
Japón conmemora este jueves el 30.º aniversario del atentado con gas sarín en el metro de Tokio, perpetrado por la secta Aum Shinrikyo, que dejó 14 muertos y más de 5.800 heridos.
Como cada año, empleados del metro y familiares de las víctimas guardaron un minuto de silencio en la estación de Kasumigaseki, uno de los puntos donde ocurrió el ataque.
El 20 de marzo de 1995, alrededor de las 8 a. m., cinco miembros de la secta Aum depositaron bolsas de plástico con gas sarín líquido en varias líneas del metro. Luego, las perforaron con la punta de sus paraguas y huyeron, dejando que el agente neurotóxico se propagara en los vagones en movimiento.
Los trenes continuaron su recorrido mientras los pasajeros inhalaban el gas sin poder escapar. Al detenerse en las estaciones, cientos de personas intentaron salir, muchas de ellas con vómitos y graves dificultades respiratorias, mientras el personal de emergencia trataba de asistirlos.
Inicialmente, el atentado dejó 13 muertos, pero en 2020 una víctima falleció debido a secuelas cerebrales. Más de 5.800 personas sufrieron heridas, y muchas aún enfrentan problemas de visión, fatiga y traumas psicológicos.
Shizue Takahashi, de 78 años, perdió a su esposo en el ataque y desde entonces se ha convertido en una activista contra la secta Aum Shinrikyo. Este jueves, al dejar una ofrenda floral en Kasumigaseki, expresó su dolor:
“Cuando vengo aquí, recuerdo claramente ese día, y me invade la tristeza. Mi vida no era así”, relató.
El líder de la secta, Shoko Asahara (cuyo verdadero nombre era Chizuo Matsumoto), fue ejecutado en 2018 junto a 12 de sus discípulos por este y otros crímenes violentos. Asahara predicaba la llegada del Apocalipsis y justificaba los asesinatos como un medio para “elevar las almas” a un estado superior.
Amenaza sigue latente
Aunque la secta fue desmantelada, su ideología persiste. Según expertos, unos 1.600 seguidores continúan venerando a Asahara en grupos vinculados, los cuales utilizan redes sociales y aplicaciones de mensajería para reclutar jóvenes y difundir su versión de los hechos.
Yuji Nakamura, abogado de las víctimas, advirtió que muchos sobrevivientes siguen lidiando con secuelas de salud y pidió mayor apoyo gubernamental.
“Espero que el gobierno sea más proactivo en brindar atención médica”, declaró.
Por su parte, el abogado Kenji Utsunomiya instó a las autoridades a tomar medidas más estrictas contra la organización.
“Permitir que este grupo siga operando es peligroso para la sociedad japonesa”, afirmó, señalando la necesidad de congelar sus activos para evitar su resurgimiento.
A 30 años del atentado, Japón recuerda a las víctimas y sigue en alerta ante la persistencia de estas ideologías extremistas.