El arte plasmado en decenas de murales pintados con vivos colores, no solo ha traído belleza para varias comunidades latinoamericanas que se encuentran en riesgo social -como las costarricenses Patarrá, Barrio Cuba y La Carpio-, sino un sentido de pertenencia entre sus integrantes.
En algunos casos, esa identificación con su entorno ha contribuido, en parte, a reducir los índices de violencia en los sitios que sufrían de ella.
Por ejemplo, en la Comunidad Wiphala, situada en El Alto (La Paz, Bolivia) e inaugurada en febrero de este año, se pueden apreciar 14 murales del reconocido artista boliviano Roberto Mamani Mamani.
El condominio alberga 336 apartamentos de índole social, para personas que no contaban con una vivienda, incluidas parejas jóvenes.
Mamani, junto con un equipo de artistas, pintó las fachadas de las estructuras con elementos que representan la cultura andina, como cóndores y chacha-warmis (matrimonios aimaras).
Los murales abarcan más de 10.000 metros cuadrados y el concepto del diseño está basado en la comunidad y en la familia. Estos se completaron en un período de cinco meses.
“Buscamos cambiar los paradigmas de la arquitectura y el diseño, tal y como lo hicieron los ‘cholets’. Vamos a continuar trabajando y, de esta manera, ayudar a revalorizar la cosmovisión andina”, dijo Mamani, de acuerdo con una publicación del diario boliviano La Razón.
Metamorfosis
En Costa Rica también se han desarrollado proyectos que han unido a la comunidad. Por ejemplo, en Linda Vista (en Patarrá de Desamparados) -en 2011- más de 100 personas diseñaron y confeccionaron un mural de cerámica y grafiti denominado “Aquí vivo yo, aquí vivimos todos”, que se desarrolló en un lapso de cinco meses.
En la obra se retrata el pasado y presente de la localidad y se rescatan valores como la diversidad y la inclusión.
Por otro lado, el artista Francisco Munguía ha desarrollado varios murales en diferentes barrios del país.
Uno de ellos lo realizó en la comunidad de El Pochote (en Barrio Cuba), donde atrás de las canchas en las que juegan los niños hay un mural suyo.
En la zona de Nuevos Horizontes, en La Carpio, también hay varios murales del nacional, situados donde se brindan diversos cursos de emprendimiento a miembros de la comunidad.
En ese mismo sitio también hay murales infantiles, destinados a los hijos de quienes reciben las capacitaciones.
En México, existen varios proyectos similares, que tienen como norte transformar las comunidades con el diseño y el arte como aliados.
Una de las iniciativas se desarrolló el año anterior en la colonia de Palmitas, ubicada en Pachuca.
Allí, un grupo de artistas que pertenecen a la agrupación Germen Colectivo –con el apoyo de las autoridades locales- pintaron 209 casas, que son habitadas por 452 familias, informó la BBC.
Verde, celeste, amarillo, morado, fucsia, son algunos de los tonos que se pueden apreciar en los murales, que tomaron 14 meses en ser completados.
“Jamás creí que fuéramos a tener un impacto tan grande, dijo a la agencia AP Enrique Gómez, el director del proyecto, quien fue pandillero y hoy dedica su vida a los grafitis y a crear murales.
De acuerdo con Gómez, el barrio se está transformando en uno mejor: ya la gente no le teme tanto a salir de noche por la peligrosidad y ha aumentado la convivencia entre los vecinos, incluso para hallar una solución a la inseguridad.
En otras partes del mundo, hay iniciativas que pretenden darle una cara distinta a los parques y promover el arte.
Desde 2007, en el parque Rogers, en Chicago (Estados Unidos), se gesta el proyecto Mile of Murals (La milla de los murales) en la que diferentes artistas generan murales sobre diferentes temáticas.
Según el sitio web del proyecto, actualmente hay al menos 10 murales pintados y la idea es que lleguen a 19 y alcancen una milla de longitud.