Washington.Entre llamamientos a la unidad nacional, tuits vengadores y cálculos electorales, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, envía señales confusas, cuando no incomprensibles, a un país que hace frente al rápido avance del coronavirus.
Tras haber minimizado la amenaza sanitaria durante semanas, Trump se presentó primero como el presidente de un país "en guerra", antes de multiplicar los mensajes ambiguos sobre las restricciones impuestas para frenar la pandemia.
En parte por su actitud, el país más rico del planeta ofrece un espectáculo de desunión. El Gobierno Federal y los estados no actúan juntos, y los demócratas y los republicanos no se ponen de acuerdo para aprobar un plan de estímulo económico de casi $2 billones.
La búsqueda de un equilibrio entre los objetivos sanitarios y la supervivencia económica del país es, sin duda, un debate legítimo, pero la forma en que el mandatario republicano cambia una y otra vez de rumbo desconcierta tanto a sus adversarios demócratas como a sus aliados.
"No podemos dejar que el remedio sea peor que la enfermedad", escribió el domingo por la noche en uno de sus habituales tuits en mayúsculas.
"Al final de este periodo de 15 días, ¡tomaremos una decisión sobre el rumbo que queremos tomar!", añadió Trump, sin dar indicaciones sobre lo que tiene previsto para las próximas semanas.
La Casa Blanca presentó la semana pasada una serie de recomendaciones en un documento titulado 15 días para frenar la propagación del virus.
Las autoridades sanitarias repiten, por su parte, un mensaje sencillo: lo peor está por llegar en Estados Unidos y aún no es hora de aflojar los esfuerzos.
Sin tratamiento médico a la vista, la única opción para vencer al coronavirus es mantener de forma duradera una restricción de los movimientos de los ciudadanos tan estricta como sea posible.
Casi uno de cada tres estadounidenses se ve afectado por una medida de confinamiento decretada por el gobernador de su estado.
Y aunque el retraso en el acceso a los tests para detectar el coronavirus dificultó en un primer momento la evaluación de la pandemia en suelo estadounidense, ahora se sabe que su avance es alarmante.
“Quiero que Estados Unidos lo entienda: esta semana la situación va a empeorar”, avisó en el canal NBC el administrador de la salud pública, Jerome Adams, que instó a los ciudadanos a quedarse en sus casas.
Otro liderazgo
Las incoherencias de Trump, que no parece dispuesto a interrumpir su campaña por la reelección, contrasta con la actitud del gobernador del estado de Nueva York, Andrew Cuomo.
Con su calma, su claridad, su franqueza y su sentido de la pedagogía, este se ha convertido en una figura clave de la lucha contra la pandemia en el país, más allá de su estado natal.
Cuomo se negó a criticar los tuits nocturnos del presidente, pero defendió las decisiones drásticas tomadas en Nueva York para luchar contra el coronavirus, aunque reconoció que habrá que hacer ajustes en el futuro.
"Soy consciente de que no es sostenible gestionar este estado o este país con una economía cerrada", explicó.
"¿Existe una estrategia de salud pública que sea más productiva, menos destructiva para la economía?", se preguntó Cuomo. "Creo que hay un punto en el que esas dos líneas se unen y hay que identificarlo".
De momento, Trump, quien habla casi a diario y sin ninguna base científica del inminente hallazgo de un tratamiento, sigue en sus trece.
Ante esta crisis sanitaria sin precedentes en la historia política moderna, ¿se le ocurrió consultar a sus predecesores como hicieron ellos durante catástrofes naturales?
La respuesta es no. “Creo que hacemos un trabajo extraordinario (...) No creo que aprendiera muchas cosas”, declaró el 45.º presidente de Estados Unidos.
Para David Axelrod, exasesor del demócrata Barack Obama, las incoherencias a las que su país asiste cada día durante las ruedas de prensa presidenciales suscitan dudas.
“Es difícil no sacar una conclusión aterradora de ese espectáculo: tenemos un enorme reto ante nosotros y un presidente minúsculo”.