 2018, se descubrió que 18 de los 74 niños y jóvenes participantes, entre los 6 y 18 años, habían intentado suicidarse o se habían autolesionado.
Además, el acceso a la atención médica es complicado debido a la gran demanda y a que hay pocos médicos que brindan atención cerca del campo.
Otros problemas de salud mental son la depresión, la ansiedad y la psicosis, causados en la mayoría de los casos por tortura y agresiones sexuales. Aunque a algunos de los migrantes se les brinda atención psicológica, los tratamientos no suelen tener éxito debido a que en el campo el peligro de ser agredidos sexualmente, torturados o sufrir robos persiste.
A pesar de que las autoridades griegas insisten en que hacen lo posible por mantener en buenas condiciones los refugios y que la Unión Europea ha asignado casi 1.620 millones de euros durante los últimos seis años, lo cierto es que los campos se deterioran día con día y la situación de hacinamiento no se resuelve.
Llegadas de migrantes a Grecia
El número de personas que llegaron a las islas griegas aumentó a partir del año 2017, después del acuerdo UE-Turquía, provocando grandes hacinamientos en los campos de tránsito
FUENTE: UNHCR. || w. s. / LA NACIÓN.
Mientras tanto, los esfuerzos de la UE por cerrar sus fronteras internas no han desalentado a quienes corren peligro en sus países a emprender el viaje hacia el continente europeo. Resultado: sobrepoblación de los campamentos y deterioro de estos. Entre enero y setiembre del 2019 han arribado a las islas griegas 33.999 migrantes y han muerto o desaparecido aproximadamente 585.
Pese a todo, la Unión Europea y Turquía tratan de mantener a toda costa un acuerdo que no ha cumplido con el objetivo de reasentar a los migrantes ni en descongestionar los refugios griegos.