Río de Janeiro. Mujer, joven, negra de favela. Marielle Franco hizo de esa difícil combinación de factores su motor de lucha y, desde la calle o más recientemente como concejala, nunca se cansó de elevar su voz contra el racismo, el machismo y los abusos policiales en Río de Janeiro.
Su asesinato conmocionó porque es también el de un símbolo de superación e inspiración para Brasil.
Nacida y criada en la Maré, uno de los complejos de favelas más violentos de Río, Marielle estudió duro en cursillos comunitarios para ganar una beca y graduarse en Sociología en la universidad privada más prestigiosa de Río, la PUC.
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“Mi perspectiva cuando llegué ahí era la de una mujer negra de la favela, perteneciente a la Maré. Y había una disputa... sobre si mi cuerpo estaría en ese lugar de enseñanza de calidad, porque soy favelada”, recordaba la concejala, de 38 años, el miércoles en la noche en un acto con otras mujeres negras, minutos antes de ser asesinada mientras volvía con su chofer a su casa.
Incansable y sonriente, Marielle podía estar bajo el sol inclemente de Carnaval repartiendo abanicos contra el asedio a la multitud disfrazada, envolviendo su pelo crespo con una diadema colorida que decía “No es No”, como días después podía denunciar con solemnidad ante la Cámara Municipal de Río los atropellos de la policía en una favela.
“Era una mujer fuerte, segura, coherente, con los pies en el suelo. Miraba a los ojos de las personas y nunca se dejó deslumbrar. Ella sabía que era un cuerpo extraño en el lugar donde ocupaba”, dijo la productora cultural Marcela Lisboa, que conoció a Marielle cuando empezaba a militar en el Partido Socialismo y Libertad (PSOL).
La muerte de una amiga, por una bala perdida, fue la que lanzó a la joven carioca a la lucha por los derechos humanos, centrándose especialmente en las minorías silenciosas de las favelas.
La actuación policial fue uno de sus principales ejes de lucha, que consumó en su tesis del máster en Administración Pública de la Universidad Federal Fluminense (UFF), dedicada al fallido proyecto de las Unidades de Policía Pacificadora (UPP).
El título que eligió, “UPP: la reducción de la favela a tres letras”.
En esas comunidades empobrecidas Marielle empezó su larga carrera de activista, pasando por organizaciones como Brasil Foundation o el Centro de Acciones Solidarias de la Maré.
Su vida dio un giro cuando conoció a Marcelo Freixo, el defensor de los derechos humanos y diputado del estado de Río, del PSOL, que ha sufrido varias amenazas de muerte desde que en el 2008 dirigió una Comisión Parlamentaria de Investigación sobre la acción de milicias parapoliciales en las favelas.
Marielle se convirtió en su asesora y fue con el PSOL que acabó convirtiéndose en la quinta concejala más votada de Río en el 2016, con 46.000 votos.
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“Era una persona llena de vida, llena de gas, una persona fundamental para Río de Janeiro”, resumió entre lágrimas Freixo anoche desde el lugar donde fue asesinada.
Feminista, lesbiana y madre de una joven de 19 años, la defensa de los derechos de las mujeres –especialmente de las negras y faveladas– fue otro de los ejes principales de su lucha.
Organizaciones como Amnistía Internacional han exigido una investigación rigurosa del asesinato de Marielle, subrayando que era conocida por sus críticas frontales a los abusos policiales y a la reciente intervención de los militares en el área de seguridad de Rio, un asunto que Marielle vigilaba como relatora de una comisión de la Cámara Municipal.
”¿Cuántos más será necesario que mueran para que esta guerra acabe?”, se preguntaba la concejala en Twitter un día antes de ser baleada.
Vestida completamente de negro esperando junto a centenares de personas a que llegara su ataúd a la Cámara Municipal, Tenka Dara, otra joven negra y compañera de luchas de Marielle, lloraba desconsolada la muerte de su amiga.
"Ella era esa persona que estaría aquí liderando el movimiento. En este caos político, la muerte política es la de una mujer negra. Mataron a Mariella, pero sus ideas son a prueba de bala”, sollozó.