La Paz. Un barrio de adobe y ladrillos está siendo pintado de colores brillantes y pinturas de mujeres indígenas aymaras, colibríes y otras imágenes coloridas en un macromural que busca capturar el alma, cultura e identidad de las habitantes de esta ciudad.
Las fachadas y techos de las casas fueron revestidas de celeste, amarillo y rosa con diferentes formas geométricas que recogen los textiles indígenas en el barrio de Chualluma, al oeste de la ciudad, cuyas casas de pequeñas ventanas de adobe y ladrillos fueron renovadas como parte de un proyecto financiado por el gobierno.
Al centro del lugar también llama la atención una pintura de una máscara de un bailarín de danza folclórica y otra de bolivianas admirando la puesta de sol, entre otras.
Este vecindario, que estaba en el olvido según sus habitantes, ahora es inconfundible y sus estructuras ya se aprecian mejor desde la altura, por donde pasa una línea del teleférico que une La Paz con la vecina ciudad de El Alto.
Entre cuatro artistas urbanos y más de 50 albañiles aún se lleva a cabo el proyecto denominado “Mi Qhatu” (Mercado en aymara), después de que los vecinos ganaran un concurso llamado “Mi barrio, mi hogar”, que consiste en que las autoridades brinden recursos para mejorar el aspecto a la zona y generar identidad a nivel nacional.
El proyecto beneficia a 160 casas que abarcan unos 14,000 metros cuadrados y contempla un costo de 4,5 millones de bolivianos (unos $654.000), dijo a The Associated Press el coordinador del proyecto del Fondo Nacional de Inversión Productiva y Social, Pablo Balanza.
“Este es el primer macromural que tenemos en el país”, aseguró.
Balanza también explicó que se basaron en la experiencia de otros países como México, con el macromural en el barrio Las Palmitas del estado de Hidalgo.
La directora de este proyecto, la artista urbana Knorke Leaf, explicó que el objetivo es recoger la personalidad de sus habitantes –en su mayoría comerciantes y artesanos que migraron de lugares rurales– para “con ello traer alegría y también que sea turístico”.
El lugar está a unos 3.800 metros sobre el nivel del mar y para visitarlo hay que subir una escalera llamada las “mil gradas”, que permiten ver las montañas y el nevado llamado Illimani, la montaña emblemática de la ciudad.
“Nosotros los vecinos hemos decidido que nuestras casas muestren quiénes somos, nuestras costumbres, nuestra cultura”, explicó la presidenta de la junta de vecinos, Tomasa Gutiérrez.
“Han pintado mi casita, me han traído alegría. Antes no conocíamos así. Antes era sólo de adobe. No había cemento, todo era de tierra”, contó Eusebia Huanca, vecina de 69 años que habita el barrio desde hace medio siglo.