Visiblemente abatida, Fati espera ante un hospital privado de Níger donde su hijo está hospitalizado por malaria. Para muchos como ella en África, el despliegue de una vacuna contra esta enfermedad que mata a un niño cada dos minutos “será un gran alivio”.
"La malaria mata a nuestros niños y no perdona tampoco a los padres. Los niños faltan a la escuela y los padres no pueden ir a trabajar a los campos. Cuando llegue la vacuna, será un gran alivio", explica Fati a AFP en Niamey, la capital de Níger.
Es una enfermedad muy antigua, conocida desde la Antigüedad, que se manifiesta con fiebre, dolor de cabeza y dolores musculares, y después con ciclos de escalofríos, más fiebre y sudor.
Si no se trata a tiempo, la malaria, en particular el parásito que la causa en África (el Psalmodium falciparum), puede ser mortal.
El 9 de octubre, la OMS recomendó el despliegue masivo para niños de la vacuna "RTS,S" fabricada por el gigante farmacéutico británico GSK, la única que hasta ahora ha mostrado eficacia para reducir significativamente los casos, incluidos los más graves.
África concentra un 90% de los casos de malaria del mundo y 260.000 menores de cinco años fallecen anualmente por ella. Desde 2019, Ghana, Kenia y Malaui han empezado a introducir la vacuna en algunas regiones.
"¡Estoy muy ilusionada! Mi hija de 11 meses recibió la vacuna y todo fue bien. Estoy segura que es un medio para prolongar la esperanza de vida de nuestras generaciones futuras. Queremos que Ghana extienda rápidamente el programa en todo el país", celebró Hajia Aminu Bawa, en la región de Gomoa, en el sur del país.
"Cuando escuché a hablar de ello, no dudé ni un segundo. Algunos trataron de disuadirme diciendo que era una nueva vacuna que podía matar a mi bebé, pero hablaban sin saber. Todo el mundo debe vacunar a sus niños contra la malaria", decía Prince Gyamfi, madre de un pequeño de seis meses en la misma región.
Por ahora, los métodos de prevención contra esta enfermedad transmitida por la picadura de las hembras de mosquitos anófeles se basan esencialmente en el uso de mosquiteras y tratamientos preventivos no siempre accesibles para la población.
Pero eso es insuficiente según el doctor Djermakoye Hadiza Jackou, coordinadora del Programa Nacional de Lucha contra el Paludismo en Níger (PNLP).
"Hemos recibido con gran alegría el anuncio de la OMS. Es algo que verdaderamente esperábamos. La vacuna servirá de complemento a otras estrategias de prevención que ya hemos adoptado", asegura.
En la vecina Burkina Faso, otra vacuna desarrollada por la universidad británica de Oxford en colaboración con el estadounidense Novavax también mostró una eficacia prometedora en un ensayo clínico de 2019.
Pero según Wilfried Sawadogo, doctor en Uagadugú, el suero no debe reemplazar los otros modelos de prevención como la instalación de mosquiteras impregnadas o la administración a título preventivo de fármacos antimaláricos de acción prolongada en la estación de lluvias, un método extendido desde 2014 en este país con once millones de casos anuales.
"Esta campaña permite reducir en un 25-30% los casos de muerte vinculados a la malaria", explica.
Pero hay incógnitas por resolver respecto al despliegue de la vacuna y su coste.
"¿Quién lo financiará? ¿Está lista la comunidad internacional? Esa es la primera de las preguntas. ¿Y habrá disponible una cantidad suficiente?", se pregunta Serge Assi, médico e investigador en el instituto Pierre Richet de Bouaké (centro de Costa de Marfil), que recuerda que hizo falta "esperar décadas" para llegar a esta vacuna.
"La República Democrática de Congo no tiene vacunas contra la malaria disponibles en su territorio", recuerda la directora del programa de vacunación del país, la doctora Elisabeth Mukamba.
"Ahora corresponde a África impregnarse de esta tecnología, de su conocimiento, para producir vacunas en vez de importarlas. Es una apuesta mayor", dice Christian Happi, director del Centro de Excelencia Africano de Investigación Genómica y Enfermedades Infecciosas en Ede (suroeste de Nigeria).
La lucha contra el paludismo pasará también por un trabajo de largo recorrido en las infraestructuras, porque la estación de lluvias con sus recurrentes inundaciones provocan normalmente aumentos de casos.
“Si morimos de paludismo en África, es porque vivimos en la insalubridad total. Quien dice insalubridad, dice mosquitos”, apunta Ousmane Danbadji, especialista en saneamiento de Níger.