Taiz. Decenas de niños se arrodillan en un aula improvisada al aire libre en Yemen, donde un nuevo año escolar comienza a pesar de que el coronavirus y una brutal guerra ha dejado a los menores ante un futuro incierto.
Los alumnos de Taiz, tercera mayor ciudad del empobrecido país árabe, escuchan y trabajan lo mejor que pueden, pese a arrastrar ya siete años de un conflicto que ha matado a decenas de miles y ha obligado a millones a dejar sus casas.
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“Estudiamos un día sobre el piso, otro día en el tejado, y otros días en la calle”, cuenta Laith Kamel, de sétimo año.
“Durante cuatro años hemos estado esperando ir a una escuela de verdad”, acota.
Por todo el país hay niños que o bien no tienen clases en absoluto o, cuando las tienen, carecen de elementos básicos, como pupitres, asientos o baños.
Varias escuelas han sido destruidas en el conflicto entre las fuerzas del gobierno y los rebeldes hutíes, mientras que otras han sido convertidas en campos de refugiados o en instalaciones militares.
Ya antes de la pandemia había unos dos millones de infantes que se habían quedado sin lecciones, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Abandono
Para los inscritos en la escuela Al Thulaya de Taiz, donde la matrícula cuesta cerca de un dólar por alumno, las clases se imparten en un edificio sin terminar.
Las autoridades escolares afirman que el gobierno, enfrascado en el conflicto con los rebeldes, no puede proporcionar instalaciones adecuadas, así que la matrícula que cobran se usa para alquilar un edificio sin ventanas ni alcantarillado.
Los educadores son conscientes de que estas condiciones no son adecuadas para los menores, y señalan que muchos de ellos abandonan las aulas.
“Hay abandono porque no hay servicios básicos, como asientos y baños”, comenta Abdulghani Mahyoub, director de la escuela Al Thulaya, con 900 estudiantes.
“Vivimos a la intemperie, la mayoría de los alumnos estudian al aire libre”, admite.
Más aún, “los niños se enferman todo el tiempo” en las clases saturadas, apunta por su parte Asia Ahmed, una maestra.
Taiz, una ciudad de 600.000 habitantes bajo control del gobierno, aunque acosada por los rebeldes hutíes desde el 2015, es una de las localidades más conflictivas de Yemen y ha sido bombardeada repetidamente por los insurgentes.
Además, la pandemia del coronavirus complicó todavía más la vida para niños y maestros.
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Una tercera ola de contagios golpeó a los 30 millones de habitantes del país al inicio del año escolar, afirmaron en agosto las autoridades.
Sin embargo, las mascarillas y el distanciamiento social son lujos que no están al alcance de la mayoría en Yemen, donde la guerra tiene a millones de desplazados al borde de la hambruna.
El país ha reportado casi 8.000 casos de covid-19, con más de 1.470 muertes, no obstante, la ONU sostiene que se hacen pocas pruebas y que la cifra real podría ser mucho más alta.
Profesores sin sueldo
Según Unicef, el brote de covid obligó a cerrar el año escolar anticipadamente en los cursos del 2019-2020 y del 2020-2021.
La epidemia afectó a “la educación de casi 5,8 millones de alumnos de primaria y secundaria, incluyendo a 2,5 millones de niñas”, apuntó la agencia de la ONU.
Un contexto que ha dejado a Yemen sumido en la peor crisis humanitaria del mundo, según este organismo internacional. Grupos humanitarios dicen que el conflicto ha dejado decenas de miles de muertos.
Unos 3,3 millones de personas han sido desplazadas y más del 80% de la población necesita asistencia, asegura Naciones Unidas.
“Para empeorar las cosas, dos tercios de los educadores de Yemen (de un total de 170.000) no han recibido el salario regularmente en más de cuatro años, aseveró Unicef.
“Eso deja a alrededor de cuatro millones de niños adicionales en riesgo de ver interrumpida su educación o de abandonarla porque los maestros renuncian a la enseñanza por falta de pago”, agregó.