Kabul. Wajiha Amimi no ha dormido en toda la noche. Esta joven afgana ha pasado horas haciendo y deshaciendo su bolso, nerviosa y contenta ante la idea de volver por fin a la escuela, por primera vez desde agosto, cuando los talibanes retornaron al poder en su país. Pero este miércoles su alegría duró poco.
En medio de una clase de biología y tan solo dos horas después de que las escuelas y centros de secundaria para las estudiantes afganas abrieran sus puertas en todo el país, esta adolescente se enteró, con estupefacción, de que los fundamentalistas islámicos anulaban su autorización de estudiar.
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“De repente nos dijéramos que nos marcháramos hasta nueva orden”, dijo Wajiha a la AFP, quien estudia en un centro de secundaria para niñas de Zarghona, en Kabul. “¿Qué hemos hecho mal? ¿Por qué las mujeres y las niñas tienen que sufrir esta situación?”, se preguntó la adolescente, pidiendo a los talibanes que le dejen “retomar las clases”.
Las jóvenes de secundaria se vieron privadas de clases durante casi un año en numerosas provincias. Primero por la covid-19, que obligó al Gobierno a cerrar todos los centros escolares, y después por la decisión de los talibanes.
En la escuela primaria, las chicas pudieron retomar las clases dos meses después de que Kabul cayera en manos de los talibanes, en agosto. Pero los islamistas argumentaron que necesitaban tiempo con el fin de adaptar las escuelas para que los estudiantes pudieran estar separados por sexos, pese a que la mayoría de los centros de secundaria, en este país conservador responden ya a esta exigencia.
Finalmente, el Ministerio de Educación anunció hace semanas que a finales de marzo las escuelas de secundaría reabrirían para las chicas.
‘Han roto el corazón de mis hijas’
Amina Haidari, madre de cuatro chicas, no ocultó su frustración. “Para las jóvenes, vivir a la sombra de los talibanes es un desastre, una pérdida de tiempo”, dijo esta mujer, que perdió su trabajo en un organismo público tras el retorno de los islamistas.
“Todos los anuncios que hacen los talibanes son propaganda. No creemos que vayan a reabrir las escuelas”, aseguró.
Este miércoles por la mañana, en todo el país, grupos de estudiantes esperanzadas, cargando sus mochilas y libros, llegaron a sus escuelas, alegres de iniciar por fin su año escolar. Para ellas, la decisión talibana de dar marcha atrás fue dramática.
“Teníamos muchas esperanzas pero ahora se hicieron añicos”, se lamentó Muthahera Arefi, de 17 años, alumna de la escuela Rabia Balji en Kabul, saliendo del centro escolar rumbo de nuevo a su casa.
En esta escuela, las alumnas ni siquiera pudieron atravesar el portón de entrada. “Se negaron a dejarnos entrar. Han roto el corazón de mis hijas”, dijo una madre, llorosa, cubierta de pies a cabeza, con un hiyab negro.
Una de sus hijas, que también usa velo y una larga túnica negra, no puede reprimir las lágrimas. Ninguna de las dos dio su nombre. “Tenía muchas ganas de ver de nuevo a mis amigas, de estar juntas de nuevo”, lamentó la muchacha.
Algunas estudiantes suplicaron a los guardas que les dejaran entrar en el centro. “Estamos listas para respetar todas las condiciones de los talibanes, usaremos hiyab o lo que nos digan, pero les pedimos que no pongan punto final a nuestra educación”, dijo otra estudiante.
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