El expresidente estadounidense Jimmy Carter, fallecido este domingo a los 100 años, es recordado como mediador en conflictos mundiales, defensor de los derechos humanos y estadista, un rol que le valió el Premio Nobel de la Paz en el 2002.
El presidente demócrata, cuyo mandato de 1977 a 1981 se vio empañado por la crisis de los rehenes en Irán, dejó la Casa Blanca tras una aplastante derrota electoral frente al republicano Ronald Reagan.
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Considerado ingenuo y débil en los círculos políticos de Washington, e incluso dentro de su propio partido, este ferviente cristiano evangélico de Georgia, que impartió clases en la escuela dominical hasta los 90 años, fue visto como un paria político durante mucho tiempo. Sin embargo, con los años, su imagen cambió gracias a sus actividades tras dejar la presidencia y a logros como la negociación del acuerdo de paz entre Israel y Egipto.
Carter, reconocido por su amplia sonrisa, centró su mandato como el 39.º presidente de Estados Unidos en la defensa de los derechos humanos, la justicia social y los valores democráticos. Su política hacia América Latina reflejó esos principios: denunció los abusos de las dictaduras militares del Cono Sur, retiró el apoyo al régimen de Somoza en Nicaragua y se comprometió a devolver el canal de Panamá a los panameños.
De la granja a la Casa Blanca
James Earl Carter Jr., su nombre completo, nació el 1.º de octubre de 1924 en Plains, Georgia, una pequeña localidad donde vivió la mayor parte de su vida. Después de siete años en la Marina, donde trabajó en el programa de submarinos nucleares y alcanzó el grado de teniente, regresó a casa para administrar la granja familiar de cultivo de maní.
La política tocó a su puerta y lo llevó a ser senador estatal de Georgia en los años 1960 y luego gobernador en 1971. Poco después, lanzó su candidatura a la Casa Blanca, asumiendo la presidencia en 1977. Carter llegó en un momento en que el país buscaba un líder capaz de disipar el pesimismo generado por la guerra de Vietnam, el escándalo del Watergate y una profunda recesión.
En 1978, convenció al Senado para ratificar los tratados firmados un año antes con el mandatario panameño Omar Torrijos, que devolvieron el canal de Panamá al país latinoamericano. Según Carter, fue “la batalla política más difícil” de su carrera.
Momentos brillantes y desafíos
Un punto culminante de su mandato fueron los históricos Acuerdos de Camp David de 1978, firmados por Menájem Beguín de Israel y Anwar Sadat de Egipto, que condujeron al tratado de paz un año después. También estableció relaciones diplomáticas con China y acordó con Fidel Castro la reapertura de sedes diplomáticas bajo la figura de Secciones de Intereses.
Sin embargo, su mandato quedó marcado por la toma de la Embajada estadounidense en Teherán en 1979 y el fallido intento de rescatar a los cautivos en 1980. Los rehenes fueron liberados el 20 de enero de 1981, el mismo día en que Reagan asumió la presidencia. Además, su manejo de la segunda crisis petrolera recibió críticas, asociándose las filas en las gasolineras con “los años Carter”.
Tras perder las elecciones, los republicanos ocuparon la Casa Blanca durante 12 años consecutivos, primero con Reagan y luego con George H.W. Bush. Pocos líderes demócratas han reivindicado su legado.
Reinventarse como expresidente
Después de dejar el poder a los 56 años, Carter se dedicó a actividades humanitarias al frente del Centro Carter, supervisando elecciones en todo el mundo y promoviendo la paz. En el 2002, recibió el Nobel de la Paz por sus esfuerzos en la resolución pacífica de conflictos y la defensa de los derechos humanos.
Carter, que construyó casas para Habitat for Humanity junto a su esposa, Rosalynn, durante décadas, mantuvo una vida activa hasta los 90 años. En el 2015, anunció que tenía cáncer en el cerebro, del cual se recuperó gracias a la radioterapia.
“Mi vida después de la presidencia fue más gratificante en el plano personal”, reflexionó Carter, quien se convirtió en el primer expresidente de Estados Unidos en alcanzar los 100 años.