Santiago, Chile. (Diario El Mercurio/GDA). Son las 13:30 horas del viernes 27 de noviembre.
Hace unos pocos minutos, una enfermera en el renovado Hospital Exequiel González Cortés, en San Miguel, me preguntaba en qué brazo quería ponerme la vacuna.
“La izquierda. Con la derecha escribo”, le dije. Todos le pedían lo mismo: vacunarse en el brazo menos hábil. Tras esperar 20 minutos a que prepararan la inyección, la enfermera me subió la manga, desinfectó la zona, tomó una pequeña jeringa amarilla -más pequeña que cualquiera otra vacuna que me hayan puesto- y procedió a inyectarme un líquido desconocido en mi cuerpo.
Las posibilidades de que sea un placebo, es decir, un suero inocuo, son las mismas de que por mi torrente haya entrado la primera vacuna que se comenzó a testear en Chile, la del laboratorio Janssen, perteneciente a Johnson & Johnson.
De haberme inyectado la vacuna, desde ese momento mi organismo comenzó a trabajar creando una “coraza” contra el virus SARS-CoV-2.
Esta vacuna usa como “vehículo” un adenovirus que no causa enfermedades a los humanos porque ha sido debilitado. Además, ha sido modificado para que en el organismo se repliquen ciertas proteínas del SARS-CoV-2.
“Son las proteínas de la superficie del coronavirus, de las espículas o spikes “, me explica el doctor Jorge Rojas, inmunólogo, quien me hizo un examen exhaustivo antes de la vacunación. En palabras sencillas, el cuerpo piensa que hay una infección por SARS-CoV-2, pero en realidad son solo ciertas proteínas de él, como si fuera solo su careta.
Estas proteínas son identificadas por el sistema inmunológico y se genera una repuesta inmune. Esta técnica no es la tradicional, en la que se usa el mismo virus debilitado. Ya ha sido empleada antes, pero poco. Se la usó en Ruanda y en el Congo en la vacuna contra el ébola, en 114 mil personas.
‘Tampoco, créanlo, soy un kamikaze’
¿Qué ganas con vacunarte?, ¿no te da miedo ser conejillo de Indias? Esas fueron las preguntas que más se repitieron cuando le conté a mi círculo más cercano que me iba a inscribir apenas solicitaran voluntarios. Las respuestas no fueron difíciles de contestar. Se está haciendo un esfuerzo global por buscar una vacuna rápida y efectiva, y ser voluntario es aportar con un pequeño grano de arena para que esto se logre. Y pronto.
En este caso soy un granito, entre 60 mil granitos más en el mundo. Si puedo hacerlo, lo hago con gusto y sin miedo, porque entiendo que el riesgo es mínimo. Tampoco, créanlo, soy un kamikaze que quiera inmolarse. Así que, cumpliendo mi promesa, envié un correo para inscribirme apenas anunciaron que se abrían los cupos en el país -se espera reclutar a mil voluntarios-.
A los días me llegó un formulario para llenar con mis antecedentes (entre ellos la edad, preexistencia de enfermedades y otros datos médicos).
Tras unas semanas me llamaron para agendar una visita. Uno de los factores que jugaron a mi favor para ser elegido fue que tengo sobre 40 años.
Después el doctor Miguel O’Ryan, investigador del Instituto de Ciencias Biomédicas de la U. de Chile y a cargo del estudio, me explicó que rápidamente se completaron los cupos de menores de 40. Los más jóvenes eran, por lejos, los más entusiastas. Ahora buscan gente sobre 40 y ojalá sobre 60, ya que la vacuna debe probarse en todos los segmentos de la población.
Fui a mi primera cita el martes 24 de noviembre. Se supone que ese día deberían haberme inyectado, pero no fue así. Al llegar, me pidieron antecedentes, tomaron mi pulso, presión, temperatura, nivel de oxigenación, etc. Luego tuve una larga conversación con el doctor Rojas, quien realizó una serie de exámenes y me bombardeó con preguntas sobre mi salud: operaciones, medicamentos, alergias, etc.
El doctor, además, debía ir anotando todo lo que yo preguntara espontáneamente. Era parte del protocolo (resulté ser más preguntón que lo normal).
Rojas me explicó con detalle que el estudio implica un seguimiento por dos años, con exámenes y evaluaciones de rutina, incluso en mi casa si fuese necesario.
Además, dos veces por semana tengo que llenar información en la aplicación StudyHub, que tuve que bajar en mi celular.
Básicamente, si me siento mal, tengo que reportarlo. Tampoco puedo participar en otros estudios, pero Rojas me explicó que si en Chile comienza una vacunación masiva o, por ejemplo, mi empresa quiere vacunar a todos los trabajadores, se puede pedir que se abra el doble ciego para saber si me vacunaron o solo me inyectaron suerito.
