Caracas. Los apagones de por sí crean caos, pero en Venezuela van aún más lejos con la pérdida del suministro de agua y el colapso de la telefonía e Internet. ¿Por qué los daños colaterales son tan devastadores en el país petrolero?
Un profundo deterioro de los sistemas de respaldo -que podrían mantener en pie servicios básicos durante una emergencia- y de transmisión están en la raíz del problema, según expertos, que desestiman las continuas denuncias del gobierno sobre ataques a la infraestructura por parte de la oposición y Estados Unidos.
Infraestructura en ruinas
Según el presidente Nicolás Maduro, 80% del consumo de energía depende de la hidroeléctrica Guri (estado Bolívar, sur), la segunda más grande de Latinoamérica después de Itaipú (Brasil-Paraguay).
Originalmente, el diseño del sistema preveía que el 60% fuese generado por hidroeléctricas y el 40% por termoeléctricas, lo que explica la vulnerabilidad, dijo José Aguilar, consultor venezolano radicado en Estados Unidos.
En Guri se produjeron las fallas que desataron los masivos apagones que desde el 7 de marzo mantienen en vilo a los venezolanos.
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El parque termoeléctrico -que funciona con combustible y debería apoyar el suministro en momentos de crisis- está abandonado, aseguran.
Según Aguilar, de una capacidad instalada de 19.000 megavatios solo se cuenta con 2.000, pese a que en dos décadas de gobiernos chavistas se invirtieron $100.000 millones. Lo que pasa es que “hemos visto una inmensa corrupción”, asegura este especialista.
El servicio de luz y los combustibles son prácticamente gratuitos en Venezuela, con el gobierno chavista.
Las centrales hidroeléctricas tienen una capacidad instalada de 17.000 megavatios (10.000 en Guri), pero funcionan por debajo de ese potencial.
Con problemas de mantenimiento, las instalaciones aún operativas deben cubrir cada vez mayor demanda.
“Es como un carro destartalado, no lo puedes llevar a 200 kilómetros por hora porque va a haber un momento que va a hacer ‘plum’ y no va a funcionar más”, comentó en una entrevista televisiva Miguel Lara, gerente de operaciones del sistema eléctrico venezolano hasta el 2004.
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El sector fue nacionalizado por el fallecido presidente socialista Hugo Chávez (1999-2013) en 2007.
“¿Qué sucede en un país normal cuando hay un apagón? Los sistemas de respaldo arrancan y sostienen circuitos de emergencia: agua, hospitales, telecomunicaciones”, declaró José María de Viana, expresidente de la compañía de agua Hidrocapital y de la telefónica Movilnet.
Bombeo de agua
El suministro de agua para cerca del 60% de la población -de 30 millones de habitantes- depende de sistemas de bombeo que requieren "enormes cantidades de electricidad (...) para el arranque y luego para mantenerlos en funcionamiento", señala Aguilar.
Un cuarto de la energía eléctrica que consume Caracas -de seis millones de habitantes en su área metropolitana- se destina a ese esfuerzo.
Las fuentes además son lejanas y en el caso de la capital, un valle, el agua debe alcanzar una cota de 900 metros, apunta De Viana. Eso "consume mucha más energía que el metro", que moviliza a diario a dos millones de usuarios.
Las instalaciones hídricas tienen sus propios problemas. Incluso en condiciones de suministro de electricidad estable, el racionamiento es moneda común por una insfraestructura deficitaria.
Caída de telecomunicaciones
Sin luz, los teléfonos celulares pierden señal y las conexiones a Internet colapsan.
Las torres y antenas de telecomunicaciones están equipadas con baterías y motogeneradoras que funcionan con combustible para mantener autonomía en caso de apagones.
Según los expertos, esos respaldos van quedando fuera de servicio sin inversiones, en medio de la peor crisis económica del país en su historia moderna y sin acceso a financiamiento por sanciones estadounidenses.
La empresa estatal CANTV -nacionalizada por Chávez- está a cargo de 50% de la telefonía celular, por medio de Movilnet, y de 80% de las conexiones de banda ancha de internet en casas y oficinas.
Las operadoras privadas enfrentan su propia encrucijada, pues deben sobrevivir con tarifas impuestas por el gobierno, en donde un plan de telefonía celular llega a costar menos de un dólar mensualmente. Su acceso a divisas para renovar equipos también es limitado.
"Hay un gran rezago tecnológico", comenta De Viana.
Aguilar señala un problema adicional: la escasez crónica de combustible en regiones fronterizas del occidente del país.
A su juicio, la crisis eléctrica no hará más que empeorar mientras el gobierno no reconozca el problema.
“Cada uno de estos apagones debilita más el sistema. Es como un boxeador que cae a la lona, le hacen conteo de protección y se levanta. Cada vez que caiga, le va a costar más levantarse”, ilustra Aguilar.