Londres. “La incertidumbre es lo más preocupante”, afirma Juliana Afanasjeva, responsable de una tienda de material artístico en Londres, obligada a cerrar como todos los comercios no esenciales de Inglaterra en el inicio, este jueves, del segundo confinamiento nacional contra el coronavirus.
Para tranquilizar a trabajadores y empresas, el ministro de Finanzas, Rishi Sunak, anunció la prolongación durante cinco meses de las ayudas gubernamentales para proteger el empleo.
Así, hasta finales de marzo el gobierno pagará el 80% del sueldo -hasta 2.500 libras mensuales- correspondiente a las horas no trabajadas de los empleados que no sean despedidos pese a la caída de la actividad.
“Extender el desempleo técnico y aumentar nuestro apoyo a los autónomos protegerá millones de empleos y dará a las personas y a las empresas la certeza que necesitan durante este difícil invierno”, dijo Sunak ante el Parlamento.
El paquete ofrece “absoluta certeza de que haremos lo que sea necesario”, quiso tranquilizar un portavoz de Downing Street antes de una intervención televisada del primer ministro, Boris Johnson, prevista por la tarde.
También el Banco de Inglaterra contribuyó a sostener la economía, al anunciar una ampliación de 150.000 millones de libras ($195.000 millones) de su programa de compra de activos, que alcanza así ya los 895.000 millones de libras.
Locomoción limitada
En principio hasta el 2 de diciembre, los 56 millones de habitantes de Inglaterra solo podrán salir de casa para comprar comida, acudir al médico, hacer ejercicio o ir a trabajar si les es imposible hacerlo a distancia.
Todos los comercios no esenciales y los locales de ocio tuvieron que cerrar pero, a diferencia del primer confinamiento, guarderías, escuelas y universidades permanecen abiertas.
País más castigado de Europa por la pandemia, el Reino Unido contabiliza casi 48.000 muertos: el miércoles se registraron 492, el mayor balance diario desde el 12 de mayo.
Tras haberse resistido durante semanas a imponer un segundo confinamiento nacional, Johnson acabó anunciado repentinamente el sábado que seguía los pasos de vecinos como Francia e Irlanda con la esperanza de poder permitir a las familias reunirse en Navidades.
Y el miércoles insistió en que las medidas "están limitadas en el tiempo".
“Hagamos lo que hagamos a partir del 2 de diciembre, requeriremos un nuevo mandato y un nuevo voto” del Parlamento, subrayó, reafirmando su intención de volver inmediatamente a un sistema de restricciones locales.
Pero más de un ministro ha dejado claro que no se puede descartar una extensión del confinamiento al cabo de las primeras cuatro semanas.
“No podemos excluir nada en esta crisis”, expresó el jueves el ministro de Justicia, Robert Buckland, al canal Sky News.
Inquietud
Esto, además de la angustia psicológica de quienes temen sentirse aislados, provoca gran preocupación en empresas y trabajadores.
Rodeada de botes de pintura antes de echar el cierre, Juliana Afanasjeva se preguntaba: "¿Qué es lo que realmente va a pasar después?". "Si va a haber una transición como tras el confinamiento anterior (...) o si realmente vamos a mantener nuestros trabajos".
“La incertidumbre es lo más preocupante”, aseguró.
Instaurado el 23 de marzo, el primer confinamiento fue levantado muy progresivamente, por sectores, desde principios de junio y hasta finales de julio.
Pero ante la reducción de la actividad muchos negocios no lograron despegar mientras varias zonas, especialmente en el norte, se vieron rápidamente bajo crecientes restricciones locales.
Denunciando las graves consecuencias que tendrá un segundo confinamiento para una economía ya muy castigada por el primero, el miércoles 34 miembros del Partido Conservador de Johnson se opusieron a la medida y 18 se abstuvieron, incluida la ex primera ministra Theresa May.
Pero la decisión fue aprobada por 513 votos contra 37 gracias al apoyo de una inmensa parte de la oposición. Su líder, el laborista Keir Starmer, consideró que sería una “locura” poner fin al cierre en una fecha fija si los casos no retroceden lo suficiente, haciendo temer un choque en una próxima votación.