Viña del Mar, Chile. A los 10 años ingresó a un colegio de la Congregación Marista y comenzó su suplicio. Abusos sexuales y una violación transformaron en un “eterno juego perverso” la niñez de Jaime Concha, una de la víctimas de las decenas de casos de pederastia develados en los últimos años en Chile.
Décadas después de esa espiral de manipulación y abusos que se iniciaron en 1973 –con su ingreso al colegio Alonso de Ercilla, de Santiago– este médico de 55 años decidió contar su historia y con ello, comenzar a sanar sus heridas.
“Había una verdadera confabulación donde todos estaban vinculados y estaban esperándonos. La excusa era el campamento, el examen vocacional o el retiro, para abusarnos”, dice Concha en una entrevista con la AFP.
Con los boletines de notas que acumuló durante sus años en el colegio en sus manos, Jaime recuerda su primera comunión como “un acto nauseabundo” en el que tuvo que recibir la hostia de parte del mismo cura que había abusado de él.
“Como niño ¿qué iba a contar que me había pasado? Termino por no hablar, quedarme callado por miedo, por vergüenza y por culpa después”, reflexionó este hombre, que recién el año pasado se decidió a contar públicamente su historia.
Los abusos contra Jaime comenzaron en clases de letra gótica y siguieron en los salones del colegio y otros rincones del recinto, inclusive en los cuartos de los religiosos y los campamentos de ‘scout’ que se organizaban en la misma congregación.
Jaime acusa directamente a los hermanos maristas españoles José Monasterio –ya fallecido– y Abel Pérez, quien fue separado del cargo por la propia congregación y permanece bajo investigación judicial.
“El hermano Abel me sentaba en sus piernas, empezaba a hablarme, y yo, lo único que quería era que él hiciera lo que tuviera que hacer y lo hiciera rápido. Entonces ni siquiera escuchaba lo que él me decía. Yo sabía que todo era una excusa para tomarme y entonces yo lo único que trataba de hacer era casi como salirme de mi cuerpo”, recuerda Concha.
En agosto del año pasado, la Congregación de Hermanos Maristas de Chile presentó una denuncia ante la Fiscalía chilena contra Pérez, acusado de haber abusado sexualmente de 14 menores en dos colegios pertenecientes a la orden.
Una denuncia que llegó siete años después de que Pérez confesó ser el autor de abusos prolongados por tres décadas. El religioso fue separado de toda actividad con niños y enviado a una residencia de la comunidad en Perú, según medios locales.
“Escucho esa verdad oficial y confronto con la memoria traumática mía y conecto las piezas y aparece un sunami sobre mí donde se avalanchan todos mis recuerdos”, dice Concha sobre el momento en que en setiembre del año pasado decide hablar de su experiencia en una reunión de exalumnos.
Que no se repita
Jaime siente que por fin, y tras 45 años de vivir “enganchado en el terror, en la angustia” que arruinó su infancia y marcó para siempre su vida, podrá ahora hacer una diferencia y evitar que otros niños repitan su historia.
De momento, su crudo testimonio motivó a otras víctimas a denunciar abusos que se prolongaron por décadas.
Apoyados por la Fundación para la Confianza –formada por víctimas del influyente sacerdote Fernando Karadima, condenado por el Vaticano por abuso sexual–, Concha junto a otras víctimas acudieron en masa a la justicia.
El caso de Concha no está vinculado con el investigado por un emisario del Vaticano.
“Soy la evidencia de que en Chile, mientras se torturaba y se violaban los derechos humanos sistemáticamente por la dictadura de (Augusto) Pinochet, a mí y a mis compañeros en el colegio en esa misma época, entre 1973 y 1978, también se nos violaron nuestros derechos humanos de niños”, concluye Jaime, que anuncia que si la justicia de su país no responde, llevarán el caso marista a instancias internacionales.