Buenos Aires. Temperaturas muy altas marcaron el invierno austral de este año en el Cono Sur americano, donde además del cambio climático, el fenómeno de El Niño hizo que los termómetros rozaran los 30ºC en Buenos Aires y provocó intensas lluvias en Chile o ciclones en el sur de Brasil.
En pleno agosto, se vivieron olas de calor en Argentina, Uruguay y Chile. En localidades como Tartagal, en el noroeste de Argentina, la temperatura alcanzó los 40,2ºC, mientras en Vicuña, al pie de la cordillera andina a unos 450 km al norte de Santiago, se elevó a 37ºC, la más alta en 70 años.
Pero también hubo lluvias torrenciales en Chile, las mayores en 30 años, que dejaron inundaciones, seis muertos y un superávit en zonas afectadas por una sequía de 13 años, como el centro del país, rico en producción agrícola.
En Muçum y otras ciudades del estado Rio Grande do Sul, en Brasil, un ciclón provocó grandes inundaciones y deslaves que dejaron 46 muertos a inicios de septiembre. El río Taquari se desbordó, lo que golpeó zonas elevadas y apartadas de su cauce.
En esta región de Brasil fronteriza con Uruguay, este invierno hubo granizos, vientos fuertes y tempestades. Más de 147.000 personas fueron afectadas en todo el estado brasileño.
Expertos prevén que estos eventos extremos comiencen a ser habituales, producto del cambio climático que agrava los efectos de fenómenos meteorológicos como El Niño y La Niña.
“Lo más probable es que ya no tengamos más escenarios con lluvias bien distribuidas y temperaturas amenas en los próximos años”, dijo Pedro Côrtes, profesor del instituto de Energía y Ambiente de la Universidad de Sao Paulo.
Olas de calor y baja humedad
Brasil vivió el mes de julio más caluroso desde 1961. La temperatura promedio fue un grado más alta respecto del período 1991-2020, de acuerdo al Instituto Nacional de Meteorología de Brasil (Inmet).
Las regiones que más experimentaron el aumento de temperatura fueron el sur de la Amazonía, el centro-oeste del país -corazón del agronegocio-, y la región sur.
En julio, los termómetros en el centro y norte de Argentina se elevaron con valores de hasta 6ºC y 7°C por encima del promedio, mientras en Santiago de Chile el promedio de temperaturas máximas para el trimestre junio-agosto fue de 17,3ºC, el cuarto más alto desde 1960.
“Este incremento de las temperaturas podría deberse a una sequedad de la atmósfera. No es el cambio climático el único responsable”, explica Matías Pino, meteorólogo de la Dirección Meteorológica de Chile.
En Uruguay el invierno "se caracterizó por un déficit en las precipitaciones muy marcado (...) y por temperaturas elevadas" en comparación con los últimos 30 años, dijo la meteoróloga Madeleine Renom, profesora de la Universidad de La República.
Efectos en la agricultura
"La cantidad de agua que cae anualmente es parecida pero ahora son lluvias muy fuertes en poco tiempo, causando destrucciones en áreas agrícolas y de infraestructura urbana", explica Adolfo Pria, profesor de la Universidad Nacional de Brasil en el área de agricultura y medio ambiente.
Pria destaca que la concentración de lluvias con vientos fuertes presenta un riesgo para plantaciones expuestas a una erosión agresiva del suelo, como la soja y el maíz, de las que Brasil es el primer y segundo productor mundial, respectivamente.
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La sequía venía golpeando las economías de varios países de la región, como Argentina, donde el gobierno estimó las pérdidas para este año a causa de la falta de agua en $20.000 millones, casi el 3% del PIB.
"Todos los productores se han jugado en sus siembras a las precipitaciones que traiga consigo El Niño desde septiembre y consideran que existe un gran potencial para una excelente cosecha 'gruesa' (soja, maíz, girasol) para 2024", dijo el meteorólogo Mauricio Saldivar, de la organización Meteored.
La sequía, que desde hace tres años afecta a la cuenca del Río de la Plata, impactó en el suministro de agua potable en el suroeste de Uruguay y en el agro.
En el segundo trimestre del año el PIB uruguayo cayó 2,5% interanual, arrastrado por el impacto de las menores lluvias en la actividad agropecuaria y en el sector de la energía eléctrica, gas y agua.