Dublín. Tras aprobar el matrimonio homosexual hace tres años, los irlandeses votan este viernes en referendo si liberalizan el aborto, en un plebiscito que medirá la ascendencia de la Iglesia católica sobre el país.
Los electores decidirán concretamente si derogan la enmienda octava de la Constitución, que prohíbe abortar en todos los casos, salvo en el de peligro para la vida de la madre.
El plebiscito tiene lugar a tres meses de la visita del papa Francisco para el Encuentro Mundial de las Familias (World Meeting of Families, WMOF).
Los colegios electorales abrieron 7 a. m. (hora en Irlanda) y cerrarán a las 10 p. m. El recuento de los votos se hará el sábado y se espera conocer los resultados esa misma noche.
Los últimos sondeos dan una leve ventaja a los partidarios del sí, pero esta se ha visto reducida en algunas encuestas y una de cada seis personas sigue indecisa, por lo que se augura un resultado reñido.
Muestra del interés, más de 118.000 ciudadanos solicitaron este año inscribirse en el censo electoral.
El presidente irlandés, Michael D. Higgins, y el primer ministro, Leo Varadkar, depositaron su voto en Dublín, cerca de sus domicilios.
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Varadkar, que es médico de profesión y apoya liberalizar el aborto, dijo que la participación estaba siendo alta y que ello beneficiaba a la causa que defiende.
“Esperemos que gane el sí”, afirmó el primer ministro, que la víspera avisó de que el referendo constituye una oportunidad única en una generación.
Irlanda era hasta hace poco un feudo de la Iglesia católica, por razones históricas y también políticas, relacionadas con su secular enfrentamiento con la anglicana Inglaterra. El país se independizó del Reino Unido a principios del siglo XX.
Sin embargo, el escándalo de los abusos sexuales a niños por parte del clero, entre otros, fueron debilitando su posición, y aunque más de tres cuartas partes del país se declaró católica en el censo del 2016, la asistencia a misa ha decaído.
En el referendo de hace tres años sobre el matrimonio homosexual, la Iglesia adoptó una posición mucho más visible y perdió, y en este ha optado por un perfil bajo, en un tema cuya opinión conoce todo el mundo.
El aborto está penado con hasta 14 años de cárcel, aunque el embarazo sea el resultado de una violación o un incesto, y solo se permite si está en peligro la vida de la madre.
En el 2013 se decidió que las mujeres cuya vida peligraba por el embarazo pudieran interrumpirlo, tras el escándalo causado por la muerte de Savita Halappanavar, que murió al negársele un aborto.
Si se impone el sí, el gobierno Varadkar tiene ya listo un cambio en las leyes que permitiría abortar libremente durante las doce primeras semanas de embarazo y, en algunas circunstancias, durante los primeros seis meses.
Iniciativa fortalecida
La idea del nuevo referendo ganó impulso con el caso de Amanda Mellet, que tuvo que viajar a Reino Unido para abortar después de que se detectara que el feto sufría una anomalía mortal y que llevó su caso a la ONU.
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En ciudades y pueblos, la división era patente.
Gavin Boyne, un estudiante de filosofía de 20 años, explica que le debía la vida a la prohibición del aborto y que iba a votar a favor de mantener la octava enmienda.
Su madre se quedó embarazada accidentalmente y sus padres decidieron enviarla a Inglaterra para abortar, pero finalmente se echaron atrás.
“Mis abuelos reconocieron que era un ser humano único, con un valor, así que no podían hacer que me mataran. Si la enmienda octava no hubiera existido en 1998, hoy no estaría aquí”, afirma.
Para la dublinesa Ciara Grealy, de 21 años, no tiene sentido “exportar a mujeres a otros países para hacer algo que deberían poder hacer aquí de manera segura y legal”.
En el pequeño pueblo de Kilcullen, unos 50 kilómetros al sudoeste de la capital, Sean Murphy dijo a la AFP que no veía “ningún motivo para cambiar la posición de ahora”.
De vuelta en la capital, Helen, de 47 años, que no quiso dar su apellido y que sufrió un cáncer, explicó que no hubiera podido someterse a radioterapia de haber estado embarazada, en virtud de las leyes que dan a los fetos el mismo derecho a vivir que a las madres.
“No he podido dormir, siento mucha emoción”, dijo esta mujer, poco antes de que otro votante se entrometiera en la conversación para lanzarle la pregunta de si la vida era un bien precioso para ella o no.