Amsterdam. Exactamente un milenio atrás y casi 500 años antes que Cristóbal Colón, los vikingos pisaron suelo americano. Así lo revela un detallado análisis que fue elaborado a partir de maderas encontradas en L’Anse aux Meadows, el único sitio que los arqueólogos han reconocido como un probable asentamiento vikingo y que está situado en la isla de Terranova, en la costa atlántica de Canadá.
Este sitio, compuesto por restos de estructuras habitacionales de madera, fue descubierto hace unos 50 años por un matrimonio de arqueólogos locales. Una de las piezas decisivas para corroborar el origen vikingo en ese entonces fue el hallazgo de un alfiler de bronce para una capa.
“No nos propusimos probar que los vikingos habían llegado a América. Eso ya se sabía. Sin embargo, no se conocía exactamente cuándo había ocurrido”, explicó Michael Dee, profesor de cronología isotópica de la Universidad de Groningen (Países Bajos) y autor principal del estudio que publicó la revista Nature.
“La evidencia anterior de datación por radiocarbono (de maderas y objetos) no fue totalmente concluyente y en cuanto a las estimaciones basadas en las sagas (historias vikingas) se debe tener en cuenta que estos son relatos son en parte mágicos, en parte legendarios, y fueron escritos cientos de años después”, contó el investigador a El Mercurio.
Tras analizar la huella dejada por una tormenta solar en los anillos de los árboles en el sitio canadiense, los científicos pudieron fechar con precisión la presencia de los navegantes nórdicos. En concreto, analizaron tres trozos procedentes de tres árboles diferentes, cada uno con claras evidencias de corte y rebanado con cuchillos de metal, un material que no producía la población indígena.
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Flujo genético
“La fecha que obtuvieron tiene un margen de error menor a cualquier trabajo anterior”, destaca el arqueólogo de la Universidad de Playa Ancha, José Miguel Ramírez. No obstante, todavía quedan misterios por resolver, como las pruebas de contacto estrecho con la población local. “Alguna evidencia de artefactos podría interpretarse como contacto y las sagas hablan de muchas formas diferentes de contacto entre los visitantes y los lugareños. Pero es muy difícil de verificar”, reconoce Michael Dee.
“Hasta donde sabemos, no se ha realizado ningún análisis de ADN de los restos de pueblos indígenas de esa parte del mundo. Sí se han realizado algunos análisis de este tipo sobre los entierros vikingos en Groenlandia, pero se trataba de solo 23 esqueletos y eran principalmente individuos de alto estatus; en cualquier caso, no mostraban evidencia de flujo genético de América del Norte”.
Tampoco se ha encontrado en Europa evidencia de este contacto. “Las sagas hablan de que indígenas norteamericanos fueron tomados como rehenes, pero aún no se ha encontrado evidencia científica de esto”, admite.
La estadía vikinga tampoco habría sido muy prolongada. “No sabemos cuánto tiempo se quedaron. Quizás un año, quizás 10 años más o menos. Creemos que se fueron por una combinación de cosas. Probablemente, se dieron cuenta de que era demasiado lejos para llegar en busca de madera y, de nuevo, si creemos en las sagas, se involucraron en un conflicto con los pueblos indígenas que los habrían superado en número, pero la verdad es que no se sabe por qué no se asentaron definitivamente”, explicó
L’Anse aux Meadows “no es un sitio pequeño para pensar que solo estuvieron una temporada y se fueron, hay lugares habitacionales donde pudieron haber entrado varias decenas de personas”, sostiene Rafael Labarca, académico de la carrera de Arqueología de la Universidad Católica. “Pero los inviernos allá son muy duros, por lo que probablemente se trataba de ocupaciones estacionales”, sugiere.
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Escala en Groenlandia
Antes de llegar al continente americano, los vikingos habían estado en otros territorios. “Estamos hablando de la época de Erik el Rojo y de todos esos grandes personajes de las sagas vikingas que alcanzaron el nuevo continente pasando por el borde polar, por Groenlandia, y allí se instalaron un tiempo”, destaca el arqueólogo José Miguel Ramírez.
“Groenlandia llegó a tener en un momento más de dos mil personas viviendo ahí”, complementa Rafael Labarca. Pero algo pasó que no resultó su modo de adaptación y cuando se produjo un cambio climático y bajó la temperatura, ellos no se acostumbraron, cree Ramírez.
Los especialistas reconocen que al ya no estar presente la población en Groenlandia, el viaje a América se habría tornado mucho más largo e inseguro para las embarcaciones, lo que llevó a abandonar ese destino, que retomaron los españoles en 1492 con Colón.
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