Atenas. La poderosa Iglesia ortodoxa griega, hasta ahora ampliamente escéptica e incluso hostil a las medidas impuestas por las autoridades contra el coronavirus, debe hacer frente a la realidad de la pandemia, después de la contaminación de cinco prelados.
La Iglesia “al principio no se dio cuenta de la magnitud del problema”, expresa Chrysostomos Stamoulis, profesor de Teología en la Universidad de Salónica. Pero el mes pasado, al menos cinco obispos se contagiaron de covid-19, y uno de ellos murió.
Entre los enfermos figura el arzobispo Iéronymos, de 82 años, jefe de la influyente Iglesia ortodoxa, no separada del Estado en Grecia.
Tampoco, en el monte Athos, los monjes recluidos se salvaron del virus, a pesar de su aislamiento en un macizo montañoso del norte de Grecia.
Si bien el Estado prohibió los servicios religiosos, al igual que cualquier reunión pública, las iglesias permanecieron abiertas durante el primer confinamiento de la primavera boreal, así como también durante el segundo, que empezó el 7 de noviembre.
Una indulgencia que acarrea numerosas críticas hacia el gobierno conservador de Kyriakos Mitsotakis, cuyos vínculos con la Iglesia son estrechos.
Desdén por la prevención
Las imágenes, denunciadas por la oposición, mostraban a miembros del clero sin máscara ni distanciamiento social, e incluso dando la comunión.
El mismo monseñor Iéronymos, mucho antes de su hospitalización, había insistido en la importancia de continuar el ritual de la comunión, a pesar de las reticencias de los científicos. “Sin la comunión no hay Iglesia”, manifestó al diario Kathimerini en primavera.
Poco después del inicio del segundo confinamiento, la asociación de sacerdotes griegos se quejó de medidas "excesivas" que "obstaculizan la libertad de religión".
Solo después del agravamiento de la situación sanitaria y la contaminación de varios prelados, el jefe de la Iglesia llamó al clero a “respetuosamente seguir las reglas y medidas instauradas por las autoridades sanitarias competentes”.
Pero el jefe de la Iglesia tiene dificultades para convencer.
En general, la respuesta del clero ha sido “problemática”, consideró Alexandros Sakellariou, profesor de religión en la universidad a distancia de Grecia.
“Se puede alegar que, como sacerdotes ortodoxos, esperan encontrar a su creador (después de la muerte)”, afirmó. Pero entre mayo y octubre, “sobre todo en las zonas rurales”, los sacerdotes se burlaban de los fieles que venían a la iglesia con una mascarilla, añadió el académico.
Los dignatarios religiosos se han mostrado sin cubrebocas en grandes ceremonias nacionales, como la investidura de nuevos ministros en agosto o durante una importante celebración religiosa en Salónica en octubre. Inclusive un obispo retirado, curado del coronavirus, declaró que su “tratamiento regular” consistió en agua bendita.
En Pascua, la fiesta religiosa más grande de Grecia, la Iglesia se había negado a suspender la comunión. El Santo Sínodo considera que no hay riesgo de contaminación en este ritual, en el que el pan se sumerge en el vino en un solo cáliz.
Aún a mediados de noviembre, la alta autoridad de la Iglesia juzgaba fuera de lugar y “muy exageradas” las llamadas a suspender el sacramento, mientras que el obispo de Creta comparaba el uso de la mascarilla con la “esclavitud”.
Los numerosos matrimonios y bautizos celebrados sin cuidado este verano boreal son sospechosos de haber contribuido al pico de las infecciones de covid-19.