Seguramente escuchó en algún momento la costumbre de referirse a alguien, cuyo nombre se desconoce, como fulano, mengano, zutano o incluso perengano. A lo largo de los años, algunos se preguntan quiénes fueron estos individuos o si realmente existieron.
Realmente, ninguno de ellos existió; se trata más bien de cuatro recursos lingüísticos empleados para referirse a una persona cuyo nombre se ignora o que, por algún motivo, no se desea revelar.
De acuerdo con el canal de YouTube Datos Wiki, estas expresiones fueron utilizadas durante mucho tiempo por los hablantes del español, incluso en los albores del idioma, cuando la península ibérica estaba bajo el dominio de los conquistadores árabes.
Se destaca que fulano tiene su origen en el término árabe fulān (فلان), el cual significa “persona cualquiera” y es la denominación más comúnmente empleada de las mencionadas en gran parte de Latinoamérica.
Esta designación se utiliza de diversas maneras, como ejemplifican las siguientes expresiones: “Fulano de tal siempre tiene historias fascinantes que contar” o “ayer me encontré con fulano en la tienda”.
En cuanto a mengano, también deriva del árabe man kān y su sentido es “quien sea”. Se usa habitualmente en compañía de zutano o fulano, como se ilustra en la siguiente frase: “Ayer, fulano y mengano compartieron anécdotas divertidas que hicieron reír a todos”.
Se sostiene que la palabra zutano proviene del término latino scitānus, que significa “sabido”. Aunque no se comprende por qué se añadió a la coletilla, suele emplearse por sí sola o junto a fulano. Por ejemplo: “Fulano y zutano organizaron juntos el evento”.
En cambio, perengano es la palabra más reciente de todas, y no se encontraron raíces en otras expresiones antiguas o idiomas. Algunos estudiosos del lenguaje sugieren que podría ser una fusión del apellido Pérez con la palabra mengano.
Además, estas expresiones también son utilizadas en diminutivo (fulanito, menganita…) o se les añade el apellido “de tal”. Asimismo, cuentan con una variante femenina, aunque fulana suele tener connotaciones despectivas al referirse a las prostitutas, como en la frase: “Finalmente resultó ser una fulana”.

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