Sería poco ético que me quedara sin inmunizarme mientras todos acceden a la vacuna.
‘Un software es el que maneja todo’
Para los que no saben, el doble ciego es un procedimiento usado en investigaciones, en que el científico no conoce una variable clave del experimento, solo la conoce un tercero. En este caso, ni yo ni quienes me atendieron saben si lo que me inyectaron fue suero o vacuna. Todas las jeringas tienen el mismo aspecto y un software es el que maneja todo.
Ese software , manejado desde Estados Unidos, es el que randomiza, es decir, define lo que te van a poner en el brazo. Lo que entrega es un código: al voluntario Z10 póngale la inyección A2355, por ejemplo.
Cuando yo fui la primera vez, ese software estaba caído, no funcionó. Por lo que escuché, ya estaban teniendo problemas con él hacía días. Tras unas disculpas, volví a casa con el brazo intacto. El viernes volví. Misma rutina: temperatura para entrar al hospital, subir al tercer piso, toma de temperatura, presión y saturación. Ahora el software sí funcionaba.
La enfermera me sacó tres frascos de sangre y me tomó muestras nasales. Luego, llegó el momento de la inyección. Le pregunté a la enfermera si las personas comentaban sobre lo que les estaban poniendo. “Sí, muchos lo hacen. Dicen ‘esto se sintió como agua’ o ‘no era tan denso o doloroso como otras vacunas’, y se van convencidos que es placebo. Uno les sonríe no más”, me dijo.
Después me pasó un formulario para solicitar el dinero que daban por concepto de movilización. Los rechacé y, solo por curiosidad, le pregunté si había otros que lo hacían.
“Me ha sorprendido la cantidad de gente que lo rechaza. Dicen que lo hacen para aportar desinteresadamente y que no requieren el dinero”, añadió.
¿Placebo o vacuna? Como los otros voluntarios, también me fui pensando si me inocularon vacuna o placebo.
La inyección no me dolió mucho. No sentí un líquido denso. No se me enrojeció la zona y no tuve fiebre en la noche. Solo sentí el brazo un poco pesado. Los días siguientes me sentí normal, salvo el cuarto día, en que estaba cansado, con dolor de cabeza y un poco en la garganta; dolor de músculos y desganado. Me acosté temprano y lo reporté a la aplicación, que me hizo pregunta tras pregunta.
Como me regalaron un termómetro digital y un oxímetro, puedo llenar los datos exactos que me pide la app . Este viernes -solo con un poco de dolor de cabeza y de garganta, pero bien en general- recibí un llamado de una enfermera para preguntar gentilmente cómo me sentía y hacerme preguntas sobre mi salud.
Ese llamado tenía cómo objetivo evaluar si era necesario que alguien fuera a mi casa a tomarme exámenes más exhaustivos, incluyendo un PCR. En este caso no fue necesario, pero quedó clarísimo que están muy atentos de la salud de los voluntarios. Puede que nunca sepa si lo que me inyectaron es suero o vacuna.
Y de a poco me convenzo de que eso no importa. Seguiré cuidándome, guardando las distancias, usando mascarilla, quedándome en casa cuando sea posible.
Me siento bien, me siento bien conmigo por atreverme a ser voluntario para un estudio por primera vez en mi vida y con la convicción de que hice un pequeñísimo aporte para tratar de salir más rápido de la pandemia.
Cómo participar en los ensayos
Son cuatro los ensayos que comenzaron a realizarse en Chile, siendo el de Janssen el primero de ellos. Las vacunas se administran en tres lugares de la R. Metropolitana, además de Talca y Temuco.
Los voluntarios pueden inscribirse en estudiojanssen@med.uchile.cl.
El jueves comenzaron los ensayos para la vacuna de la U. de Oxford y AstraZeneca, que hasta el momento tiene un 70% de efectividad. Se requieren cerca de 1.500 voluntarios para el estudio en Chile.
“El principal objetivo de esta fase es determinar la seguridad, eficacia e inmunogenicidad de la vacuna. Participar en este estudio nos debe llenar de orgullo, pues nuestro país está participando activamente en las evaluaciones clínicas de esta vacuna que tendrá repercusión a nivel mundial”, dijo el Dr. Sergio Vargas, líder de este estudio e investigador del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina de la U. de Chile.
Los voluntarios pueden mandar un e-mail a vacunacovid.med@uchile.cl o vacunaoxford@gmail.com (Hospital Calvo Mackenna). Esta semana también comenzó el estudio de CanSino, vacuna desarrollada por investigadores chinos y canadienses y que será administrada en la U. de La Frontera, en Temuco.
Los interesados pueden inscribirse en vacunacimer@gmail.com El viernes pasado, en tanto, se comenzó con el estudio de la vacuna china de Sinovac Biotech. En este caso las inscripciones se reciben en www.coronavacfase3.cl
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