Ginebra. El fenómeno de las bacterias cada vez más resistentes a los medicamentos —acelerado por el consumo excesivo de antibióticos— preocupa a las autoridades sanitarias mundiales, ya que tiene consecuencias mortíferas, aunque sean difíciles de estimar con precisión.
¿De qué se trata?
“Se matan los microbios, es verdad, pero no todos mueren”, escribió en 1902 el autor francés Alphonse Allais. “Los que resisten son más fuertes que antes”. Era una broma, aunque, varias décadas antes de la aparición de los antibióticos, la frase era visionaria.
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Allais resumía muy bien el mecanismo por el cual aparecen bacterias cada vez más resistentes a estos medicamentos. Los antibióticos, descubiertos a finales de los años 1930-1940 y utilizados masivamente después de la Segunda Guerra Mundial, son moléculas que destruyen las bacterias causantes de enfermedades o, al menos, les impiden desarrollarse.
Sin embargo, con el tiempo, aparecen bacterias resistentes debido a mutaciones genéticas. Al eliminar las bacterias vulnerables, los antibióticos tienen un efecto perverso ya que permiten que las resistentes invadan el terreno. A esto se añade otro fenómeno: las bacterias reticulares pueden transmitir sus características a sus vecinas aún sensibles a los antibióticos.
“La mayor parte de las resistencias observadas, sobre todo las que se propagan de manera rápida y problemática, son debido a esta capacidad de ser transferidas”, explicó el microbiólogo francés Christian Lesterlin. Como consecuencia de estos diferentes mecanismos, los antibióticos, que hoy constituyen una gran parte de los medicamentos en circulación, van perdiendo gradualmente eficacia.
¿Cómo comenzó?
La resistencia a los antibióticos es un fenómeno natural. No obstante, se ve exacerbado por un consumo excesivo o inadecuado de estos tratamientos, por ejemplo contra la gripe, que es de origen viral y no bacteriano. Los países desarrollados se dieron cuenta del problema hace veinte años y lanzaron olas de campañas públicas como, en Francia, el famoso eslogan “Los antibióticos no son la solución a todo”.
El consumo de antibióticos finalmente se estabilizó en la década del 2010 en muchos países ricos. Aunque las preocupaciones se dirigen a los países en vías de desarrollo, donde su uso aumenta fuertemente. “Estas tendencias reflejan tanto un mejor acceso a los antibióticos para aquellos que los necesitan como un aumento de su uso inapropiado”, resumió el CDDEP, una organización estadounidense de investigación en salud pública.
La utilización abusiva de antibióticos en los animales también está en juego, ya que algunos agricultores los usan por su capacidad de acelerar el crecimiento del ganado. La Unión Europea prohibió, entre otras cosas, este uso desde el 2006.
¿Qué tan grave es?
“La resistencia a los antibióticos constituye en la actualidad una de las amenazas más graves para la salud mundial”, mencionó en el 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS). Con medicamentos menos eficaces, aumenta el riesgo de no poder curar una amplia gama de enfermedades bacterianas que suelen ser mortales, como la tuberculosis o la neumonía.
En este sentido, la resistencia a los antibióticos mata. Las autoridades sanitarias europeas estiman que 25.000 personas mueren cada año en la Unión Europea debido a sus consecuencias. Sus homólogos estadounidenses dan una cifra de 35.000 decesos anuales en Estados Unidos.
Sigue siendo difícil obtener una estimación mundial del fenómeno, y es justamente en los países en desarrollo donde el problema podría extenderse en los próximos años.
El tema es también propicio para algunas estimaciones alarmistas. Una de ellas, frecuentemente retomada, evoca 10 millones de muertes anuales en el 2050. No obstante, esta cifra, que proviene de un informe encargado hace algunos años por el gobierno británico, no es más que una apreciación dada por dos consultorías y no el fruto de un trabajo de investigadores.
Las consecuencias económicas son también difíciles de medir, aunque probablemente elevadas: costes de salud pública y, por lo que se refiere al uso de antibióticos en los animales, efectos nocivos sobre la agricultura y la alimentación.
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¿Qué puedo hacer?
Hay que seguir utilizando los antibióticos de manera selectiva y no excesiva, aunque los médicos se sientan a veces desprotegidos. “El miedo a las complicaciones y la presión que sienten los médicos por parte de algunos pacientes los empujan a prescribir antibióticos a sus pacientes ancianos”, señaló esta semana el organismo francés de la salud pública a partir de una encuesta realizada entre médicos.
Por lo tanto, es necesario encontrar soluciones previas, por ejemplo, tratando de identificar lo antes posible la aparición de bacterias más resistentes para evitar su propagación.
Por último, la investigación se orienta hacia el desarrollo de tratamientos alternativos a los antibióticos, a base de virus “bacteriófagos” que atacan a las bacterias y las neutralizan.