Ciudad del Vaticano. El Papa Francisco, en pleno proceso de corregir errores relacionados con un escándalo de pedofilia en Chile, fue superado el martes por su arriesgada decisión de haber nombrado como número tres del Vaticano, a un cardenal australiano que será juzgado por agresión sexual.
Un tribunal de Melbourne decidió este martes que el cardenal australiano George Pell, de 76 años, será juzgado por cargos de agresión sexual, en una serie de acusaciones que negó de manera categórica.
Identificado como uno de los consejeros más cercanos del papa Francisco, es el más alto representante de la Iglesia católica juzgado por agresiones sexuales hasta la fecha.
Ahora parece inevitable la mediatización del proceso que significa una pésima noticia para la Iglesia, cuya justicia interna sigue siendo muy reservada en casos de abuso sexual.
"La Santa Sede ha tomado nota de la decisión anunciada por las autoridades judiciales en Australia", dijo su portavoz en un breve en un comunicado, después del anuncio de una decisión temida por casi un año.
"El año pasado, el Santo Padre le concedió permiso al cardenal Pell para que pudiera defenderse de las acusaciones. Esta licencia todavía está vigente", agregó el Vaticano.
La posibilidad de que regrese a Roma el cardenal Pell, cuyo estado de salud es frágil, para por ahora muy lejana.
El australiano había sido acusado en 2002 de abusos sexuales por hechos presuntamente muy antiguos y fue absuelto.
El cardenal Pell fue llamado a Roma por Francisco para convertirse en su todopoderoso "ministro" de Finanzas y para dirigir un grupo de cardenales para reformar con firmeza el funcionamiento de la Curia (Gobierno del Vaticano).
El papa no pensó que el cardenal podría transformarse en una bomba de tiempo en la cúspide de la Iglesia, destacaron sus detractores.
Desde el principio, las víctimas australianas de abuso sexual percibieron la elección del Papa como una forma de rescatar o alejar al prelado de una investigación que estaba en curso en su país.
Cuando fue acusado por los tribunales australianos en junio de 2017, la Santa Sede aceptó otorgarle la "licencia" al cardenal sin exigir su renuncia, haciendo hincapié en la "honestidad" y la "dedicación enérgica" de Pell en la institución.
En realidad, la partida de uno de los más cercanos colaboradores del papa se sintió como un trueno en el Vaticano, que ya ha sido fuertemente criticado por su falta de severidad en este tipo de casos.
Hace cuatro meses, la víctima irlandesa de un sacerdote dio un portazo a una comisión de expertos contra la pedofilia en la que participaba, al denunciar una "vergonzosa" falta de cooperación de algunos prelados del Vaticanos. Sus críticos han dado la vuelta al mundo con sus denuncias.
Al ser consultado sobre las sospechas respecto al cardenal Pell, el papa se amparó en la presunción de inocencia. "Hay dudas, y +in dubio pro reo+ (la duda debe beneficiar al acusado). Debemos evitar todo proceso mediático, todo proceso que se base en rumores", dijo.
Estas palabras recuerdan la defensa probablemente demasiado determinante que hizo en Chile a mediados de enero, de un obispo chileno, Juan Barros, sospechoso de haber ocultado los actos pedófilos cometidos por el sacerdote, Fernando Karadima.
Su viaje se convirtió en un fiasco mediático cuando el Papa dio la impresión de que la voz de las víctimas era secundaria para la Iglesia.
Desde entonces el papa hizo varias mea culpa. En una carta divulgada el pasado 11 de abril por el Vaticano, el papa argentino reconoció que había incurrido en "graves equivocaciones de valoración" de los casos de pederastia en Chile que fueron encubiertos por miembros de la Iglesia católica.
El papa convocó a Roma en mayo a los 32 obispos de Chile. El último fin de semana Francisco recibió en el Vaticano a las tres víctimas chilenas de Karadima.
"Estoy conmovido. Me escuchó con gran respeto, cariño y cercanía, como un padre. Profundizamos en muchos temas. Hoy tengo más esperanza en el futuro de nuestra Iglesia. A pesar de que la tarea es enorme", escribió en un tuit, Juan Carlos Cruz, una de las víctimas chilenas con quien se reunió por mas de dos horas.
El 71% de los chilenos desaprueba la forma en que la Iglesia manejó las acusaciones de abusos sexuales, según una encuesta reciente.